Por Álvaro Cotes Córdoba
Por estos días de la víspera de los 500 años de Santa Marta, uno pasa por la Alcaldía y se siente un olor y un ruido de una raspadera incesante, estridente e intolerante.
El otro día pasé por la Secretaría de Educación y sentí el fuerte olor a cucayo, que como a muchos, nos gusta comer y por eso entré, para sentir más de cerca ese sabroso olor.
Noté enseguida que estaban raspando un cucayo en el despacho y esperé a que abrieran la puerta, para saber quién lo estaba haciendo.
Luego de media hora y después de no escucharse más la raspadera, salió un mensajero apresurado y con un documento entre sus manos. Le pregunté de qué se trataba y enseguida me contestó muy efusivo, que era una carta dirigida a los rectores de las 47 escuelas que tiene el Distrito en la ciudad. La leí y comprendí de inmediato lo que estaba sucediendo.
Le estaban enviando el cucayo ya raspado a los rectores de esos colegios, indicándoles con palabras muy elocuentes, que con ese raspado realizaran siete obras en sus planteles, como por ejemplo, arreglar unas puertas, pintar los salones y dibujar murales, para después enviar las evidencias de esas obras con fotos y vídeos, a la oficina de comunicaciones, con el fin de que esta se encargue luego de difundirlas por las redes sociales y compinches contratados dentro de la campaña liderada por el “honorable y gran elegido” e ilegítimo y jefe de la administración distrital, denominada “DeUnaEnUna”, dentro del marco de reunir 500 obras en la educación y mostrarlas como una gestión “única e histórica”.
Pero resulta y pasa que la verdad de ese cucayo es enviado por el gobierno nacional cada año, para que los rectores de esos colegios hagan esas mismas obras en sus planteles. No obstante, la mezquina gestión de ese gobierno distrital ha optado por quitarle hasta esa mísera dignidad de los colegios y hacerles ver a la gente que será una obra del alcalde ilegítimo, sin poner un solo peso.