Por: Walter Pimienta
-Prosa de la nostalgia-
Mira tu historia en cada puntada de la aguja de tu abuela
No, abuela, ya nadie cose a mano, como lo hacías tú. De nada te servirían hoy las agujas de coser a mano que le comprabas a el “Niño Adbe” haciendo de cacharrero en tu época y que , prevenida, metías en un mediano frasco bocón de vidrio para que no se te perdieran. O las mismas que, a veces me mandabas a comprar al almacén de “la Niña Nené” y que, a veces, misteriosamente, del frasco referido, se te perdían.
Abuela, ya nadie cose a mano, como lo hacías tú, ni hay nietos que, como yo, estén dispuestos o disponibles a ensartarle las agujas a las abuelas cortas de vista, como tú, teniendo que ir a tu casa tres y cuatro veces para ayudarte y, a contra luz, untando la punta del hilo con saliva, con pulso firme y sin temblores de mano, preciso hacerlo pasar por el estrecho ojo de las tales agujas, halar la hebra lo suficiente y haciéndole un nudo a la duplicada fibra, a la claridad de la media mañana que a raudales entraba procedente de la calle, sentada en un taburete, coser canturreando sueños de tela rota, tocando antes con tus dedos sensibles, agiles y atentos, el leve puyazo de la puntada entre suspiros.
Abuela, a cada prenda que remendaste del abuelo, la remendaste con el corazón. Yo era tu aliado: -“Mijo, se me acabó el hilo. Ahí en la lata (era una lata donde habían venido galletas navideñas), en el escaparate, están. Tráeme del blanco y ven a ensartar de nuevo la aguja porque yo ya no veo”… Y entonces él te premiaba trayéndote del monte una patilla de la que me dabas dos rojas tajadas y así tu historia hoy y mañana y siempre acariciando la vida con tus manos, trenzando caminos en cada movimiento, haciéndole a la fundas de tus almohadas, bordados de hojas y flores con hilos de colores, artista de un mundo donde abundaba el talento casero y dibujabas la vida en el lienzo de tu alma…
Abuela, ya nadie cose a mano , como tú, ni hay abuelas, que como tú, le buscaran el fin al hilo que gestaba la hechura de una camisa susurrando un secreto, secreto solo de tus manos, pinchazo en la piel y gota de sangre ante el botón caido… testigo de seis ojales rebordeados…y tú en el gesto tangible de chuparte el dedo como cura sagrada…
No, abuela, ya nadie cose a mano, como tú, ni hay nietos que, como yo, escuchen a las abuelas mientras cuentan cuentos pegando botones… y mientras se les olvida la leche que pusieron a hervir y que se les derramaba al calor de la leña ardiendo en la hornilla…
Hoy, abuela, la ropa de hoy es un producto con etiqueta de marca, hecha en telares mecanizados y es ropa que no huele a algodón ni tiene la huellita de un nudo o turupe que no quiso renunciar en la trama alternativa de hilos pares con dos impares y así darle calidad al diseño…Qué diferencia, abuela, con tu mundo…
Era que tu mundo abuela, era (discúlpame otra vez repetir él era), manual…Las manos de tu tiempo en todas las manos de las abuelas, conectaban el mundo con el tacto el sentir y comprender… Y los remiendo, tus remiendo coloridos, abuela, la expresión del re uso plasmando la emoción del aún sirve…Hoy, abuela, las manos están sobre los teléfonos celulares, no en las agujas que le comparabas a “el Niño Adbe” o que yo te comparaba , por números, en el almacén de “la Niña Nené”.
Cuánto de afecto no transmitían tus remiendo abuela: -“Póntela, mjio (la camisa), ya te la cosí”.- Y yo que, de valiente, sin impórtame el mundo, me la ponía con tres parches de tela diferente… ¡Oh vida!…Y tú con tu recomendado de abuela: -“Póntela de noche, porque de noche los gatos son pardos”. Y me la ponía como homenaje a tu duro trabajo y dedicación, y la llevaba puesta a la calle como fruto de tu esfuerzo y regocijo de mi realidad…
Cuánta historia no guardaban tus agujas de coser a mano, abuela…
Así era tu mundo abuela, pegando remiendos con lágrimas sacadas al corazón y con manos prestas al regalo…
No me quedó un tesoro de tus camisas remendadas, abuela, que ahora cuidara y valorara para decirle al mundo cuanto cambiamos…
Abuela, ya nadie cose a mano ni tiene este mundo abuelas en la paciencia de una maestra…
Tiene hoy, abuela, la moda y los modos de mi mundo loco, pantalones rotos que cuanto más rotos están, más se usa y son más costosa … En cambio la que yo usé tenía en el reinvento de tus manos la huella de tu corazón revivida en la recuperación de mi camisa líder salida de la “industria de tu casa… nunca, abuela renuncié a mi estilo…ni a mis sueños de camisa remendada… para ir con ella puesta a la escuela y allí aprender a escribir versos y cuentos con tinta de suspiros… para decir: Camisas rotas con escudos de tela de otras telas, agujas de acero que no se tocaba en la tormenta…agujas que reinventaban pantalones…agujas que cosieron heridas y que llenaron de pinceles coloridos mis remiendos…
Ya nadie cose a mano, abuela, como tú, …Y la gente, abuela, usa pantalones rotos…