Aunque durante años se creyó que las aguas de estos dos gigantes oceánicos no se combinaban, la ciencia ha demostrado que el fenómeno tiene una explicación natural basada en la dinámica de los eddies y los sedimentos glaciares.
Durante años, una imagen impactante ha circulado por Internet, mostrando una línea divisoria clara entre dos cuerpos de agua que, supuestamente, pertenecen al océano Atlántico y al océano Pacífico. La imagen ha sido presentada como una evidencia visual de que ambos océanos no se mezclan, lo que llevó a muchos a creer en la existencia de una frontera natural e impenetrable entre estas masas de agua. Sin embargo, la realidad científica tras este fenómeno es muy distinta.
El punto más citado de este aparente «choque» entre los dos océanos se encuentra en el Golfo de Alaska, donde, a primera vista, dos tonalidades de azul parecen mantenerse separadas sin fusionarse. Esta observación ha alimentado el mito de que las aguas del Atlántico y del Pacífico se enfrentan sin mezclarse, una idea errónea que se propagó ampliamente a través de redes sociales, blogs, y foros, generando confusión incluso entre quienes tienen nociones básicas de oceanografía.
La explicación detrás del fenómeno no tiene nada que ver con la supuesta incompatibilidad entre océanos. Lo que ocurre en realidad tiene su origen en un proceso natural fascinante: los llamados «eddies», o remolinos oceánicos, que son estructuras circulares de agua que pueden alcanzar cientos de kilómetros de diámetro. Estos remolinos son parte del sistema global de corrientes oceánicas y convección, y cumplen funciones esenciales en la distribución de nutrientes y sedimentos marinos.
En el caso del Golfo de Alaska, los eddies transportan aguas provenientes de ríos glaciares como el río Copper, que desemboca al este del Prince William Sound. Estas aguas glaciares están cargadas de sedimentos y arcillas, elementos que alteran el color del agua y la hacen parecer más turbia. La diferencia de color entre el agua cargada de sedimentos (de un azul pizarra intenso) y el agua oceánica más clara (un azul eléctrico) es lo que crea la ilusión óptica de dos mares que no se tocan.
“Este proyecto es una respuesta concreta al deterioro de los arrecifes en el Caribe y el Pacífico, y lo llevamos como bandera a la Cumbre de los Océanos en Francia”, señaló Sergio Díaz-Granados, presidente ejecutivo de CAF, al hacer referencia a cómo la percepción de fenómenos marinos puede generar tanto fascinación como desinformación.
La desmitificación de esta imagen vino de la mano del investigador Kenneth W. Bruland, de la Universidad de California, quien junto a su equipo analizó estas formaciones de remolinos en la región del Golfo de Alaska. Bruland identificó que los eddies no solo mueven grandes volúmenes de agua, sino que también arrastran consigo cantidades considerables de hierro y otros minerales esenciales para el ecosistema marino, provenientes del material suspendido en los glaciares.
Fue el propio Bruland quien fotografió la imagen famosa que dio origen al mito y quien también demostró que, aunque el contraste visual es llamativo, las aguas sí se mezclan. “Aunque sea imperceptible para en las imágenes, sí se llegan a mezclar”, aclaró el investigador. Esta afirmación pone punto final a uno de los mitos marinos más difundidos en la era digital.
A nivel científico, este fenómeno tiene implicaciones importantes. La mezcla de aguas cargadas de nutrientes con el océano abierto puede fomentar el crecimiento del fitoplancton, base de la cadena alimenticia marina. Además, los sedimentos que aportan minerales como el hierro son fundamentales para los procesos biogeoquímicos en el mar.
Este caso ejemplifica cómo la viralización de imágenes puede generar malentendidos científicos que, con el tiempo, se consolidan como mitos populares. La historia de los océanos que no se mezclan revela la necesidad de una mayor divulgación científica y de que los fenómenos naturales sean explicados por especialistas, no por el atractivo visual de una fotografía. Gracias a investigaciones como las de Kenneth W. Bruland, hoy entendemos que las diferencias visuales entre masas de agua responden a complejos procesos físicos y químicos, y no a barreras invisibles entre océanos.
Y.A.