La política colombiana no ha tenido respiro esta semana, y mucho menos el presidente Gustavo Petro. El excanciller Álvaro Leyva Durán lanzó una bomba en forma de carta abierta, en la que acusa al jefe de Estado de padecer un problema no superado de drogadicción, con serias implicaciones en su salud, su comportamiento y su liderazgo.
Sí, así como suena: Leyva, una figura cercana al presidente hasta hace pocos meses, rompió el silencio y lo hizo sin titubeos. En el documento, publicado en sus redes sociales, detalla momentos críticos que, asegura, vivió durante su paso por la Cancillería. Uno de los episodios más fuertes: una supuesta desaparición de Petro por dos días en París. “Fue en París donde pude confirmar que usted tenía el problema de la drogadicción”, dice sin rodeos.
Pero Leyva no se quedó ahí. Denunció que durante su gestión nunca pudo sentarse con Petro a definir la política exterior y que el Gobierno estaba —y sigue— en manos de un entorno que lo “secuestró”: Laura Sarabia, Armando Benedetti y otros nombres ya conocidos por la opinión pública. “Lo tienen secuestrado”, afirma, como quien quiere dejar claro que el presidente ya no es dueño ni de su propio gobierno.
En otro pasaje preocupante, describe a Petro como un hombre atrapado en “soledad, ansiedad, depresión y manifestaciones de alto riesgo”. ¿Cómo se gobierna un país en ese estado?, parece ser la gran pregunta que Leyva deja en el aire.
Aunque el excanciller insiste en que su intención no es hacer daño, sino alertar sobre una situación límite, la carta es, sin duda, un golpe profundo al corazón del Gobierno. Y lo es no solo por lo que dice, sino por quién lo dice: un hombre de su propio círculo, un diplomático de carrera, un testigo directo.
El país espera una respuesta, pero en la Casa de Nariño, hasta ahora, reina el silencio. Silencio que, por estas horas, suena más estruendoso que cualquier declaración.