La historia de Luisa Fernanda González, una joven que en los últimos días había sido vista deambulando sola por parques, playas y calles de Santa Marta, tuvo un desenlace trágico este sábado: su cuerpo fue hallado sin vida a un costado de la carretera Troncal del Caribe, a la altura del río Toribio, en límites con el municipio de Ciénaga.
Luisa Fernanda, según testigos, había llegado a la ciudad sin que nadie supiera exactamente cómo ni por qué. Durante varios días fue vista caminando desorientada, durmiendo en andenes del Camellón de la Bahía, hablando de forma incoherente y mostrando señales de confusión mental. Algunos habitantes aseguraban que era originaria de Bogotá.
En medio de los rumores, surgieron versiones de que había estado acompañada inicialmente por otra mujer que luego desapareció. Esta supuesta acompañante afirmó que a Luisa le habían «hecho brujería», lo cual habría alterado su comportamiento.
Su presencia en las calles fue comentada, observada y luego olvidada por muchos, hasta que este sábado 10 de mayo su nombre volvió a sonar, esta vez por una noticia fatal: fue encontrada muerta en la vía, en medio de un charco de sangre y con heridas visibles en la cabeza. Las circunstancias de su muerte aún no han sido esclarecidas. Algunos testigos afirman que fue arrollada por un vehículo, mientras otros sostienen que recibió un disparo.
La Policía Metropolitana de Santa Marta y las autoridades judiciales ya adelantan las investigaciones para determinar las causas exactas del deceso y esclarecer si se trató de un accidente, un homicidio o un acto de violencia de otro tipo.
Este hecho deja al descubierto no solo la fragilidad de quienes enfrentan crisis mentales o personales en el anonimato de las calles, sino también la indiferencia de una sociedad que a menudo observa sin actuar.
Luisa Fernanda González tenía solo 27 años. Hoy, su historia se convierte en un llamado a la empatía, a la prevención y a la acción oportuna frente a los casos de vulnerabilidad extrema.