José Leonairo Dorado, exagente de inteligencia, ha testificado en contra de altos oficiales del Ejército. Contribuyó a la verdad del ataque al Palacio de Justicia, el genocidio de la UP y al hallazgo de restos humanos en la Brigada 20.
Esta semana el Ejército, sin justificación, lo internó a la fuerza en una clínica psiquiátrica.
“Se lo están llevando a un hospital en contra de su voluntad para declararlo loco. No sabemos nada de él y lo incomunicaron. Necesitamos ayuda”.
La revista Cambio reveló que ese fue el inquietante mensaje de alerta que la familia del exagente José Leonairo Dorado, compareciente ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), alcanzó a enviarle al equipo periodístico de CAMBIO el jueves pasado, a eso de las 6 de la tarde, antes de que el Ejército lo internara arbitrariamente en un hospital psiquiátrico en contra de su voluntad y sin avisarles a sus seres queridos.
Dorado no es un testigo cualquiera. Lo dicho por él ante la JEP ha permitido ubicar fosas comunes dentro de las instalaciones de la Brigada 20 de Inteligencia, antiguo batallón Charry Solano. Además, ha sido determinante para ubicar personas dadas por desaparecidas y para el esclarecimiento de la responsabilidad de altos mandos del Ejército y de miembros de la Inteligencia en el ataque al Palacio de Justicia y en el genocidio de la UP. Su testimonio compromete a oficiales del más alto rango que operaron entre 1985 y 2008.
Hoy José Dorado está preso en la EJEPO, una cárcel militar donde es custodiado por soldados y oficiales del Ejército. Desde que con valentía decidió contar toda la verdad, primero ante la justicia y luego a los medios de comunicación, se convirtió en uno de los principales blancos de los hostigamientos, venganzas e intimidaciones coordinadas y sistemáticas de la aplanadora castrense. P
La andanada de sus compañeros le generó dificultades de sueño y dolores de cabeza. Ese jueves en la mañana, tras varias noches sin dormir y más de una migraña, el exsargento Dorado pidió ser llevado al médico para una valoración. Atendiendo la solicitud, esa misma tarde hombres de la EJEPO lo transportaron a una clínica situada dentro del batallón en el que está recluido. El médico tratante consideró que el paciente debía ser trasladado al Hospital Militar Central de Bogotá para un examen de resonancia magnética que permitiría determinar si se trataba de una migraña o de algo más grave.
A eso de las 7 de la noche del jueves, Dorado llegó al Hospital Militar custodiado por el Inpec y el Ejército. Tras ser internado, esa primera noche le dieron hidratación intravenosa y medicinas que ayudan a conciliar el sueño. El procedimiento tenía que ser sencillo, rutinario.
Sin embargo, le informaron que el suyo era un caso complicado. Por esa razón, al otro día en la mañana, la junta médica se reuniría para definir su situación. El viernes, muy temprano, una funcionaria del Hospital Militar le dijo a José Leonairo Dorado que tenía “orden expresa” de trasladarlo a la Clínica Santo Tomás como paciente psiquiátrico. Hasta ese momento no había sido valorado por un médico. Fue entonces cuando el exagente entendió lo que ocurría: se estaba materializando una conspiración milimétrica para declararlo loco, incoherente o inestable y, así, invalidar su testimonio.
Al abrirse el portón, una inmensa casona de inconfundible estilo inglés aparece entre las montañas de Chapinero. Allí funciona la Clínica Santo Tomás. Las pobladas enredaderas que adornan sus paredes de ladrillo son evidencia del largo tiempo que ha transcurrido desde 1944, año en el que el doctor Hernán Vergara y su esposa, doña María Carulla Soler, fundaron allí su centro especializado en tratamientos de salud mental.
Hoy, esa misma institución tiene suscrito un convenio con el Hospital Militar Central, ubicado a pocas cuadras, para la remisión de los pacientes psiquiátricos.
El relato de Rico fue un mar de contradicciones. Afirmó, por ejemplo, que el paciente simplemente tenía un problema de insomnio y, minutos después, añadió que su condición mental no le permitía autorizar la visita de su hija. También dijo que no podía dar ninguna información, ni siquiera a la familia, porque el médico psiquiatra no había valorado a Dorado. ¿Si no había sido valorado por un médico, cómo podía concluirse que era un paciente con problemas psiquiátricos? Luego de 27 minutos y 36 segundos de un frustrante e infructuoso intercambio, la voz de doña Catalina Vergara volvió a irrumpir en el salón: “Doctora Natalie, por favor conmigo. Hágalos seguir para llevarlos a mi oficina”.
Ante la presión, la directora de la Clínica regresó a su oficina e informó a la hija de Dorado y al funcionario de la Defensoría que, tras cuatro horas de insistencia y de activar todo el aparato institucional, finalmente podrían pasar. Al verlos, Dorado dibujó un gesto de sorpresa y alegría. Estaba perfectamente consciente, coherente y articulado. El exagente, en frente del médico, reiteró que estaba ahí contra su voluntad y que no tenía ningún problema psiquiátrico. Sin otra opción, y en presencia de la Defensoría, el médico afirmó que el paciente sería dado de alta la mañana siguiente.
«Lo sucedido con Dorado no es sólo una persecución infame sino un acto de profunda negligencia del Estado colombiano en pleno. La JEP, concretamente el despacho del magistrado Mauricio García, no ha emitido la orden de la libertad de José Leonairo Dorado y está en mora de garantizar plenamente la protección de la vida de este hombre que ha aportado verdades más contundentes que muchos comparecientes que ya gozan del beneficio de la libertad. Cuando CAMBIO contactó el viernes a la abogada Sandra Cuevas que la JEP designó para Dorado, fue evidente su desatención y negligencia. Ni siquiera estaba enterada de lo que estaba sucediendo y no acudió al lugar», publicó la revista Cambio.