El desquiciado ambiente político-electoral colombiano

Diógenes Rosero, columnista.

Por: Diógenes Rosero Durango.

Si el objetivo de los perpetradores del vil atentado a Miguel Uribe Turbay era el de terminar de enturbiar el desquiciado ambiente político colombiano, habrían logrado su objetivo al 100%. Lo que vivimos hoy en el país, es un descontrol total en medio de unas fuertes tensiones políticas.

El doloroso crimen llega en medio de una polarización exacerbada en un fuerte enfrentamiento institucional entre un sector del congreso de la república y el presidente. Escogieron el momento preciso y una víctima perfecta, por lo que representa Miguel, su familia, y su rol de opositor del gobierno. Una macabra forma de generar caos.

El resultado es el regreso de los miedos para que la sociedad sucumba a una nueva espiral de violencia encendiendo la llama y que cualquiera dispare para cualquier lado -ojalá no- con nuevas víctimas fatales.

Y es que parece que se nos olvidó que nuestra democracia sigue sitiada por poderes oscuros que emergen en los momentos menos esperados y por eso es muy complicado jugar con la candela de la polarización. Seguramente la disputa política puede enardecerse en otros países sin mayores consecuencias, pero en Colombia, es a otro precio.

Lo que menos esperábamos, además, ha sido la equivocada reacción de gran parte de la clase política -incluido el gobierno- que parece estar echándole más leña al fuego. En vez de hacer una pausa, reflexionar, y llegar a unos acuerdos, pareciera que se potencia la división y ataques de un lado al otro.

Igualmente, se ha caído en la trampa de la especulación con cálculos políticos alrededor de los culpables del atentado, aumentado la incertidumbre y las posibles retaliaciones entre bandos.

La rencilla por la reforma Laboral, el decretazo y ahora la constituyente, auguran un panorama político nada alentador faltando un año para las elecciones, que se desarrollarían en medio de la crisis de seguridad, en un choque de trenes institucional, y una durísima confrontación política.

Tampoco se observa un rol mediador desde otros actores políticos como los expresidentes, gremios o la sociedad civil organizada, algunos de los cuales han tomado partido en medio de la trifulca, y otros, con poca capacidad de incidencia. No parece que alguien pueda ponerle Coto al desenfreno y crispación política.

Será que las altas cortes de forma consensada, acompañados por sectores de la academia, se pronuncian con argumentos de peso sobre en el intríngulis jurídico por las reformas y dan una alternativa institucional que todos acaten. O también, un grupo de notables de diferentes sectores políticos y regiones que se pongan la camiseta y plantean diálogos con el gobierno y la oposición. Una tercería con legitimidad y credibilidad.

Se hace necesaria la conformación de un bloque político-societal que busque alternativas institucionales que atemperen el ambiente y habiliten el sosiego para tramitar las diferencias políticas, que mande un mensaje a la ciudadanía de tranquilidad en medio de la incertidumbre y el temor generalizado.

Lo peor que puede ocurrir es el desbarrancadero total de la caótica situación política como la violencia de finales de los años 40s y en los 90s que terminaron en el frente nacional y en la constitución del 91 respectivamente ¿Vamos a llegar a esos extremos? Si no hay nadie que ponga un freno puede empeorar la situación ¡No podemos permitir que se siga calentando el país!


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Diógenes Rosero Durango

Profesor Universitario. Historiador Económico. Experto en temas de desarrollo y democracia. Vicerrector Admón. y Fin de la Universidad Autónoma del Caribe.