Relacionarse con personas que evitan el compromiso es más común de lo que parece. Lejos de ser simple coincidencia, puede estar ligada a ciertos patrones emocionales y experiencias del pasado.
Por: Redacción Sociales
DIARIO LA LIBERTAD
¿Te ha pasado que conoces a alguien increíble, todo fluye con naturalidad, hay química, risas, citas prometedoras y, justo cuando parece que la relación va en serio, esa persona empieza a alejarse sin explicación? De repente es distante, esquiva cualquier conversación profunda y, casi sin darte cuenta, te encuentras solo y preguntándote qué salió mal.
Si esta historia te resulta familiar, no estás solo. Y no, no es que el universo se haya ensañado contigo ni que tengas mala suerte en el amor, por el contrario, este tipo de vínculos, donde el compromiso siempre parece ser el gran ausente, tiene raíces más profundas y muchas veces invisibles a simple vista.
Y es que desde una perspectiva lógica, podría parecer una simple coincidencia o un infortunio personal, sin embrago, lo cierto es que este patrón amoroso refleja una realidad compuesta por heridas emocionales no resueltas, dinámicas de apego formadas en la infancia y hasta elementos culturales que moldean las ideas sobre lo que significa el amor.
Hablar de esto no solo es necesario, sino urgente. Es importante comprender que detrás de esas historias de amor fallidas con alguien que le huye al compromiso suelen haber trastornos emocionales que muchas veces preferimos ignorar.
Desde la infancia, se va construyendo una idea del amor basada en lo que recibimos (o no recibimos) de nuestros cuidadores. Si crecimos en entornos donde el afecto era inestable, condicional o ausente, podemos terminar interiorizando la creencia de que no merecemos un amor pleno, lo que lleva a convertirnos en adultos que buscan parejas que confirmen ese sentimiento de insuficiencia.
Este tipo de experiencia deja secuelas significativas, como es el caso del miedo al abandono, que paradójicamente puede empujarnos a elegir personas emocionalmente indisponibles. Es un mecanismo de defensa sutil pero poderoso: si estoy con alguien que nunca se compromete del todo, me ahorro el dolor de una pérdida real.
Otro factor importante es lo que los psicólogos llaman patrones de apego. Quienes desarrollan un apego ansioso tienden a necesitar constante validación, mientras que los de apego evitativo evaden la intimidad por miedo a sentirse atrapados. Cuando estos dos estilos se encuentran, la relación se convierte en un juego de persecución emocional, un “tira y afloja” agotador donde el compromiso nunca llega.
En otros casos, el atractivo de lo inalcanzable se convierte en un objetivo en sí mismo. La idea de “conquistar” a quien se resiste puede alimentar el ego y generar una falsa sensación de triunfo. Pero cuando el reto desaparece y la realidad llega, que sería una realidad sin compromiso, aparece la frustración y el vacío.
Atrapado en relaciones sin futuro
Este tipo de vínculos, que no terminan por aterrizar, no solo generan dolor emocional, también pueden afectar nuestra autoestima, nuestros proyectos de vida
y hasta nuestra salud mental.
Para nadie es un secreto que vivir constantemente en la incertidumbre, con la esperanza de que “esta vez sí funcione”, conlleva a un ciclo de ansiedad, decepción y soledad que se repite no solo una, sino muchas veces.
Lo más preocupante es que el dolor puede ir consolidando la falsa creencia de que un amor sano, recíproco y comprometido no es para nosotros. Pues mientras no se trabaje esas raíces profundas, seguiremos eligiendo desde la herida, no desde el deseo real de construir algo sólido.
¿Cómo rompemos con ese ciclo?
El primer paso es el autoconocimiento. Escribir lo que sentimos, identificar qué nos duele, qué nos activa emocionalmente en una relación, es un ejercicio que puede abrirnos los ojos. Explorar los tipos de apego, comprender si somos más ansiosos, evitativos o seguros, nos ayuda a entender nuestras reacciones y elecciones amorosas.
Otros tips son:
•Ábrete poco a poco: si la intimidad te da miedo, no tienes que lanzarte de cabeza. Empieza compartiendo cositas pequeñas, tus pensamientos, tus sentimientos. Así te vas acostumbrando a la cercanía emocional.
•Pon tus límites claros: es súper importante saber qué quieres y qué no toleras en una relación. ¡Comunícalo! Es tu derecho y tu bienestar emocional depende de ello.
•Busca un ‘guía’: un terapeuta o consejero es como un entrenador personal para tu vida emocional. Te da un espacio seguro para hablar de esas heridas viejas y te da herramientas para construir relaciones más sanas.
•Habla sin rodeos: si ya estás en una relación, conversa honestamente con tu pareja sobre lo que sientes y lo que te preocupa. La comunicación es la base de la confianza y el crecimiento juntos.
Dejar de elegir amores imposibles o esquivos no es fácil. Requiere trabajo personal, paciencia y mucho amor propio, pero también es el primer paso para vivir un amor que se quede, que construya y que abrace sin miedo.