Ministro ausente, guerrilla presente: el país se desangra sin rumbo ni defensa

Ministro de Defensa, Pedro Sánchez.

Mientras el ELN instala retenes en vías nacionales y reparte panfletos con total impunidad, el ministro de Defensa Pedro Sánchez brilla por su ausencia. La violencia escala y las cifras lo confirman: asesinatos de militares aumentaron un 135% en el último año.

Colombia vive una jornada más bajo el miedo, la zozobra y el desconcierto. ¿Dónde está el ministro de Defensa, Pedro Sánchez? Es la pregunta que se ha vuelto habitual cada mañana entre ciudadanos que leen titulares teñidos de sangre y violencia. Hoy, nuevamente, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) se pasea con arrogancia por las vías del país: instaló un retén ilegal en plena vía Panamericana, a solo 15 minutos de Popayán, repartiendo panfletos como si se tratara de una autoridad legítima.

Lo que podría parecer una escena de otra época se ha vuelto común en este retroceso absoluto. El ELN no solo desafía abiertamente al Estado: lo suplanta, impone miedo y dicta su ley en zonas estratégicas. Esta acción ocurre justo en la víspera de su aniversario número 61, que se conmemora este 4 de julio, fecha para la cual nuestras Fuerzas Militares se encuentran —al menos en teoría— en máxima alerta por amenazas de posibles ataques terroristas.

La gravedad del momento no necesita ser exagerada. Las cifras hablan con crudeza: los asesinatos de militares se dispararon en un 135% entre 2024 y 2025, un dato que retrata mejor que cualquier discurso el fracaso en materia de seguridad. Y como si eso no bastara, la tragedia del reclutamiento de menores sigue su marcha macabra: de 36 casos en 2022, hoy hablamos de más de 450. ¿Qué nos queda como sociedad si no podemos proteger ni a nuestros soldados ni a nuestros niños?

Resulta imposible no mirar atrás y recordar fechas como la de la Operación Jaque, que este mes cumple 17 años. Una hazaña militar que devolvió esperanza al país, que mostró el músculo del Estado cuando este decide actuar con estrategia, decisión y liderazgo. Hoy, en contraste, reina la parálisis institucional, el silencio del ministro Sánchez y la incapacidad para enfrentar una violencia que avanza sin freno.

Porque sin seguridad, ningún territorio olvidado podrá soñar con salir adelante. La paz no es viable sin justicia, sin presencia del Estado y sin un Gobierno que priorice la vida. Hoy, Colombia es un campo abierto para los terroristas y bandidos, que se sienten dueños del territorio, arrinconan a las familias y reviven una política del miedo que creíamos superada.

La ciudadanía, mientras tanto, asiste incrédula al espectáculo de un Gobierno más ocupado en sus peleas ideológicas que en ejercer el mandato de proteger. Cada retén del ELN es una bofetada a las promesas de paz y una confirmación de que el monopolio de las armas lo están perdiendo quienes debieran ejercerlo: el Estado.

En otros movimientos del tablero político y social:

Germán Vargas Lleras, exvicepresidente y líder de Cambio Radical, anunció en redes sociales que su recuperación avanza, y que pronto viajará a Bogotá. Una noticia que genera expectativa entre sus seguidores: muchos lo ven como un actor clave para la reorganización del centro político.

Por su parte, el concejal Rolando González, el más votado de Bogotá, ha sellado una alianza con Nicolás Gómez, líder en votos a la Asamblea de Cundinamarca. Gómez buscará una curul en el Senado para 2026 y la alianza proyecta una fuerza regional que podría inclinar balanzas futuras.

Mientras tanto, en el Parque de la 93, un grupo de médicos realizó una “tintatón” en señal de protesta frente a los recientes ataques verbales del presidente Gustavo Petro contra el gremio. El inconformismo médico crece y la relación con el Gobierno se sigue deteriorando.

Así las cosas, en medio de la incertidumbre, lo que necesita Colombia no es un ministro de Defensa que se oculte en los pasillos del poder, sino un liderazgo visible, firme y presente en los territorios donde la ley dejó de existir. Cada día de silencio institucional es un día ganado por la ilegalidad. Porque mientras el Estado retrocede, los grupos armados avanzan; y si no se actúa con contundencia, lo que hoy parece una crisis podría volverse costumbre.

Y.A.