¿El Papa en Santa Marta? El realismo mágico ahora gobierna entre aguas de…

Mientras los samarios esquivan aguas negras, suplican por agua potable y se encierran temprano para no ser víctimas de la delincuencia, el alcalde Carlos Pinedo sueña a lo grande: ahora asegura que Santa Marta está “lista para recibir” al Papa León XIV (Robert Prevost), en caso de que decida visitar Colombia.

Sí, así como lo oye. En la ciudad del rebosamiento de aguas servidas, el alcalde saca pecho y dice que estamos listos para recibir a una de las figuras más importantes del mundo. ¿Será que lo va a alojar en El Camellón inundado o en una calle del centro con huecos del tamaño de una fea herejía?

Los ciudadanos no salieron del asombro. Y no precisamente por fervor religioso. Porque mientras la Fiesta del Mar se tragó 7.500 millones en medio del escándalo por su deslucida ejecución, y la visita de marines y realeza española costó otros 4.500 millones, el nuevo delirio vaticano solo hace pensar: ¿cuánto más se va a gastar para seguir vendiendo humo?

Todo esto mientras la ciudad se cae a pedazos y el alcalde intenta mantenerse en el cargo aferrado a una elección que aún no ha sido validada judicialmente. Sí, porque Carlos Pinedo enfrenta una demanda de nulidad electoral, y hasta el reconteo de votos favorece a otro candidato. Pero él, como si nada, sigue dando declaraciones grandilocuentes mientras intenta recusar a la magistrada que decidirá su suerte. Spoiler: no lo logró.

Entonces, uno se pregunta:

¿se trata de una estrategia para desviar la atención de los escándalos?

¿Una cortina de incienso ante el hedor de la crisis institucional, la inseguridad y el colapso de servicios básicos?

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Santa Marta no necesita una visita del Papa. Necesita que le devuelvan el agua, la confianza y el orden. Porque la fe no se mide por la capacidad de montar eventos, sino por gobernar con responsabilidad. Y en eso, hasta ahora, el balance es tan desastroso como una misa sin feligreses.

Por eso, mientras el alcalde juega a ser anfitrión celestial, los samarios siguen preguntándose:


¿Cuándo llegará el milagro real?

¿Cuándo se irá el caos?

¿Y quién, al final, va a rendir cuentas por tanto abandono?