Campesino: raíz de nuestra historia y esperanza de nuestro futuro

Por: Patricia Caicedo Omar

Cada 1 de junio, Colombia conmemora el Día del Campesino. Esta fecha no es solo un homenaje: es un llamado urgente a reconocer, dignificar y proteger a quienes han sido víctimas de todas las guerras y conflictos que ha vivido este país —que, en el fondo, siempre han sido por la tierra—, aun cuando han sostenido con su trabajo el alimento de la nación. En el Caribe colombiano, y especialmente en el Magdalena, el campesinado no es solo presencia: es raíz.

Una esperanza que brota: la Reforma Agraria con el Gobierno del Cambio

Hoy, desde la responsabilidad que me ha otorgado el Gobierno del presidente Gustavo Petro y en la que he hecho equipo con el director General de la ANT Felipe Harman, soy testigo de una esperanza que florece: la de un campesinado que por fin siente que un gobierno se acordó de él y le está cumpliendo. En cada recorrido por veredas, corregimientos y plazas campesinas, veo cómo la Reforma Agraria dejó de ser promesa para convertirse en realidad. No es un eslogan: es reparación histórica. Es la devolución del derecho a la tierra, a la vida digna, a la justicia postergada.

El campesino, alma de la historia rural

Desde la época colonial, el campesinado ha sido explotado, invisibilizado y sometido. En la región Caribe, el siglo XIX marcó un antes y un después: los cultivos de banano y café fortalecieron la economía nacional sobre los hombros del trabajador rural, pero la tierra y sus frutos nunca le pertenecieron.

Municipios como Ciénaga, Fundación y Zona Bananera crecieron al ritmo del sudor campesino, mientras compañías extranjeras como la United Fruit Company se llevaban la riqueza. La Masacre de las Bananeras en 1928 fue el resultado sangriento de esa injusticia. Esa memoria sigue viva y exige respuesta.

Resistencia campesina: siglos de lucha, décadas de abandono

Pese al despojo, la pobreza y la violencia sistemática, el campesinado ha resistido. Ha marchado, ha sembrado, ha denunciado. Desde las ligas campesinas del siglo XX hasta las mingas, los baluartes y las  movilizaciones agrarias del siglo XXI, su historia es la de una resistencia incansable.

El Acuerdo de Paz de 2016 reconoció su importancia con el punto uno: “Hacia un nuevo campo colombiano: Reforma Rural Integral”. Pero su implementación fue mínima hasta la llegada del Gobierno del Cambio. Con Petro, la tierra volvió al centro del debate. El campo dejó de ser retaguardia y se convirtió en vanguardia.

El campesinado en el Magdalena: víctima del despojo, motor de esperanza

En el Magdalena, miles de familias campesinas fueron desplazadas, silenciadas, despojadas. Más de 12.000 solicitudes de restitución dan cuenta de una tragedia que aún duele. Pero hoy, muchas de esas familias comienzan a retornar. A sembrar. A soñar con que sí es posible ser dueños de una finca, sin tener que alquilarle al terrateniente.

Esa es la parte más emocionante de mi trabajo: ver los rostros sonrientes de quienes reciben una tierra, y los ojos esperanzados de quien cree que ahora sí es posible… porque ya le pasó a su vecino.

Cifras que sí cuentan: avances concretos del Gobierno Petro

En tres años, nuestro Gobierno, a través de la Agencia Nacional de Tierras, ha entregado 577.184 hectáreas, alcanzando el 20 % de la meta histórica de tres millones. Hemos formalizado 1.588.221 hectáreas, superando en más de nueve veces los registros de los dos gobiernos anteriores.

Además: 6,5 millones de hectáreas han sido radicadas en procesos de restitución para pueblos indígenas, comunidades negras, afrocolombianas y raizales. 77.932 hectáreas recuperadas judicialmente en ruta individual. 164.600 hectáreas en ruta colectiva.

Se han tramitado más de un millón de solicitudes de acceso a tierra por parte de comunidades rurales. Estas no son solo cifras. Son tierra. Son esperanza. Son familias que vuelven a tener un lugar en el país que ayudaron a construir.

En el Caribe colombiano, históricamente una zona de despojo de tierras campesinas, hoy con el Gobierno Petro 43.091 hectáreas volvieron a manos del pueblo y 11.119 han sido formalizadas.

El Caribe campesino: cultura, saber y dignidad

La ruralidad caribeña no es adorno folclórico: es conocimiento tradicional, vernáculo, es dignidad viva. El campesinado del Magdalena cultiva el plátano, el ñame, la yuca… pero también cultiva la palabra, canta, siembra y enseñan. Producen el alimento y preservan la memoria.

Y aunque por años fueron ignorados por los gobiernos, hoy están recibiendo títulos de propiedad, asistencia técnica, caminos adecuados y, sobre todo, respeto. Por fin, el Estado les dice: ustedes son protagonistas del desarrollo.

¿Qué falta? Convertir esta Reforma Agraria en política de Estado

El cambio está en marcha, pero necesita continuidad. Para que la Reforma Agraria sea estructural y no dependa de un solo gobierno, debe convertirse en política de Estado. El acceso a la tierra debe ir de la mano con:

— Crédito rural justo.

— Educación con enfoque territorial.

— Infraestructura vial.

— Protección ambiental y justicia climática.

En el Magdalena, es urgente fortalecer las asociaciones campesinas, ampliar los corredores productivos y garantizar una presencia estatal permanente. La tierra no puede seguir siendo un privilegio. No puede seguir ocurriendo que haya más tierra para el pasto de las vacas que para los cultivos de los campesinos.

El legado de Petro: tierra, reparación y paz

Este Gobierno ha asumido la responsabilidad histórica de hacer lo que otros no quisieron: cumplirle al campesino. En cada hectárea recuperada, en cada título entregado, en cada feria campesina, hay una apuesta clara: la paz empieza donde empieza la justicia agraria.

Como mujer caribeña, de padres con estirpe campesina, y en ejercicio de lo público, tengo un compromiso amoroso con esta transformación. Porque si la semilla del campesino germina, Colombia florece.

Este 1 de junio no solo conmemoramos: reafirmamos. El campesino no está solo. Está con un gobierno que, por fin, comienza a reconocerlo y a honrarlo.