La temporada de huracanes en el Atlántico dio inicio este domingo con un panorama desafiante: se espera una actividad ciclónica más intensa de lo habitual, mientras que organismos clave en la gestión de emergencias enfrentan recortes presupuestarios significativos en Estados Unidos.
De acuerdo con la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA), se prevé la formación de entre 13 y 19 tormentas con nombre, de las cuales entre 6 y 10 podrían convertirse en huracanes, y al menos tres de ellos alcanzarían categorías mayores (3, 4 o 5 en la escala Saffir-Simpson). Este aumento está relacionado con el calentamiento del océano Atlántico, una condición neutral del fenómeno de El Niño y un posible fortalecimiento del monzón en África Occidental, lo que incrementa la formación de ondas tropicales.
Entre los nombres previstos para los ciclones este año se encuentran Andrés, Barry, Chantal, Dexter y Wendy, entre otros.
La meteoróloga del Centro Nacional de Huracanes (NHC), Gladys Rubio, advirtió que esta será una temporada más activa que el promedio histórico, un patrón que se ha vuelto cada vez más común. «Es fundamental que quienes viven en zonas vulnerables, como Florida, la costa del Golfo, el Caribe y México, comiencen a prepararse desde ya», señaló en entrevista con EFE.
Los expertos también han alertado sobre el creciente riesgo para la población, no solo por el número de tormentas, sino por el incremento de habitantes en zonas costeras propensas a huracanes. “Aunque mejore la precisión de los pronósticos, la vulnerabilidad sigue aumentando porque más personas se mudan a áreas expuestas”, explicó Michael Brennan, director del NHC.
En 2024, la temporada cerró con 18 tormentas y 11 huracanes, cinco de los cuales tocaron tierra en Estados Unidos. El más letal fue Helene, que provocó más de 200 muertes en el sur del país.
A esta compleja situación se suma una crisis política por el reciente paquete presupuestal aprobado en la Cámara de Representantes, impulsado por el expresidente Donald Trump, que propone un recorte del 30 % al presupuesto de la NOAA y una reducción de 646 millones de dólares para la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA).
Mientras la NOAA y el NHC aseguran que cuentan con el personal y recursos necesarios para afrontar la temporada, FEMA admitió en documentos internos filtrados que no está completamente preparada para una respuesta efectiva ante desastres mayores.
El congresista Jared Moskowitz, uno de los principales opositores al recorte, advirtió que «reducir los fondos para pronósticos meteorológicos y gestión de emergencias solo aumenta la inseguridad de las familias estadounidenses».
A pesar de las críticas, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, defendió la autosuficiencia estatal en materia de respuesta a huracanes: “Florida está lista para apoyar a todas sus comunidades ante cualquier eventualidad”, afirmó al iniciar la temporada.