Por: Aroldo Pizarro
Si tanto el gobierno nacional como el departamental están mirando hacia el Golfo de Morrosquillo no solo para contemplar su belleza y atractivos naturales, ni para bañarse en sus cálidas aguas, si no para impulsar el turismo implementando las inversiones en ejecución, así como planificando otras de importante calado para su desarrollo (progreso), resulta preocupante la investigación que realizaron curtidos reporteros de la localía que denuncian el lento, pero perceptible deterioro del paraíso que aún es esta maravilla natural, víctima de un protuberante daño ecológico producido por » la erosión costera, la tala indiscriminada y aterramiento de manglares, la contaminación por crudo y otros desechos», todo frente a una población de pescadores que miran impotentes cómo los peces son cada vez más escasos por cuenta de «la contaminación y la pesca de arrastre», cómo ellos mismos lo afirman, sin ninguna posibilidad de competirle a tecnologías más sofisticadas para la captura de todo lo que tenga vida en el mar, cuando el pescador artesanal solo cuenta con una manoseada y desgastada atarraya o el anzuelo prendido de un cordel.
Si el Golfo continúa «sumergido en las amenazas» que lo acechan , las playas como destino turístico desaparecerán, los bosques de manglares serán un recuerdo, peces y crustáceos solo se verán en los libros, la inversión privada volará a otros escenarios, y los pescadores que pretendían vivir del turismo porque los peces se esfumaron, tendrán que acudir a la audacia para subsistir porque sin playas , para el turista no le será atractivo El Golfo si la erosión fulmina su mayor atractivo.
Paralelamente a las inversiones necesarias que actualmente se hacen por cuenta de los gobiernos nacional y departamental en articulación con las alcaldías del Golfo y las que promueven el capital privado sin «codicia», es conveniente, inaplazable y oportuno que también se ejecuten las acciones pertinentes y agresivas para controlar el deterioro de que hablan los reporteros, ya que, de no actuarse desde este instante, dentro de diez años, la percepción de progreso que muestre El Golfo el aeropuerto internacional, centro de convenciones, fábrica de aluminio, hospital de primer nivel y todos los servicios públicos funcionando con justas tarifas, y más y más cemento, pero sin playas y la contaminación presente, ¿a qué turista recibiríamos para dinamizar la economía local y nacional?
En atención a la cantidad de literatura y verbo que se ha derramado desde el gobierno nacional en torno a la conservación y protección de los recursos naturales, debiera el presidente Petro en coherencia con su pensamiento ecologista, asumir como suya una REAL política de protección de la naturaleza que haga del Morrosquillo el mayor polo de desarrollo turístico nacional mucho más allá de circunscribirse a la construcción del aeropuerto de Tolú, igualmente necesario, pero si la erosión, la contaminación y la tala siguen, a qué vendrían los turistas sí sus atractivos ya no existen o están en franca decadencia?
Sería una gran oportunidad para que el presidente, en su condición de Caribe y considerarse el último Buendía que aspira terminar con la soledad a la cual estamos condenados, siga dirigiendo la mirada hacia este territorio de la esperanza y de las oportunidades como lo llama la gobernadora de Sucre Lucy García, pero esta vez cargada esa mirada con los recursos necesarios que detengan el deterioro de nuestras playas y demás bellos escenarios que la naturaleza nos obsequió y que todavía son inspiración de poetas y sensibles románticos a sus atardeceres y alboradas conmovedoras.