El aprendizaje más valioso sigue siendo entre personas

Aunque la tecnología y la inteligencia artificial ofrecen herramientas poderosas para estudiar, expertos coinciden en que el aprendizaje más profundo ocurre entre profesor y alumno. 

Redacción Sociales
LA LIBERTAD 
Aprender un idioma no es solo saber decir “hola” o “gracias” en otra lengua, sino comprender realmente cómo piensan quienes la hablan, captar la intención detrás de sus palabras, sentir sus emociones, compartir costumbres y establecer lazos.
Por eso, aunque la tecnología y la inteligencia artificial avanzan a pasos agigantados y ofrecen herramientas cada vez más sofisticadas, los expertos coinciden en que el aprendizaje más profundo y duradero sigue dándose entre personas.
La aparición de modelos masivos del lenguaje, como los que usan los chatbots y asistentes virtuales, ha marcado un antes y un después en la forma en que nos acercamos a los idiomas. Plataformas prometen hoy fluidez en pocos meses, conversaciones simuladas con robots que no duermen ni se cansan, correcciones automáticas y clases sin necesidad de hablar con nadie.
Sin embargo, en medio de esa aparente eficiencia, se corre el riesgo de perder algo que es realmente esencial en el mundo: la conexión humana, lo que marca la verdadera diferencia en la comunicación.
La inteligencia artificial, por ahora, es una herramienta que apoya, pero no sustituye. Así lo afirman investigadores y profesionales del lenguaje, quienes aseguran que los verdaderos avances en el aprendizaje se logran cuando hay interacción real entre seres humanos.
A diferencia de los algoritmos, las personas poseen empatía, intuición, creatividad, capacidad de adaptación emocional y contexto cultural, elementos fundamentales para que el idioma no se aprenda solo como un código, sino como una experiencia viva.
La inteligencia humana es compleja: es racional, pero también afectiva y social, se construye a través de relaciones, de emociones y de contacto. Un docente no solo enseña palabras, también interpreta el estado emocional del estudiante, ajusta su metodología según el ánimo del día, celebra los avances, anima en los tropiezos y ofrece una retroalimentación que va más allá del “correcto” o “incorrecto”.
De acuerdo con una reciente investigación desarrollada por Preply, basada en datos internos, casos reales y la visión de expertos en lingüística, las experiencias de aprendizaje más enriquecedoras ocurren solo entre personas. Entre los hallazgos más relevantes, se destacan:
• El aprendizaje centrado en las personas impulsa el verdadero progreso. El apoyo emocional, la orientación personalizada y el contexto cultural que ofrece un profesor humano superan con creces lo que puede brindar una herramienta automatizada.
•Los mejores resultados se logran en pareja: profesor y estudiante, trabajando juntos, adaptándose mutuamente. Esto permite conversaciones significativas y un estímulo afectivo que ningún algoritmo puede imitar.
•El interés por idiomas como el japonés, el árabe y el coreano ha crecido rápidamente, demostrando que hay una necesidad de acompañamiento real.
Además de lo ya antes mencionado, los profesores humanos ofrecen algo que la IA aún no puede igualar, y es precisamente el contexto cultural, debido a que no basta con saber qué decir, sino cómo, cuándo y por qué decirlo.
¿Cómo se pide un favor en japonés sin sonar rudo? ¿Qué tono se usa al hacer una broma en árabe sin ofender? ¿Qué expresiones son comunes entre jóvenes de otros lugares? Esa riqueza solo puede transmitirla alguien que haya vivido esa lengua en la vida cotidiana, en la calle, en la familia, en la cultura.
Si bien en la actualidad continúan desarrollándose herramientas de IA para apoyar y mejorar el proceso de aprendizaje, no es posible sustituir la relación entre un profesor y su estudiante.
Y es que la IA no tiene intuición, no ve si un alumno está cansado o frustrado; tampoco detecta la alegría de quien, por fin, logró pronunciar una palabra difícil o mantener una conversación de más de dos minutos, mucho menos se ríe con el estudiante ni comparte su entusiasmo.
Tal y como señalan muchos expertos, por más que los sistemas actuales puedan procesar  el lenguaje, aún no comprenden lo que significa, mucho menos lo que se siente al usarlo.
Es importante comprender que el lenguaje nace del deseo de conectar y que nos permite expresar lo que pensamos, sentimos y soñamos. Por ello, enseñar y aprender un idioma no puede reducirse a una serie de comandos o respuestas automáticas.
A medida que avanza el desarrollo de una inteligencia artificial general (AGI), capaz de razonar y aprender como los humanos, muchos se preguntan si llegará el día en que una máquina pueda enseñar como lo hace una persona.
Mientras el proceso avanza, es valioso seguir valorando y fortaleciendo las relaciones entre las personas, no solo como un recurso académico, sino como un vínculo de confianza, humor, cultura y empatía que transforma vidas.