Esta vez, el blanco fue el alcalde Juan David Piedrahíta, quien sobrevivió ileso a un atentado armado ocurrido en la vía rural que conduce al corregimiento de Modín. Iba en su camioneta blindada cuando hombres armados abrieron fuego. Uno de sus escoltas fue herido en el ataque.
No fue una sorpresa total: hace un año, Piedrahíta ya había denunciado amenazas directas contra su vida. Voces anónimas, que decían hablar en nombre de grupos armados, le exigían entonces abandonar su cargo.
La Policía activó de inmediato un «Plan candado», pero hasta el momento no se reportan capturas. Lo que sí queda claro es que el ataque no fue casual. En una región marcada por la presencia de estructuras criminales de alto calibre, el atentado parece tener firma.
La sombra de ‘Los Flacos’ y el dominio del norte del Valle
Cartago no es cualquier municipio. Es uno de los enclaves más críticos del Valle del Cauca en términos de violencia organizada. Y ‘Los Flacos’, una banda con historia, peso y conexiones, lleva años operando desde las sombras —y a veces, a plena luz del día.
Esta organización criminal, nacida como un clan familiar, domina actividades que van desde el microtráfico y la extorsión, hasta secuestros y desapariciones. En los últimos tres años, más de 20 jóvenes han desaparecido en la zona, muchos sin dejar rastro. A ‘Los Flacos’ se les atribuye, además, nexos con ‘La Cordillera’ del Eje Cafetero y con el frente ‘Ernesto Che Guevara’ del ELN.
El nombre más temido dentro de esta red es Jhon Freddy Montoya Serna, alias ‘El Flaco’, un hombre que comenzó como paramilitar del Bloque Calima y ascendió como figura clave del crimen organizado. Fue capturado en 2022, pero su legado y estructura aún generan terror.
¿Un mensaje político?
Aunque las investigaciones apenas comienzan, el atentado contra el alcalde Piedrahíta tiene todas las señales de ser más que un simple acto intimidatorio. En un territorio donde la criminalidad busca controlar las decisiones públicas, la política se ha convertido en terreno de alto riesgo.
El ataque no solo pone en peligro a una autoridad local, sino que reaviva las alertas sobre la seguridad de los mandatarios en regiones con fuerte presencia de bandas criminales. El caso de Cartago podría ser una advertencia: el control territorial y el poder local siguen siendo objetivos de quienes operan al margen de la ley.