Tribuna Pedagógica / Pensar el currículo

Reynaldo Mora Mora.

 

POR: REYNALDO MORA MORA

 

Mis textos (Tribuna Pedagógica, Tractatus Curriculares y Pensamientos Formativos Curriculares) invitan profundamente y de manera perspicaz y con genial inteligencia (que la tienen los educadores), y con el corazón dolido (por la cantidad de jóvenes bachilleres que no pueden ingresar a las universidades estatales) a señalar la más importante y enfermiza aparición de nuestro sistema educativo, como es la desigualdad social desde la educación a través de las Pruebas de Estado. Con mis textos señalo y destaco ante mis colegas la tipicidad marcada y negativa que produce en esa muchedumbre de mentes soñadoras el sentirse marginados de la educación superior pública.

Como educadores críticos tenemos que inquietar el alma de la sociedad, reconciliar la Escuela y la Universidad como instituciones públicas con la sociedad, porque ella sufre sinceramente con los pobres que no ingresan por los “malos” resultados de esas pruebas. Esta es la verdad que atestigua pensar en una nueva propuesta evaluativa para dar por terminado el proceso de la plaga enfermiza de quienes estandarizan y homogenizan a las muchas localidades de que se compone la geografía colombiana. Tenemos que hacer un hábil diagnóstico, muy especialmente, el profesor Etiel Torregrosa lo está haciendo en su tesis doctoral sobre este tipo de prácticas evaluativas. Como educadores críticos nos debemos conocimiento y discernimiento frente a esta enfermedad. Todavía podemos dar la gran esperanza a nuestros jóvenes al promover el Derecho Fundamental de la Educación Superior, porque esta enfermedad debe ser curada. Tenemos que renovar el sistema educativo y revivir el diálogo de lo local con lo regional, con lo nacional, con lo panlatinoamericano para dialogar con los otros mundos. Este es el currículo que necesitamos.

Por ello, el currículo y el contexto tienen muchos puntos comunes: son capaces de crear interacciones, intercambios mediante los cuales queda asegurada la Formación Integral. Y, es que El currículo oficial de las competencias pregonado por los tecnócratas de la educación, y por los profetas neoliberales, cuando se aplica a los pobres de las periferias de la geografía colombiana, quedan excluidos de la educación superior pública, y no es otra cosa que una “formación” para el desempleo, la marginalidad y la desigualdad social.

El currículo encuentra en el contexto un laboratorio didáctico para convertirse en ingrediente neurálgico de los procesos de enseñanza y aprendizaje pensando la formación de buenos ciudadanos. Con el ojo guiado por el contexto y sus necesidades sociales, el currículo por fin ve que debe responder a la sociedad y no a los reclamos neoliberales, ni a los tecnócratas de la educación. Esta es la fortaleza del Currículo Contextualizado y Pertinente, CCP, es su candela formativa, es su fuego formador que se coloca en cada uno de los saberes enseñables. Este es el destino formador de cada Institución Educativa. Con la herramienta formativa, llamada Currículo Contextualizado y Pertinente, la comprensión del contexto con sus actores y sujetos, que hacen parte de un proceso unitario entre Escuela y realidad social, se busca su acceso como una creciente necesidad.

El currículo y el contexto tienen muchos puntos comunes: son capaces de crear interacciones, intercambios mediante los cuales queda asegurada la Formación Integral. Nuestro punto de atención es destacar la importancia del contexto como realidad social en los procesos de construcción curricular. O mejor, para hablar con más propiedad, como la organización del currículo escolar con base en las Problemáticas Sociales, PS, que, en resumidas cuentas, son los diversos elementos que se entrelazan y dan significados a la enseñanza contextualizada de los saberes. En definitiva, el currículo organiza, coordina y prioriza posibilidades y necesidades para que se adapte a las características de cada contexto.

El currículo es construcción y reconstrucción de valores y conocimientos para integrar el contexto a los saberes. El currículo es construcción y descubrimiento directo de las Problemáticas Sociales, las únicas capaces de experimentar cambios en la enseñanza de los saberes. La función mediadora del currículo con los problemas de la sociedad representa la base fundamental que guía la acción misional de una Institución Educativa para alcanzar los propósitos misionales constitucionales, cuales son, los de la formación de buenos ciudadanos (art. 95 de la CP de 1991). Escritura, acción, transformación, pasión y contexto forman la textura simbólica del currículo y de su lectura interpretativa-transformadora que apunta a dar cuenta de la potencia del currículo como práctica en y para la formación de buenos ciudadanos desde los saberes, como modo de decir lo que no puede decirse de otro modo. Es la dimensión cinética del currículo con el contexto, es la relación con las Problemáticas Sociales, es el desplazamiento de los saberes al contexto. Currículo y contexto se enlazan así en una iconicidad que construye posibilidades de vida.

Hemos venido descubriendo que el contexto con sus Problemáticas Sociales nos permite entender la relación del currículo con estas necesidades desde las experiencias de la enseñanza de los saberes. Esto sugiere que su comprensión se produce en términos dialógicos constructivos. Estas experiencias se conceptualizan y definen en términos de lo que pretende la misión de una Institución Educativa. El contexto nos plantea una pregunta fundamental: ¿qué constituye un currículo basado en las experiencias dialogantes entre saberes y Problemáticas Sociales? Cada una de experiencias que promueve una Institución Educativa son un dominio que se expresan en un todo estructurado dentro de una experiencia que se conceptualiza como lo que hemos denominado una experiencia transformadora. Estas experiencias curriculares son experiencialmente básicas porque caracterizan la misionalidad de una Institución Educativa dentro de la experiencia humana que se ponen en escena con la enseñanza de los saberes, que se representan como prácticas y teorías coherentes de nuestras experiencias como educadores.

En el campo del currículo, al abordar esta categoría-soporte del PEI, debemos ser cautos y juiciosos al momento de asumir su concepto, porque hoy existe una inflación de expresiones en cuya textura aparece este concepto. La nómina es amplísima y creciente en extensión. Multitud de prácticas y experiencias se revisten y presentan bajo este concepto. En mi obra “Prácticas curriculares, cultura y procesos de formación” (Segunda Edición. Ediciones Universidad Simón Bolívar, Barranquilla, 2012), he identificado 101 concepciones sobre currículo. El curriculista identifica definiciones de autores relevantes, elegidos cuidadosamente para ilustrar su problema de investigación sobre la falta de claridad en el lenguaje de este campo, después procede el análisis del significado del currículo en el lenguaje cotidiano escolar y especializado.

El currículo pone un movimiento dinámico ético-formativo y político pensando la formación de buenos ciudadanos que reside en el corazón mismo del concepto de currículo. Este concepto incluye dos tendencias fundamentales: la primera es la noción de un currículo que se afirma en la construcción sociocultural que abarca todo el espacio escolar; la segunda es una noción de currículo que abarca su base ética. Para decirlo de otro modo: el currículo presenta su fuerza como permanente y necesario al sistema educativo. El currículo debe tener consigo un mundo de valores y de ideales de la Constitución Política (arts. 67 y 95, CP) y de los Fines de la Educación (art. 5, Ley General de Educación de 1994). Es un currículo que recoge las más altas expresiones de la tradición occidental de los derechos humanos, a la vez, las nuevas potencialidades abiertas por los cambios de la sociedad: filosóficos, tecnológicos, axiológicos, culturales, económicos. Tiene consigo una nueva idea de hombre, ajustado a lo propio, a su historia y a su cultura. El currículo es depositario, en suma, de los valores de un auténtico humano, y al mismo tiempo, renovación de las perspectivas presentes y futuras.