Rubén, conocido en el barrio San José El Pando como “Mono Copete”, fue durante años un vecino querido por todos. Su habilidad con la madera y su pasión por el buen sonido y los pick-up que animaban las esquinas del barrio lo convirtieron en una figura reconocida y respetada. Siempre dispuesto a ayudar en emergencias o a echar una mano, Rubén era símbolo de trabajo honesto y resocialización tras su paso por un grupo armado.
Sin embargo, su vida dio un giro trágico en diciembre pasado, cuando en Bogotá recibió la devastadora noticia: dos de sus hijos habían sido asesinados en San José El Pando. Ese golpe le quebró el alma y lo devolvió a su tierra natal consumido por el dolor y la rabia.
Impulsado por el deseo de justicia y venganza, Rubén retornó al camino oscuro que había dejado atrás, reclutando y liderando a un grupo de jóvenes que, según las autoridades, estaban vinculados a actividades criminales bajo el financiamiento del ‘Clan del Golfo’. En las calles del barrio se comenta que su objetivo era ajustar cuentas por la muerte de sus hijos, pero el ciclo de violencia también lo alcanzó a él y a su familia.
Un atentado dirigido a Rubén terminó con la vida de su madre, una mujer de 94 años, inocente víctima de esta guerra que no parecía tener fin. Finalmente, en la noche del martes 3 de junio, Rubén fue asesinado en Ciénaga, Magdalena, por el mismo grupo que buscaba callarlo.
Hoy, en San José de El Pando, la comunidad llora la pérdida del hombre alegre que alguna vez fue y sueña con la paz luego de semanas marcadas por la violencia.