Mientras el país se conmueve por el estado de salud de Miguel Uribe, una polémica publicación de la senadora Isabel Zuleta desató una tormenta de críticas y profundizó la grieta entre oficialismo y oposición.
En medio de una semana marcada por la consternación nacional tras el atentado contra el senador Miguel Uribe Turbay, el ambiente político colombiano fue sacudido por un mensaje publicado por la senadora del Pacto Histórico, Isabel Zuleta, que no solo reavivó la tensión entre oficialismo y oposición, sino que también puso en el centro del debate los límites éticos del discurso político en tiempos de crisis. La controversia surgió a raíz de un trino en el que Zuleta sugirió, de forma ambigua pero cargada de intención, que sectores de la derecha estarían utilizando políticamente el estado de salud del senador herido.
“¿Ahora van a agitar a la primera línea para que se vaya para la clínica?”, escribió en su cuenta de X, en un mensaje que, para muchos, rozó la irresponsabilidad en un momento de alta sensibilidad. De inmediato, el mensaje fue percibido como una insinuación provocadora, alimentando sospechas de que el Pacto Histórico ve con cinismo las expresiones de solidaridad hacia Uribe y asume con desdén los efectos de un atentado que dejó a uno de sus adversarios políticos al borde de la muerte.
Se decretó un receso de una hora en medio de la discusión de la ponencia alternativa para buscar puntos de encuentro, se niegan a reconocer que la Reforma que salió de Cámara fue fruto de un consenso entre todos los sectores, la derecha no quiere a los trabajadores. pic.twitter.com/kS5cvaMUVM
— Isabel Zuleta (@ISAZULETA) June 11, 2025
El trino no solo indignó a sectores de oposición, sino que también dejó perplejos a muchos ciudadanos que esperaban altura en el debate. El senador Hernán Cadavid, del Centro Democrático, fue uno de los primeros en reaccionar. «Eso no lo provoca algo diferente al odio, el resentimiento. Solamente en una cabeza distorsionada se puede pensar en semejante afirmación», aseguró Cadavid, destacando que la gravedad del momento exigía respeto y silencio, no provocaciones.
La senadora @ISAZULETA sugiere que la Fundación Santa Fe publicaría información sobre la salud de Miguel Uribe para afectar “la reforma laboral y la consulta”
Senadora. Usted merece que la evidencie, pero no merece respuesta.
Nadie da lo que no tiene pic.twitter.com/6lpln6gwgD
— Hernán Cadavid (@hernancadavidma) June 11, 2025
Lamentable mensaje
Pero igual no hay mucho más que esperar de ustedesSin palabras https://t.co/lANumg66QM
— Hernán Cadavid (@hernancadavidma) June 11, 2025
Zuleta intentó matizar el contenido de su mensaje con una segunda publicación, esta vez más mesurada, en la que afirmó: “Deseamos una pronta recuperación al senador Miguel Uribe Turbay (…) lo que expresé esta mañana es que algunos sectores de derecha (…) han instrumentalizado esta situación para frenar el debate democrático sobre la consulta popular y la reforma laboral”. Sin embargo, el daño ya estaba hecho. Su aclaración no consiguió apagar la indignación.
Deseamos una pronta recuperación al senador Miguel Uribe Turbay y, personalmente, espero volver a escuchar su voz en el debate político.
Lo que expresé esta mañana es que algunos sectores de derecha, incluidas candidaturas presidenciales, han instrumentalizado esta situación… https://t.co/8lGARItgfn
— Isabel Zuleta (@ISAZULETA) June 11, 2025
La senadora también arremetió contra la Fundación Santa Fe, insinuando que podría estarse prestando para anuncios médicos calculados con fines políticos. Este señalamiento levantó una ola de repudio que trascendió lo ideológico. Al tocar a la institucionalidad médica, Zuleta cruzó una línea roja en la opinión pública: la instrumentalización del dolor humano.
Fundación Santa Fe ha sido ampliamente reconocida por su neutralidad, profesionalismo y compromiso ético. Sugerir que esta entidad podría manipular la información médica para favorecer una corriente política fue visto por muchos como un ataque injustificado. «Es una ofensa a todo el personal de la salud en Colombia», sentenció Cadavid, visiblemente afectado.
Más allá del tono de la polémica, lo que deja expuesto este episodio es el deterioro del debate político colombiano, atrapado en una espiral de desconfianza, polarización y lenguaje beligerante. No es la primera vez que una figura pública —de cualquier sector— hace afirmaciones que rozan el cinismo y terminan por deslegitimar causas que podrían discutirse con altura.
Para algunos analistas, las palabras de Zuleta revelan el profundo desencanto institucional que afecta tanto al gobierno como a la oposición. El señalamiento contra la Fundación Santa Fe, por ejemplo, más que una estrategia comunicacional, parece una expresión del clima de paranoia en el que se ha instalado una parte del oficialismo. El hecho de que el comentario haya coincidido con el anuncio del debate de la reforma laboral y la consulta popular solo alimentó las sospechas y llevó a algunos opositores a acusarla de buscar una «cortina de humo» ante la baja gobernabilidad que enfrenta el Ejecutivo.
Detrás de la controversia, se evidencia una lucha de narrativas que revela más de lo que oculta. Para el oficialismo, cualquier pausa en el trámite de las reformas puede interpretarse como un sabotaje; para la oposición, cualquier comentario fuera de tono es una muestra de desprecio por las instituciones y las personas. Esta dinámica, lejos de fomentar la deliberación, erosiona la confianza ciudadana y convierte cada incidente en un campo de batalla.
En términos estratégicos, el episodio es una advertencia al Pacto Histórico, que deberá revisar sus líneas de comunicación, especialmente cuando sus voceros adoptan un tono que puede ser percibido como deshumanizante. Las consecuencias políticas para Zuleta podrían ser importantes si se considera el crecimiento del malestar ciudadano con la manera en que el oficialismo enfrenta la crítica y la oposición.
A su vez, el Centro Democrático encontró en este episodio una oportunidad para proyectar un discurso que apela al respeto institucional y la ética pública, un terreno en el que no siempre ha tenido ventaja. Cadavid supo capitalizar el momento, no solo al defender a su colega herido, sino al plantear una visión de país menos confrontacional y más humanista.
A medida que se aproxima el ciclo electoral de 2026, estos eventos comienzan a perfilar no solo a los protagonistas, sino también los valores que cada sector político desea proyectar. La instrumentalización del dolor, las acusaciones cruzadas y el discurso agresivo podrían convertirse en bumeranes si no se manejan con cuidado. El electorado colombiano está cada vez más cansado de la violencia simbólica, tanto como de la real.
Este caso no será el último. Pero sí debería ser un punto de inflexión. La política, en un país tan golpeado por la violencia como Colombia, no puede seguir reproduciendo lógicas de enemistad absoluta. La libertad de expresión y el disenso son esenciales, pero requieren también de responsabilidad, especialmente cuando la vida de una persona está en juego.
En resumen, la polémica entre Isabel Zuleta y Hernán Cadavid, con Miguel Uribe Turbay aún en estado crítico, ha dejado al desnudo las tensiones que atraviesan la democracia colombiana. No se trata solo de una confrontación más: es un síntoma de una política que parece haber perdido el pulso humano. Y si no se recupera pronto, el costo no será solo electoral, sino social.
Y.A.