Era Domingo de Ramos y yo estaba motilado

Por Walter Pimienta J.
Por Walter Pimienta J.

“Para entonces miraba con inocencia. Como si no pasara nada malo, lo cual era cierto”.

-Alejandro Pizarnik-

***

Unas manos, las de Baltasar, el campanero, tañían suavemente las campanas luego que él hubiese subido por la escalera a la torre de la iglesia del pueblo. En las esquinas, el parche de cuero del tambor municipal, el mismo que usa en la lectura de los bandos el alcalde, para prohibir cantinas y borrachos, ejecutado por Franco Charris, quien siempre se presta para esto, repica y se suma al evento del día ordenando el recogimiento, Y rompe el largo silencio de las nueve calles, el resonar de un caracol de mar que alguien sopla emitiendo en forma prolongada una nota uniforme: ¡Ufuuuuuufuuu! Y. entonces, algunos perros ladran.

Era Domingo de Ramos.

De todas las casas, desde bien temprano, sale el olor del incienso ardiendo y, en las que tienen radios, a bajo volumen, el sonido sincopado de una música sacra llama a la veneración y al respeto.

El sonido estremecía.

Al llamado de las campanas, solemnes y cabizbajos, los fieles, imbuidos del espíritu de la Semana Santa, traen ramos de olivo farfullando en lengua ininteligible rezos nacidos del dogma y la tradición.

El padre Hernández, desde el altar, dice a los presentes.

¡Agítenlos! ¡Agítelos! ¡Agriétenlos! «¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!» . «¡Hosanna! ¡Hosanna!

Yo, lo de “hosanna”, no lo entendía.

…Y un fragor de hojas y de palmas al batir al interior de la iglesia, debió ser oído por Dios en el cielo.

Era Domingo de Ramos.

El incienso lo envolvía todo y tuve la visión silenciosa de que Dios, esa vez, no estaba en el cielo sino allí y que el Cristo labrado y arrugado, en forma momentánea, había adquirido vida devolviéndonos a todo una mirada de amor mientras las del coro ( Lilia, María Andrea, Iluminada, Leticia, Nohora, y Nidia), en un rincón de la iglesia, emitiendo un canto en tono de contralto que se elevaba como un ave al cielo, decían: “Perdona a tu pueblo, Señor/Perdona a tu pueblo/¡Perdónale, Señor!/No estés eternamente enojado/No estés eternamente enojado/¡Perdónale, Señor!”.

…Y creo que la techumbre de la iglesia tembló dolida de clavos viejos.

Todos los rostros de las personas allí presentes, me eran familiares. Todo el mundo vestía de ropa planchada para el domingo. Las mujeres llevaban enaguas de percal hasta más abajo de las rodillas con blusas blancas o de colores suaves y se cubrían la cabeza con llamativos velillos negros o blancos. Los hombres vestían de dril y mi abuelo Ismael y yo estrenábamos la motilada que el día anterior, Joselito nos hiciera en su peluquería casera.

Todas las cosas resplandecían al interior de la iglesia. El altar refulgía y la polifonía de voces del coro seguía…“Perdona a tu pueblo, Señor/Perdona a tu pueblo/¡Perdónale, Señor!/No estés eternamente enojado/No estés eternamente enojado/¡Perdónale, Señor!”.

Yo me sentía torpe de zapatos, poco me los ponía. Acostumbraba a andar en abarcas: pero era Domingo de Ramos, día de ponerse zapatos.

¡Agítenlos! ¡Agítelos! ¡Agítenlos! «¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!» y «¡Hosanna! ¡Hosanna!

Yo, seguía sin entender lo de “hosanna”.

En la iglesia había un armonio viejo que guardaba en sus fuelles llenos de polvo, alguna música sombría. Sus teclas echaban de menos las manos del padre Bravo que, dicen, en su tiempo lo tocaba

Yo tenía 10 años y una cresta de pelo rubio en la frente, por el motilado que me hiciera Joselito, a lado y lado de mi cráneo afeitado… y sudaba un poquito.

Parecía un soldado camino a la guerra…o volviendo vivo de ella.

Yo, ya había hecho la primera comunión y todavía me quedaba “algo de santo” y, arrodillado, me dejé llevar por el Espíritu Santo diciendo en silencio lo que mi maestra, la seño Ruth Lechuga, nos dijo dijéramos si íbamos a misa el Domingo de Ramo : “Gracias, Jesús, por este ramo bendito. Con él quiero recordarte y seguirte. Ayúdame a ser bueno, alegre y lleno de amor, como tú lo fuiste…En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén”.

(Posdata): Se me olvidaba contarles que mi rezo también decía: “Señor, ayúdame a soportar el dolor que me causan los zapatos porque no me los pongo casi y porque los pies ya me están me creciendo).

Era Domingo de Ramos y yo estaba motilado…