Lo que para muchos jóvenes debía ser el comienzo de un sueño universitario, se ha convertido en un muro económico y administrativo difícil de escalar. Aspirantes al programa de Medicina de la Universidad del Atlántico denuncian cobros “exagerados” y criterios de selección que, según ellos, desconocen la realidad socioeconómica de miles de familias de estratos bajos.
En las últimas semanas, varios estudiantes han alzado su voz contra lo que consideran un modelo de admisión y matrícula que contradice el espíritu de una universidad pública. Algunos fueron ubicados en estratos altos por el lugar donde estudiaron, pese a vivir en barrios marginales o ser víctimas del conflicto armado, lo que los dejó fuera del proceso de selección y les impone matrículas de hasta $12,8 millones por semestre.
“Estudié en Siete de Abril, barrio de estrato 1. Saqué 352 en el Icfes. Pero la Universidad me clasificó como estrato 4, y no fui admitida. ¿Dónde está lo público si hay que pagar $9 millones para entrar?”, cuestiona Andrea Uribe, una de las jóvenes excluidas.
El cobro de la matrícula, escalonado por estrato
Según el Acuerdo Superior 000032 de 2024, los costos del semestre para Medicina oscilan entre $7,1 millones (estrato 1) y $12,8 millones (estrato 6). Estos valores, aseguran los aspirantes, son desproporcionados para una institución oficial y limitan el acceso a la carrera más anhelada por muchos jóvenes del Caribe.
El criterio que más controversia ha generado es el uso del Índice de Pobreza Multidimensional (IPM) del lugar donde estudió el aspirante, como base para determinar el estrato asignado y su acceso a cupos subsidiados.
“Es un criterio injusto. No todos los estudiantes de un colegio tienen la misma situación. Muchos fuimos con uniformes rotos y sin desayuno. ¿Cómo nos meten en el mismo saco?”, agrega otra aspirante que fue rechazada a pesar de vivir en Soledad y tener Sisbén.
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¿Modelo de equidad o exclusión encubierta?
De los 50 cupos disponibles para el primer semestre de Medicina, el 70 % estaba reservado para aspirantes de estratos 1, 2 y 3, y el 30 % restante para estratos 4, 5 y 6. Sin embargo, casi nadie en el área metropolitana de Barranquilla califica para el grupo de estratos bajos bajo el IPM definido por la universidad. Como resultado, muchos jóvenes pobres quedaron por fuera y los cupos “populares” se vaciaron.
“Usan el lugar del colegio para decidir tu estrato, no tu hogar, ni tu Sisbén. Así muchos quedamos como ‘ricos’ por estudiar en un barrio marginal que el DANE no considera pobre”, denuncian.
La Universidad responde, pero no convence
Frente a la ola de inconformidades, Myriam Fontalvo, jefa de Admisiones de Uniatlántico, defendió el modelo, afirmando que busca garantizar una “distribución equitativa” de los cupos.
“Considerar el IPM del municipio donde estudió el aspirante permite reconocer el contexto social y territorial”, indicó.
La funcionaria aclaró que no se toma en cuenta el lugar de residencia, el Sisbén, ni otras condiciones personales, y que el proceso se basa en el puntaje del Icfes dentro de cada estrato clasificado.
Sin embargo, para los aspirantes afectados, esta lógica no resuelve el fondo del problema: la desconexión entre los criterios institucionales y la verdadera situación socioeconómica del estudiante.
¿Qué tan pública es la educación pública?
La Universidad del Atlántico, con estos costos, se aleja peligrosamente de su misión como institución estatal, mientras otras universidades públicas como la de Cartagena sí ofrecen gratuidad con criterios más sensibles a la realidad social.
En contraste, universidades privadas como Simón Bolívar, Metropolitana, Unilibre y Uninorte mantienen precios de matrícula entre $13 y $26 millones, pero sin pretensiones de gratuidad ni subsidios estatales.
El llamado de los jóvenes: más justicia, menos barreras
Los aspirantes excluidos piden revisar urgentemente los criterios de admisión, ampliar los cupos y reducir los costos, especialmente para estratos bajos.
“Queremos estudiar Medicina no porque podamos pagarla, sino porque soñamos con salvar vidas. Pero este sistema solo nos cierra la puerta en la cara”, concluyen.