
Gracias, creo que ya en sucesivos eventos internacionales, en mis alocuciones he tratado de centrarme en lo que creo es la agenda mundial prioritaria, dada la capacidad de los problemas que afrontaríamos en esa agenda, el potencial que tienen de destrucción de la vida y de la humanidad.
Una humanidad de la cual la ciencia le cuenta que está a punto de extinguirse en cuestión de décadas. Pues no puede asumir otros problemas, de los muchos que hay, que no sean estos, los que ponen en peligro la existencia de la vida en el planeta y de toda la humanidad. Suicida, colectivamente seríamos, si no lo hacemos.
Y en los últimos años hay dos problemas que han surgido –en virtud de la ciencia–
que ha denunciado la ciencia, y que la ciencia ha dicho, pueden exterminar a la humanidad.
Uno, la crisis climática. Innumerables COP (La Conferencia de las Partes, la Cumbre Anual que realiza la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático), ya vamos para la treinta, ojalá sea la definitiva, en Brasil. En Cali, Colombia, realizamos la de la biodiversidad número dieciséis.
Treinta reuniones de jefes de estados mundiales para tratar de construir –y voy a poner esa palabra subrayada– un plan para mitigar el cambio climático y salvar la vida en el planeta, un plan.
Dije alguna vez, un plan marcha por la magnitud de recursos que hay que invertir para que podamos salvar esa vida. De eso no se ha vuelto a discutir realmente en los últimos meses.
El segundo gran problema que afronta la humanidad hoy es la Inteligencia Artificial (IA), no es más sino el acumulado digitalizado del pensamiento humano en la historia, y actual.
En vez de decirle nube, deberíamos decirle sangre, porque no está en el cielo, sino que va por debajo de la tierra, a través de cañerías, por debajo del mar, en la red mundial de la fibra óptica.
El problema está en de quién es la sangre. Si de cinco megamillonarios que se han apropiado a través de redes de la información, de los bits que hoy constituyen el pensamiento humano colectivo o de la humanidad como un bien común, y que, por tanto, exige un tratado internacional multilateral para regular el mercado de la IA y no permitir que los propietarios de la sangre, de la información, controlen a la humanidad, sino que la humanidad pueda controlar la inteligencia artificial.
En el primer caso puede morir la humanidad físicamente, la crisis climática. En el segundo, según Stephen Hawking, el físico (teórico, astrofísico, cosmólogo y divulgador científico británico), puede morir también la humanidad, porque no distingue entre realidad y virtualidad y se acaba la esencia humana de nuestra especie.
Esa agenda, ¿dónde se está discutiendo? Hoy, si abrimos las páginas de los periódicos, la agenda es otra, la voy a llamar una agenda postiza.
Nos quitaron la discusión de la agenda principal, la que tiene que ver con la vida de nuestros hijos colectivos y nos pusieron otra a discutir, llena de bombas, de genocidio; genocidio sobre Gaza, bombas sobre Irán, bombas sobre Israel; guerra en Ucrania, guerra en Rusia, guerra por el gas, guerra por el petróleo, guerra porque el poder del mundo pueda seguir dominando a la humanidad.
¿Por qué? ¿Por qué, en vez de estar discutiendo lo que pueda acabar con la humanidad, estamos hoy discutiendo sobre las guerras y ocultando la existencia del genocidio?
Hoy ya no tenemos la excusa de no conocerlo, como si había esa excusa cuando (Adolfo) Hitler (político, militar y dictador alemán de origen austríaco; canciller imperial desde 1933 y Führer —caudillo— de Alemania desde 1934 hasta su muerte en 1945) desató el genocidio sobre el pueblo judío y sobre otros pueblos.
Algo está pasando muy grave en la humanidad, en el poder político de la humanidad, y quiero dejarlo aquí como mi tesis sobre esta conferencia, no estamos discutiendo lo que propuso el Vaticano católico, no estamos discutiendo lo que propuso el grupo Kenia, Francia, Alemania y Colombia sobre la reestructuración del sistema financiero mundial que implica que el (el Fondo Monetario Internacional) FMI debe asumir esa tarea como prioridad.
Aquí no vino Kristalina Georgieva (actual Directora Gerente del FMI), aquí no vino el principal accionista del FMI, los Estados Unidos de Norteamérica. Aquel que habló a nombre del FMI no dijo nada –con el perdón de él–, nada.
El FMI sigue siendo lo mismo de antes. Mi país lo está sintiendo, porque un tonto gobernante se endeudó con el FMI y están a punto de quitarnos el crédito, dicen.
Eso no es lo que debería estar discutiendo el FMI aquí, sino las propuestas del Vaticano, del grupo Kenia –Colombia, Francia, Alemania–, surgido en las COP, o de otros grupos.
Y no dice nada. Cómo se emiten DEG (Derechos Especiales de Giro para rebajar la deuda de todo el mundo y cómo se cambia esa rebaja de la deuda por espacio presupuestal para invertir en los proyectos que puedan mitigar la crisis climática.
Eso era lo que deberíamos proponer, el FMI, aquí. Emitimos DEG, bajamos y acabamos con la costumbre del riesgo país.
¿Cómo es que es más riesgoso Brasil, que tiene la selva amazónica y es pulmón de la humanidad, que Estados Unidos, que es la chimenea de la contaminación del planeta y que nos tiene al borde de la extinción con China?
Si el FMI sigue en esa posición, nosotros, el pueblo, la humanidad, tenemos que dar una respuesta. Si el FMI no es capaz de reestructurarse ya frente a los principales problemas de la humanidad, porque su accionista principal está divertido tirando bombas y asociado a un genocida, pues el FMI se tiene que liquidar como institución multilateral del mundo y habría que construir otra o si no perece la especie humana.
Y esta es, creo, la discusión que tenemos que empezar, y rápidamente, porque no tenemos tiempo a dar en las sesiones de las Naciones Unidas.
¿Por qué hay una agenda postiza? Porque da votos. Y voy a terminar con estas palabras. En los países poderosos de Europa y los Estados Unidos de Norteamérica, el voto electoral mayoritario es ario, blanco les decimos nosotros.
Y antes de llevar a ese voto ario, compuesto de trabajadores, trabajadoras, granjeros, gentes de clase media y gobernantes y ricos, a la discusión central de los problemas de la humanidad, que implicarían la descarbonización económica del mundo y, por tanto, la pérdida del poder, del capital, del petróleo, del carbón y de las ramas que giran alrededor de los combustibles fósiles; antes de asumir esa discusión que la ciencia nos demanda, se prefiere subordinar a unos intereses petroleros, de productores, de consumidores, de tecnologías y de mercados alrededor de tecnologías fósiles, el capital fósil, le llamo yo.
Y entonces hay que llevar al electorado a creer un fetiche, una mentira, que el culpable de la posibilidad de que su salario caiga o sea despedido es el migrante. Volvimos al racismo, tal cual (Paul Joseph) Goebbels (político alemán que ocupó el cargo de ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich entre 1933 y 194) lo pregonaba.
El mundo ario del poder volvió al racismo, peligrosamente. Por eso, aplaude un genocidio y firma las bombas con que van a destrozar bebés.
Para evitar esta discusión que la humanidad propone, se está enfrentando el mundo del poder con la humanidad, por codicia, negando la ciencia y llevándonos a una fase de irracionalidad que sólo se veía en el mundo en 1933, cuando Hitler asumió el poder en Alemania.
Sabemos las consecuencias, pero ahora serían peores, porque tienen que ver con el globo terráqueo completo y no sólo con Europa y tienen que ver ya no sólo con la existencia del pueblo judío, sino con la existencia de toda la humanidad.
El pueblo judío ya no es el pueblo escogido de Dios, es la humanidad el pueblo escogido de Dios y está a punto de sucumbir en su propio invento que es la codicia y un sistema económico que sustenta la codicia sobre la base del consumo intenso de combustibles fósiles derivados de la muerte y está a punto de matarnos.
Yo propongo una cosa, dadas las circunstancias: aquí no está Estados Unidos, aquí no vino (Kristalina) Georgieva, aquí hay conmigo muchos pueblos interesados en no morir, en no extinguirnos, en mitigar la crisis climática y adaptarnos. Pues hay que articular las reuniones de representantes de estados, naciones, reyes, monarcas, presidentes elegidos democráticamente, primeros ministros, etcétera, con reuniones que convoquen a las fuerzas sociales vitales de la humanidad.
Encuentro entre pueblos, no sólo entre estados. Encuentro entre obreros, no sólo entre estados. Encuentro de campesinos, no sólo de estados. Encuentro de mujeres por continentes, no sólo de estados. Encuentro de jóvenes, no sólo de estados, de tal manera que se empiece a construir un nuevo sujeto histórico, la humanidad.
Los Estados Naciones estamos a punto de perecer en el intento de ser eficaces asumiendo la verdadera agenda mundial de la humanidad.
La humanidad puede ser más eficaz. Es la hora de los pueblos, es la hora de las calles, es la hora de poner la transformación económica y social de cara a la vida y de cara a la humanidad.