En medio del maremágnum en que vive Colombia a raíz de los últimos acontecimientos surgidos a nivel político y gubernamental, lo cual mantiene en vilo a las gentes de bien en nuestro país, no se vislumbra en el horizonte una mejoría.
Lo que se continúa vislumbrando es que el año 2025, no ha sido un año de tranquilidad para la mayoría del pueblo colombiano, incluyendo lo atinente al reajuste de los precios de bienes y servicios y en lo que respecta a la canasta familiar, acompañado con el incremento permanente en el costo de los combustibles y como consecuencia el costo de los fletes, los pasajes en bus y las carreras de taxi.
El presente año se mantiene de una manera alarmante y preocupante para la gran mayoría del pueblo colombiano, también como consecuencia de las generalizadas alzas que a diario se conocen, si bien es cierto este fenómeno es común en esta época de cada año, en esta ocasión el golpe ha sido más severo.
Con este oscuro panorama, lo que se vislumbra es un aumento de la inflación para lo que falta del 2025, la que con toda seguridad seguirá influyendo certeramente en los precios de los alimentos, se presagian aumentos en las tarifas de los servicios públicos como agua y electricidad y telefonía.
En los próximos días seguramente se incrementará nuevamente el valor de los peajes y como consecuencia las tarifas del transporte de carga y de pasajeros.
Con toda seguridad las cuotas moderadoras de salud se seguirán incrementando en el equivalente a la inflación causada y aumentará también el costo de la medicina prepagada, en algunos casos ya se notificó a los usuarios de aumentos de hasta el diez por ciento.
El valor de las matrículas a cargo del golpeado bolsillo de muchos padres de familia seguramente aumentará ostensiblemente para el próximo semestre, para el caso de las universidades privadas.
Como se sabe, la clase media es por principio enemiga de las alzas, porque estas le complican su situación económica; dentro de los parámetros de la economía de mercado, suben los insumos y estos a su vez disparan los precios de los artículos manufacturados y procesados y lo uno conlleva a lo otro.
Por la misma razón es que a diario crecen las protestas y el reclamo de las familias de escasos recursos económicos, cuando se producen permanentes aumentos de los precios, especialmente en aquellos productos que constituyen la canasta familiar, es así como se origina lo que se conoce como el efecto dominó: los distribuidores aducen que los transportadores aumentaron los costos de los fletes, estos a su vez atribuyen su aumento al incremento de los precios de la gasolina y los peajes, y al final como siempre sucede, es el consumidor el que termina más perjudicado.
A lo anterior hay que agregar los ya tradicionales brotes especulativos de esta época del año, fomentados por avivatos acaparadores que se aprovechan de los incautos compradores, para así obtener grandes ganancias a costilla de los consumidores, se espera que las autoridades intervengan para sancionar a los culpables de estas prácticas ilícitas.