POR: ROBERTO CARLOS DIAZ SALINA
En este ensayo curricular, el Dr. Reynaldo Mora profundiza su marco conceptual hacia una ontología del currículo como «herramienta humana», estableciendo una arquitectura teórica que articula dimensiones éticas, políticas y existenciales de la construcción curricular. Su propuesta se organiza en torno a seis ejes conceptuales fundamentales:
*Primero,* la reconceptualización del currículo más allá del instrumentalismo técnico, configurándolo como entidad misional encaminada a lo social, cultural y político, donde la filosofía de «formar buenos ciudadanos» trasciende la mera operacionalización de planes de estudio.
*Segundo,* la formulación del Currículo Contextualizado y Pertinente (CCP) como «herramienta humana integral» que rechaza la exclusión de contextos y privilegia habilidades, destrezas, talentos y vocaciones sobre las «pervertidas competencias» del sistema estandarizado.
*Tercero,* la articulación de dos presupuestos indisociables: el código ético de los integrantes institucionales y el código político-organizacional, configurando «caminos curriculares necesarios» que proporcionan alegrías y esperanzas a los estudiantes.
*Cuarto,* la conceptualización del currículo como «símbolo cultural» y «campo de batalla» donde emergen conflictos provechosos entre grupos de la comunidad educativa, reflejando la realidad político-social de cada época histórica.
*Quinto,* la centralidad de la Dignidad Humana como «valor incomparable» que personifica los Fines de la Educación (artículo 5 de la Ley 115 de 1994), estableciendo el fundamento constitucional como terreno «inescapable» de la Formación Integral.
*Sexto,* la recuperación de la ética aristotélica como marco referencial que reconoce la naturaleza comunitaria del ser humano, donde los propósitos colectivos constituyen valores últimos desde los cuales se derivan los individuales.
*Praxis Comunitaria y Construcción Curricular Participativa*
La propuesta del Dr. Mora sobre el currículo como «herramienta humana» encuentra resonancia teórica en Stephen Kemmis, quien en The Action Research Planner (2014) establece que «el currículo auténtico emerge cuando las comunidades educativas asumen la responsabilidad colectiva de construir sus propias respuestas pedagógicas a los desafíos territoriales» . Esta perspectiva corrobora la visión del Dr. Mora sobre la centralidad de los contextos, aunque Kemmis introduce una dimensión metodológica crucial: los espirales de investigación-acción como dispositivos sistemáticos para sostener la participación comunitaria.
La analogía científica que mejor ilustra esta relación es la de los sistemas autopoiéticos: así como en biología los organismos se auto-organizan y auto-mantienen mediante procesos internos, el currículo contextualizado del Dr. Mora se auto-construye mediante la praxis reflexiva de las comunidades educativas, generando conocimiento emergente desde sus propias dinámicas territoriales.
*Bildung Democrática y Formación Ciudadana Constitucional*
Wolfgang Klafki, en La teoría crítica en la pedagogía alemana (2006), desarrolla el concepto de Bildung democrática como «proceso formativo que articula la autodeterminación individual con la participación responsable en la vida pública, capacitando para la crítica y transformación de las estructuras sociales injustas». Esta conceptualización enriquece la propuesta del Dr. Mora sobre formar «buenos ciudadanos», aunque Klafki introduce una tensión dialéctica fundamental: la relación entre formación personal y compromiso político.
El planteamiento klafkiano complementa el CCP del Dr. Mora al mostrar que «la educación democrática debe formar tanto la autonomía crítica como la capacidad de acción solidaria, evitando tanto el individualismo abstracto como el colectivismo autoritario». Esta síntesis dialéctica, reminiscente de la filosofía kantiana del imperativo categórico, ilumina cómo los currículos pueden formar ciudadanos autónomos pero éticamente comprometidos.
*Subjetivación Ética y Dignidad Humana Curricular*
Gert Biesta presenta en Beyond Learning (2006) una crítica fundamental al reduccionismo educativo, estableciendo que «la educación auténtica debe privilegiar la subjetivación sobre la socialización instrumental, permitiendo que los sujetos se constituyan como individuos únicos capaces de responder responsablemente al mundo». Esta perspectiva resuena con la propuesta del Dr. Mora sobre la Dignidad Humana como «valor incomparable», aunque desde una angulación existencial diferente.
Mientras el Dr. Mora enfatiza la dimensión constitucional de la dignidad, Biesta se centra en su función subjetivadora. La convergencia sugiere que los currículos humanizadores no solo transmiten valores sino que constituyen sujetos capaces de crear sus propias respuestas éticas ante los dilemas existenciales, trascendiendo la lógica instrumental de las competencias estandarizadas.
*Equidad Curricular y Contextualización Territorial*
Cristina Larrea Killinger, en Evaluación, Calidad y Equidad Educativa (2015), documenta cómo «la imposición de currículos homogéneos genera efectos perversos que profundizan las inequidades educativas, especialmente en territorios con diversidad cultural y lingüística». Esta observación corrobora empíricamente la crítica del Dr. Mora a la «inflexibilidad de los expertos del MEN» y su política estandarizada.
Larrea Killinger presenta evidencia sobre contextos donde «la flexibilización curricular contextualizada, articulada con procesos participativos de construcción comunitaria, ha mejorado significativamente tanto los resultados académicos como la pertinencia cultural» , fortaleciendo la propuesta del Dr. Mora sobre el CCP. Sin embargo, plantea el desafío metodológico de desarrollar sistemas de evaluación alternativos que respeten la diversidad sin renunciar al rigor formativo.
*Resistencia a la Performatividad y Recuperación del Sentido Educativo*
En Good Education in an Age of Measurement (2010), Gert J. J. Biesta desarrolla una crítica sistemática a la «cultura de la performatividad» que ha colonizado la educación contemporánea. Para Biesta, «la obsesión por la medición del rendimiento ha desplazado las preguntas fundamentales sobre el propósito y el sentido de la educación, reduciendo la complejidad formativa a indicadores cuantificables» (p. 112). Esta perspectiva complementa la crítica del Dr. Mora a las «pervertidas competencias».
Biesta introduce un elemento crucial al plantear que «una buena educación debe preguntarse no solo por la eficacia de sus métodos sino por la deseabilidad de sus efectos, recuperando la dimensión teleológica del acto educativo». Esta dimensión teleológica enriquece la propuesta del Dr. Mora al mostrar que la formación ciudadana no es resultado sino horizonte ético que orienta todo el proceso curricular.
*Síntesis Crítica: Hacia una Ontología Curricular Humanizadora*
La convergencia teórica entre estos autores y la propuesta del Dr. Mora configura lo que podríamos denominar una «ontología curricular humanizadora» que integra: la praxis participativa de Kemmis, la Bildung democrática de Klafki, la subjetivación ética de Biesta, la equidad contextual de Larrea Killinger, y la resistencia a la performatividad de Biesta.
Esta síntesis revela que la «herramienta humana» del Dr. Mora trasciende lo meramente instrumental para constituir una propuesta ontológica sobre la naturaleza misma del currículo como mediación entre individualidad y comunidad, entre formación y transformación social. La analogía filosófica apropiada es la del ethos aristotélico: así como el carácter ético se forma mediante la práctica repetida de actos virtuosos hasta constituir una segunda naturaleza, el currículo humanizador se constituye mediante la práctica sostenida de relaciones educativas basadas en la dignidad y el reconocimiento mutuo.
El «campo de batalla» curricular del Dr. Mora no representa conflicto destructivo sino tensión productiva donde se negocian significados, se construyen consensos y se transforman realidades. Esta dialéctica conflictiva-constructiva encuentra sus raíces en la tradición aristotélica recuperada por el autor: los seres humanos como «animales políticos» que realizan su naturaleza en la polis, pero que requieren educación ética para actualizar esas potencialidades comunitarias.
La propuesta representa una alternativa tanto al tecnocratismo neoliberal como al romanticismo pedagógico, ofreciendo un realismo ético que reconoce las limitaciones humanas sin renunciar a los ideales formativos. Esta «inacabalidad del ser» mencionada por el Dr. Mora no es deficiencia sino condición de posibilidad para la educación permanente y la transformación social continua.