Análisis Campesino: pilar de la resistencia histórica y eje de desarrollo

El campesino vive una nueva esperanza con la Reforma Agraria liderada por el Gobierno del presidente Gustavo Petro Urrego.

Por PATRICIA CAICEDO OMAR
Asesora Nacional, Agencia Nacional de Tierras

Cada dos de junio, Colombia celebra el Día del Campesino, una fecha institucionalizada que busca reconocer a quienes, históricamente, han garantizado el alimento en las mesas de los hogares. Sin embargo, más allá del acto conmemorativo, este día representa una oportunidad crítica para analizar la importancia del campesino como sujeto histórico, social y económico, y entender su rol determinante en la construcción de una nación que apenas está saldando su deuda de justicia, reconocimiento y reparación. En las montañas, sabanas, ciénagas y valles del Caribe, particularmente en el departamento del Magdalena, la huella del campesinado no solo persiste: es imprescindible.

Hoy, como funcionaria del Gobierno del Cambio, como caminante de veredas, corregimientos y pueblos, soy testigo de una transformación profunda: el campesino vuelve a ser el centro. La Reforma Agraria en marcha no es una promesa: es una realidad. Y es también una reparación.

Campesinos desde la Colonia hasta hoy

El campesino colombiano, figura clave desde los tiempos coloniales, ha sido el motor de la producción agroalimentaria. Durante la Colonia, eran los mestizos, indígenas y esclavizados quienes, bajo formas de explotación como el encomendero, producían los alimentos que sostenían tanto a las ciudades como a los enclaves mineros. Con la independencia y la lenta construcción de la república, el campesinado emergió como una clase social productiva, aunque siempre subordinada a los intereses de las élites terratenientes.

En el siglo 19, la expansión del cultivo de plátano en el Magdalena (región Caribe), y posteriormente la bonanza cafetera, consolidaron el papel del campesino como columna vertebral de la economía nacional. En el Magdalena, a instancia de municipios como: Ciénaga, Fundación, Aracataca y Zona Bananera, se convirtió en símbolo del poder de la tierra. Pero ese poder no fue para quienes la trabajaban. Empresas extranjeras como la United Fruit Company explotaron la riqueza natural y humana de la zona, dejando una estela de desigualdad que aún persiste.

Padecimientos, luchas y causas campesinas

El campesino en Colombia ha sido sistemáticamente marginado. Su vida ha estado marcada por la precariedad: ausencia de títulos de propiedad, servicios públicos insuficientes, educación limitada y una salud pública colapsada. Aun así, han resistido. Desde las ligas campesinas de mediados del siglo 20 hasta las movilizaciones agrarias del siglo 21, su lucha ha sido constante y digna.

Han reclamado acceso a la tierra, participación en decisiones políticas y reconocimiento como sujetos de derecho. Aunque el Acuerdo de Paz de 2016 entre el Estado colombiano y las FARC-EP incluyó un punto específico sobre desarrollo rural integral, su implementación fue lenta y limitada hasta la llegada del Gobierno Petro que puso a andar la Reforma Agraria. En departamentos como el Magdalena, donde las brechas son más profundas, las soluciones apenas comienzan a superar su condición de promesa incumplida.

Campesinos y violencia estructural

La historia del campesino colombiano también está atravesada por la violencia. Desde la Masacre de las Bananeras en 1928 hasta los desplazamientos masivos provocados por grupos armados ilegales en las últimas décadas, el campo ha sido escenario de una guerra que no fue suya, pero que han pagado con su vida y su tierra.

En el Magdalena, el campesinado ha sido víctima de desplazamientos forzados, despojo de tierras y amenazas sistemáticas. Según datos de la Unidad de Restitución de Tierras, más de 12.000 solicitudes de restitución se han presentado en este departamento, la mayoría de ellas provenientes de familias campesinas que fueron expulsadas por la violencia paramilitar y el narcotráfico. A pesar de los esfuerzos institucionales, la restitución sigue siendo mínima frente a la magnitud del despojo.

Gobierno del Cambio le cumple al campesino

En tan solo tres años, el Gobierno del presidente Petro ha logrado lo que décadas de políticas neoliberales no consiguieron: hacer de la Reforma Agraria una política real y ejecutada. Se han recuperado 577.184 hectáreas para el Fondo de Tierras, alcanzando ya el 20 % de la meta histórica de tres millones de hectáreas para la Reforma Agraria. Además, se han radicado 6,5 millones de hectáreas en los despachos de restitución de tierras para pueblos indígenas, comunidades negras, afrocolombianas y raizales.

También avanza la restitución con cifras sin precedentes: 77.932 hectáreas recuperadas judicialmente en ruta individual y 164.600 en ruta colectiva, devolviendo esperanza y futuro a quienes fueron despojados por la violencia.

Hoy, una de cada tres ofertas de venta de tierras recibe una respuesta positiva, y más de un millón de colombianos han solicitado tierra para producir y vivir con dignidad. En cada conversación en las veredas, en cada mirada de esperanza, percibo lo que significa esta política transformadora. El campesino hoy siente que el Estado volvió a mirar al campo con respeto.

El campesino en el Caribe y el Magdalena

El Caribe colombiano tiene una identidad profundamente ligada al mundo campesino. Sus músicas, fiestas, prácticas agrícolas y formas de vida giran en torno a una ruralidad viva. En el Magdalena, el campesinado no solo produce alimentos: conserva saberes ancestrales, cuida el medio ambiente y sostiene la economía informal de los municipios.

Y aunque durante años la región fue víctima del despojo y la indiferencia estatal, hoy los campesinos del Magdalena caminan con esperanza. Gracias al impulso del Gobierno Petro, muchas familias están recibiendo títulos de propiedad, asistencia técnica, vías dignas y reconocimiento como actores fundamentales del desarrollo.

Propuestas para continuar dignificando al campesino

La tarea no está terminada. Requiere continuidad. Para que la Reforma Agraria sea estructural, debe consolidarse como política de Estado. El acceso a la tierra debe ir acompañado de créditos justos, educación rural con enfoque territorial, conectividad, salud y justicia ambiental.

En el Magdalena, por ejemplo, urge ampliar los corredores productivos, apoyar las economías campesinas, reforzar las asociaciones agrícolas y fortalecer la presencia institucional en la ruralidad. La tierra no puede seguir siendo un privilegio: debe ser un derecho garantizado.

El legado del presidente Petro: tierra, dignidad y paz

Como funcionaria de la Agencia Nacional de Tierras, y como mujer caribeña comprometida con la justicia social, puedo decir con certeza que este es el Gobierno que ha decidido honrar la deuda histórica con el campesinado. En cada hectárea recuperada, en cada título entregado, en cada mercado campesino impulsado, se está sembrando una nueva Colombia.

El presidente Gustavo Petro ha hecho lo que otros no quisieron: poner al campesino en el centro de la transformación. Hoy no se trata solo de redistribuir tierras: se trata de redistribuir dignidad, memoria, justicia y paz. Porque si el campo florece, Colombia florece.

Y esa semilla, que ya germina en la tierra fértil del Magdalena y de todo el país, necesita cuidado, continuidad y decisión política. Por eso, en este Día del Campesino, no solo celebramos: reafirmamos que el campesino no está solo. Está con un Gobierno que le cree, que le cumple y que le honra.