Por: Juana de Arco
Durante un solo fin de semana, la firma Guarumo intentó posicionarse en el debate público por partida doble: primero con un “tracking digital” basado en redes sociales y motores de búsqueda, y luego con una encuesta tradicional. Sin embargo, al examinar ambas entregas, surgen serias inconsistencias metodológicas que ponen en duda la rigurosidad de sus resultados, y que además revelan una peligrosa banalización del análisis de opinión pública.
1. Seguidores congelados: errores básicos en la analítica digital
Uno de los aspectos más llamativos del informe digital de Guarumo es que, para varias cuentas, el número total de seguidores coincide exactamente con el número de crecimiento. Es decir, no se registró ganancia ni pérdida alguna. Este hecho, más allá de improbable, es estadísticamente inverosímil: incluso una página inactiva suele perder o ganar al menos un seguidor por día, y muchas de las analizadas llevan años activas.
Este tipo de errores sugiere un manejo superficial de los datos, o incluso una manipulación para mostrar tendencias inexistentes. ¿Cómo se puede hablar de tendencias si el dato base es erróneo?
2. Interacciones sin contexto: una trampa de volumen
El reporte también se enfoca en interacciones totales, sin ajustarlas por número de publicaciones ni de seguidores. Esto favorece a quienes publican más o a quienes ya cuentan con grandes audiencias, sin que eso se traduzca necesariamente en eficacia comunicacional. No hay cálculo de engagement rate (interacción promedio por publicación), ni ajustes para comparabilidad.
Es como evaluar el rendimiento de atletas solo por el total de goles, sin importar cuántos partidos jugaron o cuántas veces patearon al arco.
3. Categorías ambiguas: ¿Qué es viral? ¿Qué es tendencia?
Guarumo utiliza términos como “virales” o “tendencias” sin definirlos ni explicar cómo los miden. Peor aún: ignoran uno de los indicadores clave en redes sociales para medir alcance real y viralidad —el número de veces que un contenido ha sido compartido—. Así, se prioriza el volumen sobre la influencia, y el ruido sobre el contenido.
4. Pauta publicitaria: datos incompletos y nombres omitidos
En su medición de pauta en plataformas de Meta, Guarumo presenta una tabla que deja por fuera a varios actores políticos que, según datos públicos de la Biblioteca de Anuncios de Meta, han invertido considerablemente más que muchos de los incluidos. Incluso omiten a al menos un aparente precandidato presidencial que ha mantenido una presencia activa y sostenida en pauta digital.
Esta omisión plantea preguntas sobre la selección de los nombres: ¿criterios técnicos o decisiones editoriales?
5. Muestra sesgada en la encuesta tradicional
La encuesta presencial que complementa el estudio tampoco resiste el análisis técnico. Para un nivel de confianza del 95% y un margen de error de 2.2%, es absurdo tomar muestras de apenas 16 personas en municipios con poblaciones de casi 600. Y eso se repite en otras zonas del país. El resultado: una fotografía distorsionada de la opinión nacional.
Esto lleva a la pregunta esencial: ¿puede una encuesta mal diseñada influir en el debate público, incluso si no representa la realidad?
6. 74 precandidatos (¿incluido Batman?)
Guarumo presenta una lista de 74 precandidatos presidenciales, pese a que en la Registraduría apenas hay registrados poco más de 40 movimientos o aspiraciones en firme. La inclusión de personajes que no han manifestado oficialmente su intención de aspirar, así como la omisión de otros que sí lo han hecho (como Juan Carlos Pinzón), sugiere más improvisación que rigurosidad.
7. Contradicciones internas: Petro pierde el apoyo, pero ganaría la reelección
La encuesta arroja una paradoja estadística: mientras el 50.3% considera que el gobierno Petro va mal o muy mal, y el 53.8% rechaza su propuesta de una constituyente, el mismo estudio afirma que en un escenario de reelección, el presidente superaría a figuras como Uribe, Duque o Santos. Las cifras no cuadran con la lógica política ni con el comportamiento electoral reciente.
¿Se trata de un sesgo en la formulación de preguntas? ¿Un error metodológico? ¿O una agenda no declarada?
8. Conclusión: la banalización de los datos
Este episodio deja al descubierto una tendencia peligrosa en la era de la hiperconectividad: la instrumentalización de las encuestas y los datos digitales para influir —más que para informar—. La opinión pública no se puede moldear a punta de estudios deficientes o estrategias de marketing político disfrazadas de investigación.
De interés: De encuestas y otras maldiciones
El verdadero reto para quienes analizan el comportamiento político digital y electoral es mantener la ética y la precisión como principios fundamentales. De lo contrario, estamos simplemente frente a una simulación estadística para fabricar consensos artificiales.
Más que mirar encuestas, miremos cómo se hacen. Y más que compartir rankings virales, cuestionemos su origen y propósito. En la era de la información, el pensamiento crítico sigue siendo nuestra mejor defensa.
En un mismo fin de semana Guarumo quiso mover la opinión desde dos frentes: digital y tradicional. Primero con una medición de redes y Google y luego con una encuesta. Y en ambos escenarios hay grandes inconsistencias.
Va 🧵con 7 puntos a propósito ⬇️
— Juan Sebastián Delgado (@juansedg) July 8, 2025