POR: HEMELY MARTINEZ
En el contexto educativo colombiano, la relación entre currículo y evaluación ha sido objeto de un intenso debate, especialmente a raíz de las críticas planteadas por el doctor Reynaldo Mora Mora. Su análisis nos invita a reflexionar sobre la función que cumplen las evaluaciones en nuestro sistema educativo y cómo estas pueden, en lugar de ser herramientas de inclusión, convertirse en barreras que perpetúan la desigualdad.
Las Pruebas de Estado, que se han establecido como un estándar para medir la calidad educativa, han demostrado ser un arma de doble filo. Si bien su intención es garantizar un nivel mínimo de competencia, su implementación ha generado un efecto colateral devastador: la exclusión de estudiantes de estratos socioeconómicos bajos del acceso a la educación superior. Este fenómeno no solo limita las oportunidades de desarrollo personal y profesional de miles de jóvenes, sino que también refuerza un ciclo de pobreza que es difícil de romper.
Es fundamental cuestionar la lógica detrás de estas evaluaciones estandarizadas. ¿Realmente reflejan el potencial de nuestros estudiantes? ¿O simplemente miden su capacidad para adaptarse a un sistema que no toma en cuenta sus realidades y contextos? La respuesta parece clara: las pruebas, en su forma actual, no son un reflejo fiel de la diversidad y riqueza de experiencias que cada estudiante aporta al aula.
El doctor Mora propone una Evaluación Contextualizada y Pertinente (ECP) que se aleje de la visión mercantilista y burocrática que ha dominado las políticas educativas. Esta propuesta no solo busca evaluar el conocimiento, sino también el desarrollo integral de los estudiantes como ciudadanos críticos y comprometidos con su entorno.
La educación debe ser un espacio de formación que trascienda la mera acumulación de información y que fomente habilidades para la vida, la convivencia y la participación activa en la sociedad.
La crítica a la mercantilización de la educación es especialmente relevante en un país donde la desigualdad social es palpable. La educación no puede ser vista como un producto que se compra y se vende, sino como un derecho fundamental que debe ser accesible para todos, independientemente de su origen socioeconómico. La evaluación, entonces, debe ser un proceso inclusivo que reconozca y valore las particularidades de cada estudiante, en lugar de imponer un modelo único que favorece a unos pocos.
Es hora de que la comunidad educativa, incluidos docentes, directivos, padres y estudiantes, se una en un esfuerzo colectivo para repensar la evaluación. Necesitamos construir un sistema que no solo mida el rendimiento académico, sino que también fomente el desarrollo de competencias socioemocionales, la creatividad y el pensamiento crítico. La educación debe ser un motor de cambio social, y para ello, la evaluación debe ser una herramienta que impulse la inclusión y la equidad.
En conclusión, el doctor Mora es claro: debemos transformar nuestra visión de la evaluación y del currículo. Solo así podremos construir un sistema educativo que realmente responda a las necesidades de todos los estudiantes y que contribuya a la construcción de una sociedad más justa y equitativa.
La educación es un derecho, y su evaluación debe ser un reflejo de esa realidad. Es momento de actuar y de hacer de la inclusión y la pertinencia los pilares de nuestra educación.
Reflexiones finales: la transformación del sistema educativo colombiano no es solo una tarea de los educadores, sino un compromiso de toda la sociedad. La evaluación debe ser un proceso que no solo mida, sino que también motive y empodere a los estudiantes. Al adoptar un enfoque más inclusivo y contextualizado, podemos garantizar que cada estudiante tenga la oportunidad de brillar y contribuir a un futuro más equitativo. La educación es la clave para romper ciclos de pobreza y construir una sociedad más justa; por lo tanto, debemos asegurarnos de que todos tengan acceso a ella, sin importar su contexto socioeconómico. Este ejercicio hace parte de los Talleres de Lectura y Escritura en Procesos Curriculares que se construyen con alumnos de la Licenciatura en Ciencias Sociales de la Universidad del Atlántico.