Las señales que no se deben ignorar: cómo identificar a un presunto abusador infantil, según expertos

Grooming, manipulación emocional y conductas sospechosas son las principales señales para detectar posibles abusadores. Colombia registra miles de casos cada año, en una problemática que sigue silenciada.

El abuso sexual infantil es una de las violencias más profundas, silenciadas y persistentes en la sociedad colombiana y global. La infancia, etapa que debería ser sinónimo de seguridad, confianza y juego, continúa viéndose violentada por agresores que operan muchas veces desde el mismo entorno de la víctima. Identificar a un presunto abusador infantil puede salvar vidas y prevenir nuevos casos. Por ello, expertos en criminología y psicología forense han identificado tres señales clave que deben generar alerta.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), uno de cada cinco niños en el mundo ha sido víctima de algún tipo de abuso sexual. En Colombia, la situación es igualmente alarmante. Entre enero y marzo de 2025, el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses practicó 4.890 exámenes médicos legales por presuntos delitos sexuales contra menores de edad. De estos, los adolescentes entre 12 y 17 años representan el grupo más afectado, con 2.216 casos. Le siguen los niños de entre 6 y 11 años (1.213 casos), y los más pequeños, de 0 a 5 años (464 casos). Las regiones más afectadas son Bogotá (737 casos), Antioquia (545), Valle del Cauca (438), Cundinamarca (388) y Tolima (257).

Frente a este panorama, los especialistas hacen un llamado urgente a padres, cuidadores, docentes y la comunidad en general a identificar tres patrones de comportamiento que podrían delatar a un posible agresor. La primera señal es el llamado grooming o acercamiento estratégico. Este patrón se refiere al proceso en que el abusador establece un vínculo previo con el niño, ganándose su confianza y la de su entorno mediante atenciones especiales, regalos o promesas.

“El grooming no es un acto impulsivo, es un proceso planificado. Se observa en detalles como ofrecer regalos, propiciar contacto físico disfrazado de juego, o buscar tiempo a solas con el menor”, explican desde la Universidad de New Hampshire, que reveló en un estudio de 2022 que el 68 % de los abusadores recurren a esta práctica.

Según datos de Interpol, el 90 % de los agresores no son desconocidos para las víctimas. Son personas del entorno: familiares, docentes, entrenadores o conocidos que tienen acceso frecuente y confianza con los menores. Esta cercanía facilita el segundo patrón de alarma: la manipulación emocional y la exigencia de secretos.

Los abusadores, según la American Psychological Association (2023), utilizan amenazas, chantajes emocionales o mentiras para silenciar a sus víctimas. Frases como “si cuentas, tu mamá sufrirá”, o “esto es un juego entre nosotros” son comunes en estos casos. Una investigación de la Universidad de Cambridge reveló que el 75 % de las víctimas no denuncian el abuso por miedo, confusión o culpa inducida por su agresor.

El tercer indicador se encuentra en los patrones de comportamiento sospechoso. De acuerdo con el FBI, actitudes como un interés excesivo en niños, la toma de fotografías sin consentimiento, el aislamiento de menores en redes sociales, o justificar el contacto con ellos en términos despectivos hacia la infancia deben levantar alertas. “Los abusadores muchas veces racionalizan sus actos, afirmando que los niños ‘provocan’ o que no están haciendo daño”, aclaran los expertos.

En la era digital, el riesgo se multiplica. Marcela Parra, directora del programa de investigación criminal de la Universidad Manuela Beltrán, advirtió en diálogo con RCN Radio que plataformas como TikTok, videojuegos en línea y redes sociales están siendo utilizadas como herramientas de captación. “Los abusadores comparten códigos para identificar niños solos o vulnerables. A veces usan discursos de falsa empatía para ganarse su confianza”, explicó.

Frente a cualquier sospecha, los especialistas recomiendan evitar confrontaciones directas con el presunto agresor, pues esto puede alertarlo y poner al menor en mayor riesgo. En su lugar, se debe recurrir a las autoridades. En Colombia, las denuncias pueden hacerse a través de la línea 141 del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) o mediante la página www.teprotejo.org.

Otro paso crucial es escuchar y creer a los niños. Según el Journal of Child Abuse & Neglect (2023), solo entre el 5 % y el 10 % de las denuncias resultan ser falsas. Por ello, la desconfianza o el cuestionamiento inmediato puede revictimizar al menor y disuadirlo de buscar ayuda.

Los expertos coinciden en que identificar estas señales no reemplaza una investigación judicial, pero sí puede marcar la diferencia entre prevenir un abuso o permitir su continuidad. La protección de la infancia requiere vigilancia activa, educación sobre derechos y una cultura que priorice el bienestar de los menores por encima del miedo al escándalo o las apariencias.

Y.A.