Un cuento para Santa Marta: cuando un ciclón bomba interrumpió los 500 años de historia

En una historia creada con Inteligencia Artificial y “corazón humano”, los 500 años de Santa Marta se ven trastocados por un ciclón bomba. La narrativa revela la tensión entre la celebración, la corrupción y la fuerza de la naturaleza.

En la cálida y colorida Santa Marta, la perla del Caribe colombiano, el 29 de julio amaneció con un sol ardiente, como si el mismo cielo quisiera sumarse a la conmemoración de los 500 años de fundación de la ciudad. Las calles bullían de vida, entre guirnaldas de colores, tambores al ritmo de cumbia, y un aire impregnado del inconfundible olor a pescado frito.

En la Plaza de Bolívar, vestida con banderas que ondeaban con orgullo, todo estaba dispuesto para el discurso del alcalde Ernesto Salazar, un hombre polémico cuya sombra de poder había oscurecido el alma de la ciudad desde que asumió el cargo hace apenas un año. Su elección no fue por voluntad popular, sino por decisión de una comisión escrutadora, que, en medio de acusaciones de fraude, le otorgó la credencial. “Es la voluntad del pueblo”, dijo el presidente de la comisión, mientras en las calles el pueblo mismo gritaba fraude.

Desde entonces, Ernesto gobernaba con mano peluda, ignorando las quejas ciudadanas y aprovechando su puesto para enriquecerse a costa del patrimonio local. Pero ese día, la historia de Santa Marta tomó otro rumbo.

Mientras los samarios celebraban, una brisa fría comenzó a soplar desde el mar. Los pescadores, con la sabiduría que da el tiempo, alzaron la mirada. “Algo viene”, dijeron. Pronto, nubes negras se arremolinaron sobre la Sierra Nevada, y el viento comenzó a aullar con furia.

Desde sus oficinas, los meteorólogos confirmaron lo impensable: un ciclón bomba —un fenómeno raro e implacable— se dirigía directamente hacia la ciudad. En cuestión de horas, Santa Marta pasó del júbilo al pánico. El mar Caribe se levantó con olas monstruosas que azotaron el malecón y arrancaron palmeras de raíz. La lluvia caía como una sábana implacable y el viento rugía como si la naturaleza reclamara la ciudad.

Los escenarios de celebración se derrumbaron, y miles de ciudadanos buscaron refugio en iglesias, escuelas y casas resistentes. Pero en la alcaldía, Ernesto Salazar no parecía afectado. Desde su despacho, ordenó: “Que mis escoltas me traigan el cofre de la ciudad, ahora”.

Esa reliquia colonial, guardiana de documentos históricos y, según viejas leyendas, oro tayrona, era su obsesión. Aquel día había prometido abrirla en público, como símbolo de su legado. Pero ahora, con la ciudad al borde del desastre, lo que debía ser una ceremonia se convirtió en una huida temeraria.

Con el ciclón bomba rugiendo sobre Santa Marta, las calles convertidas en ríos de barro y los techos volando como hojas, Ernesto salió de la alcaldía con el cofre bajo el brazo. Desafiante, avanzó por una ciudad que ya no respondía a su poder. En ese instante, la figura del alcalde se desdibujó entre la tormenta, como un símbolo de una era que quizás debía quedar enterrada con la fuerza del viento y el agua.

Este cuento, generado con Inteligencia Artificial (IA) pero tejido con corazón humano, no solo rinde homenaje a la historia de Santa Marta, sino que plantea una crítica feroz al poder, al ego y a las decisiones que se toman en nombre del pueblo sin su verdadero consentimiento. En los 500 años de esta joya del Caribe, la ciudad no solo enfrentó la furia de la naturaleza, sino también el espejo de su propia realidad.