Por: José Gabriel Coley, Filósofo Uniatlántico
Es de Perogrullo decir que la risa es un remedio infalible como se acuña desde siempre y que está asociada al bien-estar y la felicidad. Es contraria al llanto, al sufrimiento y al mal-estar, pero a veces lloramos de tanto reír. El carnaval está asociado al goce (“quien lo vive es quien lo goza”), al disfraz, a la farsa y por lo tanto a la vida misma que es una comedia trágica.
Por lo menos así nos lo dejó escrito el estadounidense Max Ehrmann en el poema en prosa Desiderata que termina así:
“En la bulliciosa confusión de la vida
aún con todas sus farsas, penalidades y sueños fallidos
el mundo es todavía hermoso.
Se cauto. Esfuérzate por ser feliz”.
Pero en México otro poeta Juan de Dios Peza lo dijo a su modo invocando al actor británico David Garrick en su magnífica composición Reír Llorando la cual concluye lapidariamente:
“El carnaval del mundo engaña tanto
que las risas son breves mascaradas
aquí aprendimos a reír con llanto
y también a llorar con carcajadas”.
Pero acá en el Caribe Celia remata:
“Ay, no hay porque llorar
que la vida es un carnaval
y las penas se van cantando”.
He ahí desde tres zonas de América tres maneras de describir la tristeza del payaso, la cara ríe y el alma llora. Tómese esta nota como una simple introducción para magnificar el natalicio del bardo azteca y recordar su inmortal poema. Que lo disfruten.
REÍR LLORANDO
Para la Academia Mexicana de la Lengua, Juan de Dios Peza -autor de grandes obras entre ellas la que nos ocupa, Reír Llorando- era el poeta más leído y conocido de México a comienzos del Siglo XX. https://www.academia.org.mx/academicos-1909/item/juan-de-dios-peza
-Su obra se tradujo a muchos idiomas: al ruso, al francés, al inglés, al alemán, al húngaro, al portugués, al italiano, al japonés y es por demás extensa- señala el organismo
Nació el 29 de junio de 1852 en México. D.F. y falleció el 16 de marzo de 1910. Aparte de su dedicación a la poesía, ejerció diversos cargos públicos, uno de ellos por elección popular.
Reír Llorando no es más que la gran paradoja de la vida, ya planteada por Ruggero Leoncavallo en su ópera Payaso, cuando Canio, tiene que salir a escena a hacer reír al público, pero con su corazón destrozado pues acaba de descubrir la infidelidad de su esposa.
Ridi, Pagliaccio, sul tuo amore infranto, ridi del duol che t’avvelena il cor. (Ríe, Payaso
sobre tu amor roto, ríete del dolor que envenena tu corazón)- señala Leoncavallo en la ópera.
El poema:
Viendo a Garrik -actor de la Inglaterra-
el pueblo al aplaudirle le decía:
«Eres el más gracioso de la tierra
y el más feliz…»
Y el cómico reía.
Víctimas del spleen, los altos lores,
en sus noches más negras y pesadas,
iban a ver al rey de los actores
y cambiaban su spleen en carcajadas.
Una vez, ante un médico famoso,
llegóse un hombre de mirar sombrío:
«Sufro -le dijo-, un mal tan espantoso
como esta palidez del rostro mío.
»Nada me causa encanto ni atractivo;
no me importan mi nombre ni mi suerte
en un eterno spleen muriendo vivo,
y es mi única ilusión, la de la muerte».
-Viajad y os distraeréis.
-¡Tanto he viajado!
-Las lecturas buscad.
-¡Tanto he leído!
-Que os ame una mujer.
-¡Sí soy amado!
-¡Un título adquirid!
-¡Noble he nacido!
-¿Pobre seréis quizá?
-Tengo riquezas
-¿De lisonjas gustáis?
-¡Tantas escucho!
-¿Que tenéis de familia?
-Mis tristezas
-¿Vais a los cementerios?
-Mucho… mucho…
-¿De vuestra vida actual, tenéis testigos?
-Sí, mas no dejo que me impongan yugos;
yo les llamo a los muertos mis amigos;
y les llamo a los vivos mis verdugos.
-Me deja -agrega el médico-perplejo
vuestro mal y no debo acobardaros;
Tomad hoy por receta este consejo:
sólo viendo a Garrik, podréis curaros.
-¿A Garrik?
-Sí, a Garrik… La más remisa
y austera sociedad le busca ansiosa;
todo aquél que lo ve, muere de risa:
tiene una gracia artística asombrosa.
-¿Y a mí, me hará reír?
-¡Ah!, sí, os lo juro,
él sí y nadie más que él; mas… ¿qué os inquieta?
-Así -dijo el enfermo-no me curo;
¡Yo soy Garrik!… Cambiadme la receta.
¡Cuántos hay que, cansados de la vida,
enfermos de pesar, muertos de tedio,
hacen reír como el actor suicida,
sin encontrar para su mal remedio!
¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora!
¡Nadie en lo alegre de la risa fíe,
porque en los seres que el dolor devora,
el alma gime cuando el rostro ríe!
Si se muere la fe, si huye la calma,
si sólo abrojos nuestra planta pisa,
lanza a la faz la tempestad del alma,
un relámpago triste: la sonrisa.
El carnaval del mundo engaña tanto,
que las vidas son breves mascaradas;
aquí aprendemos a reír con llanto 66 y también a llorar con carcajadas. 67