Nuevas revelaciones de nuestra historia ancestral

Jorge Senior.

Esta columna trata de un descubrimiento de junio de 2025. Pero su importancia se destaca en el contexto del viraje que se produjo hace 15 años en el estudio de los ancestros humanos.

El año 2010 fue profundamente revolucionario para la paleoantropología. A partir de ese momento inusitado, la visión que teníamos de la historia humana en el Pleistoceno cambió de manera radical. Semejante revolcón no sólo fue producto de nuevos hallazgos en el registro fósil, sino sobre todo fue el resultado de nuevas técnicas en paleogenómica y genografía.

La paleogenómica es el estudio del ADN antiguo. A mediados de 2010 se logró secuenciar por primera vez el ADN de fósiles neandertales. Al comparar con nuestro ADN moderno empezó a revelarse que hubo hibridación entre el linaje Neandertal y nuestro linaje Sapiens, bifurcados hace unos 600.000 años. En la población europea actual se encuentra el porcentaje más significativo de alelos neandertales, aunque no represente más del 4% de su ADN, mientras que en poblaciones africanas subsaharianas se encuentra el menor porcentaje, producto de mezclas muy posteriores.

Y entonces vino el otro descubrimiento.

El 22 de diciembre de 2010 fue publicado un artículo revolucionario en Nature con 28 autores, entre ellos Svante Pääbo, ganador del premio Nobel (ver columna). Traducido el título diría así: Historia genética de un arcaico grupo hominino en la cueva Denisova en Siberia. Dicha publicación en la principal revista científica del mundo tiene ya 162.000 accesos y 1.627 citaciones. Una falange femenina y un diente, descubiertos en la mencionada cueva, fueron suficientes para revelar un linaje desconocido, separado de los neandertales hace unos 400.000 años. Al comparar con ADN moderno, se pudo identificar la presencia de alelos denisovianos (menos de 5%) en poblaciones actuales del Este, Sudeste y Sur Asiáticos, de Papúa Nueva Guinea, Melanesia y de Australia. La mayor presencia se da en la aislada población filipina denominada “negritos” (7-8%). Y allí no termina el asunto.

denisova novedad
Qiaomei Fu, investigadora del Instituto de Paleoantropología de Beijing, acompañada de su colega de Harvard, David Riesch.

 

Un fragmento fósil de una joven de 13 años, ahora llamada “Denny”, que vivió hace 90.000 años fue analizado y, para sorpresa general, resultó ser hija de padre y madre de diferente linaje: uno de los dos era neandertal y el otro denisoviano. Y no es la única prueba de hibridación entre esas dos especies (¿o deberíamos decir subespecies?).

Durante 15 años los datos sobre la arcaica población denisoviana provenía del genoma en mínimos fragmentos fósiles, pero carecíamos de esqueletos completos o semicompletos conservados. El hecho era raro, pues la presencia de alelos denisovianos en poblaciones actuales del amplio triángulo entre Pakistán, Japón y Australia, evidenciaba que esa especie se había extendido bastante. Incluso se sabe que hace unos 350.000 años se abrieron en dos sublinajes, uno al norte (Siberia, China) y otro al sur (Sudeste asiático, Papúa Nueva Guinea, Australia).

La noticia reciente es que un fósil de hace 146.000 años, descubierto en el Noreste de China hace un tiempo -hallazgo publicado en 2021- y conocido como Homo Longi, al analizar su ADN mitocondrial y su proteoma, resultó afín a la identidad molecular denisoviana. La noticia se deriva de dos artículos publicados el 18 de junio en Science y en Cell por un equipo encabezado por la paleogenetista china Qiaomei Fu. El fósil es famoso por su sobrenombre, “Dragon Man”. Su cráneo alargado cuenta con un volumen de 1.420 cc.

Dado que hay muchos fósiles anatómicamente similares a Homo Longi, cabe esperar que terminen siendo identificados como denisovianos, y así podamos conocer más sobre la morfología de esta población arcaica que, al menos parcialmente, hace parte de nuestros ancestros, gracias al mestizaje que constituyó al humano moderno fuera de África.