Noboa gana, Correa pierde: Ecuador gira la página

El domingo electoral en Ecuador no solo definió quién ocupará el Palacio de Carondelet, sino también quién quedó fuera del centro de gravedad política del país. Daniel Noboa, joven empresario con apellido de peso pero rostro fresco, logró lo que parecía improbable meses atrás: vencer al correísmo en las urnas con una propuesta que, aunque aún en construcción, sintonizó con el clamor ciudadano por seguridad y estabilidad.

Luisa González, la candidata de la Revolución Ciudadana, fue derrotada con claridad. Pero el verdadero golpe fue para Rafael Correa, el expresidente que, desde el exilio en Bélgica, intentaba reactivar su proyecto político y volver a ser el gran conductor del destino ecuatoriano. No lo consiguió. Y no es la primera vez.

Con esta segunda derrota consecutiva, Correa ve desvanecerse el poder simbólico que aún conservaba sobre una parte del electorado. Su estrategia de delegar el liderazgo sin soltar el control terminó pesando. González no fue vista como una opción propia, sino como una prolongación del pasado. Y el país, convulsionado por la violencia del narcotráfico y las dificultades económicas, quería otra cosa.

Mientras el correísmo repitió eslóganes y apeló a la nostalgia, Noboa ofreció renovación. No tenía la experiencia, pero sí el tono. No tenía un aparato político consolidado, pero sí el respaldo de una ciudadanía harta de la polarización y deseosa de un respiro. Supo capitalizar el momento, leer la urgencia del país y prometer gobernabilidad con rostro moderno.

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La elección dejó lecciones claras: el miedo ya no moviliza como antes, el carisma heredado no alcanza y los liderazgos eternos comienzan a expirar. Noboa no solo ganó la presidencia; desplazó del primer plano a un modelo político que dominó Ecuador durante más de una década. Correa, esta vez, no solo perdió una elección. Perdió el pulso por el presente.

El nuevo presidente llega con un respaldo legítimo, pero también con una mochila cargada de expectativas. La violencia, el desempleo y la fragmentación social no darán tregua. Sin embargo, su victoria abre una ventana para un posible nuevo ciclo político.

Ecuador habló con claridad: quiere pasar la página.