Un hábito tan básico como lavarse las manos puede marcar la diferencia entre la salud y la enfermedad, entre la prevención y el contagio, e incluso entre la vida y la muerte. En 2025, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) celebra 17 años de la campaña global ‘Salve vidas: limpie sus manos’, la humanidad se enfrenta al desafío de la resistencia a los antimicrobianos (RAM), una amenaza silenciosa que pone en riesgo los avances médicos del último siglo.
Cada año, millones de personas enferman por infecciones que podrían haberse evitado con una correcta higiene de manos. Esta acción sencilla, no solo previene contagios, sino que también ayuda a reducir el uso de antibióticos y, por tanto, limita la propagación de bacterias resistentes.
Así lo advierte la Organización Panamericana de la Salud (OPS), que insiste en que el lavado de manos es una de las herramientas más poderosas para proteger la salud pública.
La resistencia a los antimicrobianos no es un problema exclusivo de los centros de salud. Surge y se expande en entornos como los hogares, escuelas, industrias, granjas y hasta en el medio ambiente. El uso inadecuado de antibióticos en personas, animales y plantas, sumado a la automedicación y la falta de higiene adecuada, ha contribuido al fortalecimiento de microorganismos que ya no responden a los tratamientos convencionales.
Según el Banco Mundial, si no se actúa de manera inmediata y coordinada, para el año 2050 la RAM podría causar la muerte de 10 millones de personas anualmente y desencadenar una crisis económica sin precedentes, golpeando especialmente a los países de ingresos bajos y medios. Además, comprometería seriamente el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), como el ODS 1 (Fin de la pobreza) y el ODS 3 (Salud y bienestar).
En este contexto, la higiene de manos se convierte en un acto de responsabilidad individual y colectiva. La Secretaría de Salud ha reforzado su estrategia para promover este hábito, recomendando lavarse las manos en momentos clave: antes de preparar o ingerir alimentos, después de ir al baño, tocar animales, estornudar, jugar o cambiar un pañal.
Para que el lavado sea realmente efectivo, se debe seguir una rutina de 11 pasos que dura entre 40 y 60 segundos. Inicia mojando las manos con agua, aplica suficiente jabón y frótalas con atención, incluyendo palmas, dorsos, dedos, uñas y pulgares. Finalmente, enjuaga bien, sécalas con una toalla desechable y úsala para cerrar el grifo.