La renovación de una escultura ubicada en el camellón de Taganga ha generado malestar entre mujeres del sector, quienes rechazan la nueva imagen por considerar que desvirtúa sus raíces y no refleja la identidad ancestral de la comunidad.
Una escultura que otrora adornaba la bahía de Santa Marta y que fue trasladada a Taganga como parte de un proyecto de embellecimiento urbano, hoy se ha convertido en el epicentro de una controversia cultural. La figura, que representa a una india Tayrona, fue renovada con una nueva pintura y ubicada como eje central de la rotonda del camellón turístico y pesquero del corregimiento. Sin embargo, lejos de unificar, ha provocado un profundo malestar en sectores de la comunidad, especialmente entre mujeres del pueblo.
La crítica principal apunta a que la nueva representación de la figura femenina no refleja la esencia ni la estética de las mujeres originarias de la región. “No nos sentimos identificadas”, expresan algunas de las líderes tagangueras, quienes han levantado su voz en rechazo por lo que consideran una imagen estigmatizante y alejada de su identidad cultural.
La polémica se intensificó cuando Pierine Peñaranda, una reconocida habitante del corregimiento destacó la importancia de no perder de vista lo esencial: la historia de los Tayronas y la descendencia indígena de Taganga.
El proyecto de restauración fue impulsado por habitantes locales con el objetivo de dar nueva vida al espacio público. No obstante, según diversas voces, no se habría tenido en cuenta una consulta previa con la comunidad sobre el diseño final de la escultura.
La escultura, que hace años adornaba la bahía de Santa Marta, fue retirada en su momento por obras de renovación en la zona y posteriormente distribuida junto a otras piezas artísticas hacia distintos sectores del Distrito.
En Taganga, donde la presencia indígena y afrodescendiente forma parte de la memoria viva del territorio, su llegada no pasó desapercibida. Pero su transformación artística, lejos de generar orgullo, ha provocado un doloroso debate sobre el respeto a la cosmovisión indígena y la autoimagen de las mujeres del Caribe.
Mientras tanto, las reacciones se han polarizado. Algunos habitantes defienden el trabajo de embellecimiento, argumentando que la intención fue positiva y que la escultura embellece el entorno. Otros, en cambio, piden su retiro o una nueva intervención artística con la participación de artistas locales y voces representativas del pueblo.
Este episodio ha servido para abrir un espacio de discusión necesario sobre el papel del arte público, la representación cultural y la participación ciudadana en la toma de decisiones que afectan la identidad de las comunidades. En un pueblo como Taganga, marcado por su herencia ancestral, su riqueza cultural y su orgullo étnico, la polémica escultura de la india Tayrona ha resultado ser mucho más que una figura decorativa: se ha convertido en el espejo de un debate profundo sobre quiénes somos y cómo queremos ser vistos.
Y.A.