
Antes de ser elegido pontífice, Robert Prevost fue distinguido en 2023 con la Medalla de Oro de Santo Toribio de Mogrovejo, el más alto reconocimiento del Episcopado Peruano, por su labor pastoral de casi cuatro décadas en el país.
Mucho antes de convertirse en el primer papa de origen estadounidense, Robert Prevost, ahora León XIV, ya había dejado una huella profunda en América Latina, particularmente en el Perú, país que lo vio caminar como misionero durante casi 40 años. Fue ese compromiso pastoral el que motivó, en 2023, su condecoración con la Medalla de Oro de Santo Toribio de Mogrovejo, el más alto honor otorgado por el Episcopado Peruano, en reconocimiento a su entrega incansable a la Iglesia y al pueblo peruano.
La ceremonia de distinción tuvo lugar en un momento clave en su trayectoria, poco antes de partir a Roma para asumir el cargo de prefecto del Dicasterio para los Obispos y presidente de la Comisión Pontificia para América Latina, ambos designados por el entonces papa Francisco. La medalla le fue impuesta por el monseñor Miguel Cabrejos, presidente en ese momento de la Conferencia Episcopal Peruana y del Consejo Episcopal Latinoamericano.
“Solo puedo dar gracias a Dios por haberme permitido trabajar aquí por tantos años”, expresó Prevost tras recibir la condecoración. Sus palabras, cargadas de emoción y gratitud, reflejaban la profundidad del vínculo construido con el Perú desde que llegó como misionero en 1985.
Su labor comenzó en Chulucanas, una localidad de la región Piura, donde ejerció como vicario parroquial y canciller diocesano. Allí dio sus primeros pasos como pastor entre comunidades rurales que marcaron su visión social de la Iglesia. Luego, su camino lo llevó a Trujillo, donde se desempeñó como formador de jóvenes agustinos, vicario judicial, profesor de seminario y párroco, combinando funciones pastorales, judiciales y académicas.
Finalmente, su misión se consolidó en la diócesis de Chiclayo, donde permaneció más de ocho años, convirtiéndose en una figura cercana a la comunidad. Fue allí donde culminó su labor en el país, poco antes de partir al Vaticano. La Medalla de Oro de Santo Toribio de Mogrovejo simbolizó, para muchos, no solo un reconocimiento institucional, sino también el agradecimiento de un país entero al hombre que había hecho del Perú su hogar espiritual.
El gesto del Episcopado no fue aislado. Para miles de fieles peruanos, Prevost era mucho más que un clérigo extranjero: era un hermano, un guía y un rostro constante en sus parroquias. Por ello, cuando fue nombrado papa, su elección fue celebrada con júbilo en las tres regiones donde sirvió.
Durante el acto de entrega de la medalla, el entonces cardenal dedicó un mensaje a sus colegas y al pueblo peruano:
“Me han enseñado muchísimas cosas y como pastor, pues yo solo puedo dar gracias a Dios por haberme permitido trabajar aquí por tantos años”, afirmó conmovido.
Incluso en su primer mensaje al mundo como papa León XIV, el recuerdo de su experiencia en tierras peruanas fue protagonista. Hablando en español desde el balcón del Vaticano, el pontífice dijo:
“A mi querida diócesis de Chiclayo en el Perú, donde un pueblo fiel ha acompañado a su obispo, compartido su fe y ha dado tanto para seguir siendo Iglesia fiel de Jesucristo”.
Esa fidelidad y reciprocidad fueron precisamente lo que inspiraron la entrega de la medalla. Para el Episcopado Peruano, reconocer a Prevost fue rendir tributo a una trayectoria marcada por la humildad, el servicio y el diálogo constante con las comunidades.
En paralelo, la vocera del Reniec, Rubí Rivas, confirmó que Robert Prevost es oficialmente ciudadano peruano desde 2015, cuando obtuvo su DNI. Este detalle reforzó aún más el sentido simbólico de su condecoración: no era solo un homenaje a un obispo extranjero, sino a un peruano de corazón y de derecho.
Hoy, convertido en pontífice, León XIV lleva consigo una historia tejida entre dos naciones. Pero su paso por el Perú –culminado con la Medalla de Oro de Santo Toribio de Mogrovejo– representa, sin duda, uno de los capítulos más humanos y luminosos de su vida eclesial.
Y.A.