Tribuna pedagógica: evaluación y currículo: una estrecha relación

Reynaldo Mora Mora.

Por: Reynaldo Mora Mora

 

Seguiremos cuestionando esos paradigmas instrumentales y estandarizantes que impregnan los procesos de formación en todos los niveles del sistema educativo: tenemos que combatir y superar la visión de los tecnócratas, de que todo el mundo desde las Pruebas de Estado no puede ingresar a la educación superior pública. Boaventura de Sousa Santos nos recuerda que esta realidad es tan verdadera hoy, porque continúan operando líneas abismales que dividen y separan al bueno de los resultados con el malo. Es la deshumanización desde la evaluación. Nos encontramos con que esta estandarización de los procesos evaluativos es peligrosa porque aliena a docentes y estudiantes hacia una formación basada solo en el consenso de las competencias empresariales, alejándolos de los ideales y las formas de vida de sus contextos, haciendo más difícil que nuestra juventud ingrese a este tipo de educación, y no ame a su país, ni confié en sus instituciones, generando un vacío moral de existencia. Este planteamiento no debe mal interpretarse, en cuanto a que le achacamos la responsabilidad al Estado (el cual la esquiva); más bien, queremos confrontar la postura neoliberal, con la apuesta humanista del currículo y de la evaluación, que se sustenta en la libertad, confianza y responsabilidad de los sujetos que deciden una situación dentro de sus contextos con posibilidades que se les ofrecen, que es lo que, en definitiva, hace posible un currículo.

Debemos reconocer que estamos en tiempo de avanzar en el reconocimiento de la relación entre evaluación y las Problemáticas Sociales, PS. Articularlas garantizan una Formación Integral, FI, plausible. Es la lógica curricular. real Por ello, debemos detener esa política de la soberbia y la humillación contra los pobres por parte de los tecnócratas de las frías oficinas de la capital. Asistimos en la actualidad a la negación del Derecho Fundamental de los pobres a la educación superior pública desde la imposición de las Pruebas de Estado que los homogenizan. Nada nos asegura que el Estado Social de Derecho (arts. 1 y 2 de la CP) aun sea capaz de favorecer esta posibilidad de vida. Entonces, tenemos, que la empresa con sus competencias ha ocupado el lugar de las escuelas. Es lo que me ha llevado en estos ensayos a una reflexión sobre la lógica que rige este ingreso y su funcionamiento como negación de posibilidades. Por eso, intento reflexionar sobre esta lógica en el sentido analítico del término. Hay que dejar que los estudiantes tengan sus propias fantasías formativas. Las anteriores alusiones libres permiten introducir mi crítica. La visión de matar esta fantasía es una visión perversa que persiste y se refuerza con la imagen negativa que se asocia con el estudiante como un invalido.

Es la imagen que se reparte entre los profesores, es la imagen que es propia de una Escuela que no forma para la vida autónoma. Si consideramos este problema como un hecho cotidiano frente a la importancia que tiene el conocimiento de las fantasías estudiantiles acerca de sus contextos, hay que subrayar además, el principio generalmente advertido de que cada estudiante solo es comprensible desde su contexto, que es una verdad aún más importante y fundamental que esas Pruebas Estatales, que generalmente, pasan por alto lo anterior: las fantasías son procesos de fondos de conocimientos, son procesos epistemológicos que están determinados por la realidad social de los estudiantes. De tal forma, puede afirmarse que este es uno de los problemas centrales que enfrenta hoy en día el campo del currículo, como es el de aclarar y explicitar la vinculación de esta herramienta con el contexto que amarra proyectos socioculturales y políticos. En este sentido es interesante observar que mientras no se tome al contexto como un aspecto de análisis de la Formación Integral se estaría formando sin las vinculaciones con la sociedad. Por lo tanto, tenemos que democratizar las prácticas evaluativas existentes y hacer que ellas respondan a las PS. En tal sentido, debemos construir una ética que respalde la construcción de una Nueva Cultura de la Evaluación, NCE, que se fundamente en la Dignidad Humana, que significa el rechazo de las situaciones de discriminación y humillación. Por ello, es ecuánime y valedero promover la implementación de esta cultura en los procesos formativos. Por supuesto que esta nueva situación debe llenar de posibilidades las fantasías de los estudiantes: hay que empezar.

Al ser exponentes de esta situación compleja se puede definir como un esforzado proceso evaluativo heterogéneo a favor del contexto y sus pertinencias, a favor de la autonomía curricular, como la euforia emancipadora frente a ese voraz instrumentalismo estandarizante. Necesitamos de esta cultura que permita evaluar la presencia de las Problemáticas Sociales y los valores constitucionales que se deben fomentar en la formación de buenos ciudadanos. Superar esas concepciones y prácticas tecnocráticas desde los actos de evaluar conlleva a una presentación epistemológica: como la capacidad de relación circulante, para hablar de integralidad en lugar de sumatividad. Esta visión sistémica se contrapone a la fragmentación reduccionista del currículo oficial de las áreas disciplinares que se asoman como una organización poblada de significados para dar respuesta a las PS.

Aceptar una Nueva Cultura de la Evaluación nos debe introducir al humanismo evaluativo, que implica reconocer una multiplicidad de intereses, capacidades, vocaciones y talentos en los estudiantes parta formarlos autónomos e interrelacionados. Hemos venido sosteniendo desde un principio, que el currículo es una obra de arte, más que la aplicación mecánica de criterios oficiales. Hemos afirmado también que dicho arte consiste en lograr simultáneamente: el máximo de posibilidades formativas y el máximo de diversidad posibles. Aquí vemos la aplicación de una propuesta por una Evaluación Contextualizada: la búsqueda de soluciones pertinentes que satisfaga la construcción de unos principios rectores ajustados al contexto, es y debe ser lo típico de este arte. Este artesano curricular-evaluativo dispone de una caja de experiencias, principios y saberes que debe saber combinarlos en función de las tensiones de la sociedad. Debemos dar al traste con la perspectiva mercantilista de las competencias, que lesionan la misión autónoma de las instituciones educativas, por el contrario, debemos fortalecer la capacidad de crítica y de interrelaciones con el contexto.

En conciencia, y después de innumerables lecturas en esta temática debemos que destronar ese discurso oculto de la estandarización de las competencias de la empresa en el acto de formar por tres motivos: primero, hay que despertar la sensibilidad humana, en contraposición a la insensibilidad de los tecnócratas oficiales del Icfes y del MEN; segundo, hay que evaluar en conjunto, como la prueba demostrativa de la Nueva Cultura; tercero, realizar Investigación Evaluativa desde la Investigación Acción Participación Curricular, IAPC, para interaccionar con cada estudiante en sus relaciones, familia, procesos de aprendizaje, sus emociones, temores, contexto, como un todo integral. Este tipo de investigación encierra el potencial de generar alegrías y esperanzas de posibilidades para una vida digna de aquellos que obtienen “malos” resultados. Es la confianza por el otro, porque la evaluación afecta todos los tonos de los días de los estudiantes.

Esta cultura busca reforzar y afianzar lo plausible de las relaciones, las comunicaciones, las incitativas institucionales, transformando los espacios y momentos escolares, favoreciendo las trayectorias y consecuencias de los momentos presentes en sus vidas. Por último, hacemos nuestra la concepción de evaluar de Alicia de Alba en su obra “Evaluación Curricular. Conformación del campo” (1991), quien señala que el acto de evaluar es humano-social, y, por tanto, es un proceso complejo de análisis, de reflexión y análisis crítico y de síntesis conceptual y valorativa.