Por: Roberto Carlos Díaz
La crítica que hace el Maestro Reynaldo Mora al plantear que hay una cosificación y una racionalización positivista en las Pruebas de Estado que matan la creatividad de nuestros estudiantes, cosificándola, me hizo pensar en muchos de nuestros estudiantes que, aunque poseen saberes valiosos sobre su territorio, se bloquean completamente en el Icfes. Esa «muerte de la creatividad» que el maestro señala la vemos a diario en nuestras aulas rurales. ¡Qué potente este análisis desde Adorno y Horkheimer! Esa «utilidad instrumental» y ese «cálculo curricular» que domina al Icfes se traduce en frustración para nuestros jóvenes indígenas y campesinos. Cuando el Maestro Mora escribe sobre esos «datos fríos» y lo «positivo» de esas pruebas, me vienen a la mente las reuniones donde debemos explicar como rector de una Institución Educativa a los padres wayúu y wiwa, por qué sus hijos, sabios en su cultura, son etiquetados como «deficientes» por un sistema que no valora sus conocimientos territoriales.
En nuestra tesis doctoral sobre educación ambiental con enfoque sistémico, estamos justamente luchando contra esa «homogeneización y positivización del aprendizaje» que el maestro denuncia. Tratamos de crear espacios donde el saber ancestral sobre el agua, la tierra y los ciclos naturales dialogue con el conocimiento académico, sin subordinarse a él. Me duele especialmente su frase «matando sus alegrías y esperanzas». El año pasado observamos cómo varios estudiantes con talentos extraordinarios para la gestión ambiental local quedaron desanimados tras recibir sus resultados del Icfes. El método analítico y la descomposición mediante competencias han creado una jerarquía perversa donde ciertos saberes son invisibilizados. Su crítica al pensamiento lógico-matemático como «vehículo de exaltación de los buenos» me recuerda nuestra lucha por valorar múltiples formas de inteligencia en el Prae. Cuando evaluamos a nuestros estudiantes por su capacidad para crear soluciones sostenibles a problemas locales, vemos brillar a quienes el sistema tradicional descarta.
El pensamiento del Maestro Mora, para nuestro caso llegan como lluvia en esta tierra sedienta de La Guajira. Cada idea se conecta con lo que vivimos en la Institución Educativa Rural Hugues Manuel Lacouture, donde construimos educación ambiental sistémica desde las verdaderas necesidades del territorio.
Su planteamiento sobre «las necesidades sociales como pautas para la enseñanza-aprendizaje» se materializa en nuestro Prae. Nuestros estudiantes trabajan en proyectos de gestión del agua y cultivos hidropónicos como respuesta real a la escasez que sufrimos, no como simples ejercicios de clase.
Me tocó el alma cuando el maestro anota que sus pensamientos son una invitación a crear «un proceso curricular que haga la vida escolar plausible y más humana». En nuestras aulas rurales mezclamos voces wayúu, wiwa y afrodescendientes con el conocimiento académico. Cuando un abuelo indígena explica los ciclos del agua, estamos construyendo esos puentes que usted propone.
¡Qué acertado el concepto del Currículo Contextualizado y Pertinente, CCP: el territorio nos habla, ¡y nosotros lo escuchamos para crear un currículo que le responda! Los estudiantes aprenden ecosistemas mientras caminan las cuencas de los ríos San Francisco y Santo Tomás, viviendo esa «influencia ascendente del contexto» que usted menciona.
Me cautivó su descripción del currículo como espacio para «descubrir los mecanismos de la cotidianidad». Con nuestro modelo de Quíntuple Hélice tratamos de capturar esa vida diaria para transformarla en aprendizajes que importen.
Su crítica a los «tecnócratas de la educación» me arrancó un suspiro. Como rector veo cada día cómo las órdenes del MEN y el Icfes chocan contra nuestra realidad rural. Evaluamos a nuestros estudiantes por su capacidad de solucionar problemas locales, no con exámenes desconectados de su vida.
Esa imagen del currículo como espacio para «cocinar menús axiológicos-cognitivos personalizados», la dialogo como rector con los maestros en nuestras reuniones de mañana. Es justo ahora, al inicio del año escolar, cuando debemos pensar cómo guiamos a los estudiantes hacia su autonomía en temas ambientales.