Memorias de un mutante, un libro que captura

Por Orlando Andrade Gallardo

 

“Transformar la vida en letras supone cambiar el recuerdo por vocablos  intemporales, es tomar el libro como una vida, pasar las hojas como pasando los años, los párrafos como recuerdos y las uniones y separaciones como segmentos diferenciados, por títulos que solo pretenden, pues la vida siempre desborda  lo escrito, sintetizar las vivencias”. Con estas reflexiones que adornan el lenguaje, inicia el libro ‘Memorias de un mutante’ escrito  por  el académico, exprofesor de la Universidad del Atlántico y otros centros  superiores, y sociólogo Héctor Parra.

La autobiografía del profesor narrada con mucha profundidad literaria, colocando cada palabra y verbo en su lugar, una sintaxis precisa que facilita y captura al lector más exigente, es una muestra de la alta calidad del sociólogo-escritor. El profesor Parra relata el proceso de vida  que los seres humanos padecen cuando pertenecen a los estratos marginados y barios subnormales con limitaciones a la salud, alimentación, educación, vivienda digna y el acceso a los servicios públicos. Hernando, con carácter y personalidad, cuenta sin reserva con detalles las experiencias vividas una parte de su niñez y juventud en estos barrios de la capital, que fueron superados con paciencia y sabiduría a lado de su mamá y hermanos.

No es extraño que otros profesionales de una de las disciplinas más importantes del conocimiento como es la sociología,  cuente historias parecidas a la del profesor Parra, de haber vivido en barrios marginales como Las Cruces en Bogotá,  trabajar de obrero en la fabricación de cerámica. A los doce años ganaba algunos pesos de acompañante a vecinas mayores en sus diligencias, a los 17 años ayudante de construcción por periodos largos, luego  contratado para pegar baldosas, posteriormente  repartir  leche a domicilio, en camión repartidor de gaseosas y pare de contar. Cualquier parecido con  sociólogos  barranquilleros no es casualidad, la apertura de la facultad de sociología a  finales de los 60, tuvo una gran aceptación entre bachilleres en estudiar algo apasionante,  vanguardista y de libre pensamiento, que se matricularon en el primer semestre cientos de alumnos, la gran mayoría aspirantes de bajos recursos económicos, con las ventajas que era nocturno y se podría trabajar en el día.   Los grupos de 80 y 100 estudiantes  estaban integrados por maestros de escuelas con salarios de hambre,  trabajadores informales, tanto hombres como mujeres, algunos mensajeros, patinadores de banco, relojeros en el mercado, obreros de construcción, carpinteros,  meseros en restaurantes y cafeterías, vendedores de enciclopedias, vigilantes y otros oficios. Hoy la gran mayoría finalizaron su profesión de sociólogos y gozan de su pensión como  ex profesores y rectores de universidades, investigadores de centros de estudios, evaluadores de tesis de grados y programas académicos, escritores, periodistas y conferencistas en temas de interés público. Lo que prueba una vez más que el conocimiento bien aprendido asegura el futuro de las personas. La autobiografía de Hernando está cargada de anécdotas bien contadas, desde joven luchó por sus sueños, fue activo militante  de  grupos contestatarios en Bogotá para luchar por el bienestar de las clases marginadas y desplazados. Sus vivencias despertaron en el sociólogo la vocación de servicio para defender a los grupos vulnerables del país. Por su condición de miembro activo de esos grupos ayudó a organizar el paro cívico nacional el 14 de septiembre de 1977, tan contundente como el Bogotazo,  al poco tiempo de posesionado como presidente Julio César Turbay Ayala, abuelo del aspirante a la presidencia Miguel Uribe Turbay. El nuevo presidente activó el Estatuto represivo contra los organizadores del paro y solicitó asilo político en Francia donde permaneció dos años en Europa con su compañera sentimental. Turbay continuó con la represión que originó la toma de la  embajada dominicana el 27 de febrero  de 1980 por el M-19. ¿Será que su nieto heredó ese sentimiento represivo? preguntémosle a Alvarito. Hernando  regresó  a Barranquilla e ingresó a la facultad de sociología.

Es evidente que el desafío de la sociedad  y los individuos  consiste en atribuir sentido al mundo en que se desarrolla y poder contribuir a sus identidades colectivas e individuales; no podemos caer en la sensación del desconcierto y pérdida de la confianza, por el miedo y la exclusión social. Valorarse a sí mismo es uno de los temas reivindicativos de la sociedad  actual que lucha por lograr una convivencia sana y es la razón de la lucha constante como fenómeno que jalona las libertades y la independencia de los pueblos. Es normal que en los espacios culturales  las personas construyan  colectivamente el mundo que habitan y experimentan para alcanzar sus logros. Hernando es ese colombiano multicultural, que hoy después de 25 años de vida académica, disfruta de su pensión en compañía de familiares en la bella zona cafetera, y hacer lo que más le gusta: leer, investigar y escribir. ‘Memorias de un mutante’, libro de obligación lectura por sus mensajes literarios y ejemplo de vida. Felicitaciones.