El último deseo de Francisco: humildad hasta el final

En la solemnidad del tiempo y con la serenidad de quien ha vivido entregado al servicio, el Papa Francisco ha dejado por escrito su última voluntad. Un documento íntimo, cargado de simbolismo, en el que pide que su despedida del mundo sea tan sencilla como lo fue su vida: sin pompas, sin mármol, sin monumentos. Solo una palabra sobre su tumba: Franciscus.

El testamento espiritual del pontífice argentino, revelado recientemente, detalla que desea ser sepultado en la Basílica Papal de Santa María la Mayor, el santuario mariano más antiguo de Roma. Allí, en un rincón de tierra, reposarán sus restos mortales. Sin lápidas lujosas ni ornamentos, solo la paz de un lugar sagrado que durante años fue su refugio espiritual.

Una despedida sin excesos

Fiel a su estilo, el Papa ha dejado previsto incluso cómo se financiará su sepelio. Ha destinado una suma específica de dinero, que será entregada a la Basílica para cubrir los gastos. La organización del acto fúnebre quedará en manos del Arzobispo Rolandas Makrickas, quien ha recibido instrucciones precisas para llevar a cabo el deseo del Santo Padre con la dignidad que merece, pero también con la austeridad que él mismo ha pedido.

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Una vida de entrega, un legado de sencillez

«Mi vida y mi ministerio sacerdotal y episcopal los he confiado siempre a la Madre de Nuestro Señor, María Santísima», se lee en el emotivo texto. Esa frase condensa la esencia de un pontificado que rompió moldes, que caminó entre los pobres, que habló de misericordia cuando otros hablaban de castigo, y que eligió llamarse Francisco, en honor al santo de la pobreza y la paz.

Con esta última voluntad, el Papa no solo prepara su despedida. También deja una lección: que incluso en la muerte, el amor por la humildad y el servicio pueden prevalecer. Y que el verdadero legado no se mide en estatuas, sino en el corazón de quienes escucharon su voz.