El período de ‘La Violencia’ marcó la historia de Colombia y fue uno de los episodios más conflictivos, en el que comenzó una sangrienta lucha bipartidista que dejó cerca de 200 mil muertos, indicó la Radio Nacional sobre el tema
¡…Llegaremos hasta la acción intrépida y el atentado personal… y haremos invivible la República!- había dicho Laureano Gómez en 1940 y lo logró desde entonces.
Como dijo el Libertador Simón Bolívar en su tiempo, Colombia es “un país con una población la mitad esclava y la otra mitad, salvaje; enemigos entre sí”, no es sólo de ahora en plena época de polarización política y escándalos en las redes sociales.
En 1953, si no aparece el salvador Golpe de Estado del General Gustavo Rojas Pinilla, lo más probable es que se hubiese repetido una de las tantas espantosas y horripilantes guerras civiles, que desde su nacimiento ha vivido este país. La nación era un campo generalizado de masacres.
La Radio Nacional cuenta que esta matanza entre colombianos -que ya venía de manera silenciosa- hace eclosión en 1948, tras la muerte del caudillo liberal, Jorge Eliécer Gaitán. Hubo asesinatos selectivos de militantes de ese partido y entonces, algunos campesinos decidieron armarse.
-Tras los asesinatos, algunos campesinos huyeron al monte para salvar a sus familias y allí crearon núcleos de autodefensa que serían con el tiempo la razón del nacimiento de las guerrillas liberales del sur del Tolima, las cuales fueron integradas por grupos familiares como los Cantillo, Vargas, Borja y Loaiza, entre otros- señala la radio.
Pero ya antes, se había integrado un grupo llamado Los Chulavitas, considerados como un ejército privado del presidente Laureano Gómez, responsable de no menos de 200 mil muertes en diversos sectores del país, en un período de 16 años.
Respaldados por caciques políticos y terratenientes, estos Chulavitas -o Pájaros como también se les conoció- se dedicaron a perseguir liberales y a sembrar el terror en campos y ciudades; nadie estaba seguro en ningún lugar. Sin necesidad de Toque de Queda, pocos se atrevían a andar en las calles por las noches.
Mientras tanto, desde los púlpitos, los sacerdotes intervenían de manera franca y abierta en la política. El periodista e historiador, Miguel Zapata Restrepo cuenta que el obispo Miguel Ángel Builes, quien recibió la Diócesis de Santa Rosas de Osos en 1924, en los años 40 y 50, incentivaba la lucha partidista con homilías como esta contra el liberalismo:
-Que el liberalismo ya no es pecado, se viene diciendo últimamente con grande insistencia; que los prelados no solo callan sino que han prohibido hablar del liberalismo; que se levantó la censura de algunos periódicos liberales; que el Papa dirigió una carta laudatoria al Excelentísimo Señor Presidente, y que por lo tanto ser liberal ya no es malo: en una palabra que se pueden seguir tranquilamente sin gravamen y conciencia las doctrinas del liberalismo y que se puede votar sin pecado por candidatos liberales, sin que eso sea obstáculo para recibir la absolución y participar de todos los bienes y derechos de la Iglesia. Nada más erróneo, pues lo que es esencialmente malo jamás dejará de serlo, y el liberalismo es esencialmente malo– decía el sacerdote
Esta clara participación del clero en política, como se nota en este sermón del prelado, era estimulada desde la presidencia de la República.
Laureano Gómez había manifestado “hacer invivible la República” y a fe que lo cumplió Antes y después del 9 de abril, los asesinatos de liberales eran parte del orden del día, el incendio de los periódicos de simpatizantes de esas colectividad y el desplazamiento de campesinos, alcanzó cifras espantosas:
Monseñor Emilio de Brigard -unos días antes del Golpe de Estado- se pronunció sobre el tema, según se cuenta en la sección de revistas del Banco de la República, Biblioteca Luis Ángel Arango.
-Hay más de 50.000 refugiados, niños, mujeres y ancianos, víctimas de la violencia en el territorio nacional- indicaba el prelado.
El Teniente General Gustavo Rojas Pinilla, se había mostrado preocupado por la horrorosa situación de hambre y muerte que se vivía en el país, hizo algunas afirmaciones que se interpretaron como acusaciones contra el presidente Gómez quien a la sazón estaba en receso a causa de una enfermedad.
Al enterarse de lo que se decía en los círculos castrenses, Gómez le ordenó al mandatario encargado, Roberto Urdaneta, que,llamara a “calificar servicios” -algo así como destituir- al General Rojas.
Este último se negó y el General, el militar con mayor prestancia y prestigio en el país, el único capaz de aglutinar en torno a sí a las Fuerzas Armadas, decidió asumir el mando en Colombia, después de muchos diálogos con el presidente encargado.
Ese 13 de junio de 1953, lo mismo que el 14, el optimismo renació en casi todos los estamentos de la nación, quienes se lanzaron a las calles para testimoniar su adhesión al nuevo régimen.
–Hay que gobernar con la opinión pública, porque la opinión pública y su respaldo es lo que salva al país- dijo el nuevo mandatario
-La oligarquía colombiana no se lo permitió- dicen hoy muchos de sus partidarios…