Por: Lorena Criales Merlano
La clase a lo largo del semestre con el Profesor Reynaldo Mora Mora fue un proceso enriquecedor que trascendió la mera transmisión de conocimientos. Desde el primer encuentro, quedó claro que su enfoque pedagógico se sustentaba en la dinamización del aula, el estímulo de la participación activa y la constante invitación a la crítica constructiva. No fuimos espectadores pasivos, sino agentes activos en la construcción del saber.
Las discusiones giraron en torno a conceptos fundamentales en la educación, abordando el currículo como un espacio de posibilidades y desafíos. Bajo su guía, comprendimos que el currículo no es solo un listado de contenidos, sino una estructura viva que se interconecta con la misión y la visión de las instituciones educativas. Nos llevó a cuestionar: ¿Qué valores y principios guían la educación que impartimos? ¿Cómo se traducen estos en la práctica?
Asimismo, exploramos los conceptos de aprendibilidad, educabilidad y enseñabilidad, términos que nos obligaron a reconsiderar el papel de docentes y estudiantes en el proceso educativo. La aprendibilidad se planteó como la capacidad de los estudiantes para apropiarse del conocimiento, resaltando la importancia de metodologías accesibles y contextualizadas. La educabilidad se discutió como la predisposición del sujeto a ser educado, lo que llevó a interesantes reflexiones sobre los factores sociales y culturales que inciden en la formación. La enseñabilidad, en cambio, nos desafió a pensar en las mejores estrategias para lograr que los contenidos fueran comprensibles y significativos, promoviendo un aprendizaje activo.
Cada sesión fue un espacio de diálogo, confrontación de ideas y construcción colectiva. Las metodologías empleadas por el profesor incentivaron la participación, permitiéndonos desafiar conceptos establecidos y proponer nuevas perspectivas. No se trató de memorizar información, sino de comprenderla, cuestionarla y aplicarla en contextos reales.
El semestre dejó una enseñanza clara: la educación no debe ser un proceso rígido, sino una práctica dinámica que se adapte a las necesidades y potencialidades de los estudiantes. Gracias a este enfoque, no solo adquirimos conocimientos, sino que desarrollamos una mirada crítica sobre el entorno educativo y nuestro papel dentro de él.
Este curso no solo nos ofreció herramientas teóricas, sino una invitación permanente a la reflexión sobre el significado y el impacto de la educación. Al cerrar el semestre, más que respuestas, nos llevamos preguntas fundamentales que seguirán nutriendo nuestro camino como futuros educadores.