La última encuesta de Guarumo pretende posicionar a Petro como favorito para 2026, pese a una gestión con más del 70% de desfavorabilidad. Una crítica profunda revela inconsistencias estadísticas, manipulación psicológica y serias dudas metodológicas.
¿A quién quiere engañar la encuesta presidencial de Guarumo? Esa es la pregunta que resuena con fuerza luego de que se conocieran los resultados del más reciente sondeo realizado por Guarumo y Ecoanalítica, en el que, pese a una desfavorabilidad del 73,4%, el presidente Gustavo Petro aparece liderando la intención de voto para unas hipotéticas elecciones de 2026. La controversia no tardó en estallar.
La psicóloga María Piedad Gil Botero, especialista en gestión de la calidad universitaria y terapia cognitiva, expone en su columna De encuestas y otras maldiciones una crítica aguda al ejercicio estadístico, calificándolo de “adefesio, por no decir un mamarracho”, con una “intencionalidad psicológica y política clarísima”.
Para ilustrar su punto, Gil resalta que, según los mismos datos de la encuesta, los principales problemas que preocupan a los colombianos son el acceso a la salud (23.7%), la inseguridad (20.3%), la corrupción (15.9%), el costo de la vida (10.3%) y el desempleo (9.4%). “Nos hemos devuelto 30 años en salud”, dice, contando desde su experiencia personal al enfrentar un cáncer. “La corrupción de este gobierno ha llegado al límite de lo vulgar”, añade.
Entonces, ¿cómo se explica que un mandatario con un nivel tan bajo de favorabilidad, y señalado por los mismos encuestados en los temas más críticos, sea presentado como el preferido para una reelección?
La columna denuncia que el problema no es solo político, sino psicológico. Cita la tesis de maestría de Juan Sebastián Delgado (UPB, 2024), que aborda cómo las encuestas manipulan errores cognitivos, temores y esperanzas, apelando a lo que se conoce como percepción de consenso: la creencia de que “si todos votan por X, yo también debo hacerlo”. Este efecto psicológico es especialmente peligroso entre indecisos y abstencionistas, claves en cualquier contienda electoral.
A esta crítica se suma el mismo Delgado desde su cuenta en X (antes Twitter), quien desmenuza las inconsistencias metodológicas de la encuesta y del tracking digital:
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Se reportan crecimientos idénticos en seguidores y estadísticas en páginas con años de antigüedad, lo que es estadísticamente improbable.
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Se miden interacciones totales, sin calcular promedios por publicación, lo cual distorsiona el alcance real.
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Se omite definir claramente conceptos como “virales” o “tendencias”, y no se incluyen datos de compartidos, clave para medir alcance.
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Se excluyen figuras activas en pauta digital como Juan Carlos Pinzón, mientras incluyen hasta “74 precandidatos”, incluso más de los inscritos oficialmente.
“Hasta Batman aspira”, ironiza Delgado.
1. En el tracking digital, por ej, en varios casos, ponen el mismo número en total de seguidores y crecimiento, incluso de cuentas y páginas que tienen años creadas. Es prácticamente imposible que una página no aumente o pierda al menos 1 seguidor durante el tiempo del análisis. pic.twitter.com/LiCw3VOlB5
— Juan Sebastián Delgado (@juansedg) July 8, 2025
Más grave aún, la encuesta afirma que el 53.8% no apoyaría la constituyente de Petro y el 50.3% califica su gestión como mala o pésima, pero luego lo muestra como favorito frente a Uribe, Duque, Santos, Pastrana y Samper. “¿De verdad nos creen tan pendejos?”, lanza Gil con indignación.
3. No aclaran cuáles son los parámetros para definir “virales”, “tendencia”, etc, si ni siquiera miden el número de compartidos (que ayudan a tener más alcance) en cada red social. pic.twitter.com/k9C9pVQenV
— Juan Sebastián Delgado (@juansedg) July 8, 2025
Desde lo técnico, Delgado pone el dedo en la llaga: para que una muestra sea estadísticamente válida con un 95% de confianza y 2.2% de error, debe haber una proporción adecuada por municipio. “Muestran encuestas con 16 personas en municipios de 600 habitantes. Es irrisorio y poco representativo”, señala.
5. En cuanto a la encuesta tradicional, lo primero es la muestra. Entiendo que para tener una confianza del 95% y un error del 2.2%, una muestra, por ej, de 16 personas en un municipio de casi 600 personas, es irrisorio y poco representativo. Y así hay varios. pic.twitter.com/46U1Bsno6U
— Juan Sebastián Delgado (@juansedg) July 8, 2025
Guarumo no es ajena a la controversia. Su historial durante las elecciones anteriores ya había sido criticado por sesgos sistemáticos en favor de ciertos sectores. Lo que ahora se denuncia va más allá: es un intento deliberado por influir en la percepción colectiva, manipular a los indecisos y moldear la opinión pública desde una supuesta autoridad técnica.
7. Finalmente, primero el 50.3% de los encuestados cree que Petro va mal o pésimo y el 53.8% no apoyarían su constituyente y luego dicen que ganaría una posible reelección, por encima de Uribe, Duque o Santos. Cómo raro, ¿no? pic.twitter.com/Q2zsCdBgrS
— Juan Sebastián Delgado (@juansedg) July 8, 2025
Para Gil y Delgado, el fondo de la estrategia es claro: crear una falsa sensación de respaldo, convencer a los votantes de que Petro sigue siendo el candidato fuerte, y disuadir cualquier intento de oposición. “No hay coherencia interna, no hay seriedad en el análisis, los constructos no son claros”, afirma la psicóloga. Y remata con una súplica: “¡No nos crean tan pendejos!”.
La crítica no apunta a desconocer el valor de las encuestas como herramienta democrática, sino a exigir estándares éticos, metodológicos y conceptuales serios. “Ya es tiempo de que le juguemos al respeto, que ganemos en franca lid”, concluye Gil. Porque Colombia no necesita más brujos de encuestas. Necesita verdad, transparencia y dignidad.
Y.A.