Por: Guillermo Luis Nieto Molina
Escritor – Poeta, Colaborador
La fe, dos palabras o dos sílabas que conforman un universo complejo para analizar. Por la fe se vive, se trabaja, se sueña; por la fe se dogmatiza; por la fe nos aislamos; por la fe, guerras vivimos y creamos. La fe es un concepto objeto de reflexiones, debates y análisis a lo largo y ancho de la historia.
Desde la antigüedad, los filósofos han definido la fe a su manera, a su libre albedrío, a su real entender. En la filosofía antigua, la fe se entendía como una forma de conocimiento o creencia que se basaba en la autoridad de los dioses o de los sabios. Por ejemplo, en la filosofía griega, Platón y Aristóteles abordaron la cuestión de la fe en relación con la búsqueda de la verdad y la sabiduría.
En nuestros tiempos, la fe sigue siendo un pilar divino, una escalera de esperanza por la que el hombre espera, en cada peldaño transitado, cambiar su historia, su entorno, sus instantes vividos. En la filosofía de Platón, la fe se entiende como una forma de conocimiento que se basa en la intuición y la contemplación de las Ideas eternas y universales. Según Platón, la fe es una forma de acceso a la verdad que trasciende la experiencia sensorial.
Sin embargo, Aristóteles la define de otra manera. Para Aristóteles, la fe se entiende como una forma de conocimiento que se basa en la razón y la experiencia; es una forma de conocimiento que se puede alcanzar a través de la observación y la reflexión. Tomás de Aquino, en su praxis, dice que la fe surge de la combinación de divinidad y razón; se entiende como una virtud que se basa en la revelación divina y que se complementa con la razón. Según Tomás de Aquino, la fe y la razón no son contradictorias, sino que se refuerzan mutuamente.
Immanuel Kant ve la fe de otra forma; piensa que la fe es una forma de creencia que se basa en la moral y la razón práctica. En la filosofía contemporánea, la fe se ha entendido de manera diversa y compleja. Algunos filósofos, como Søren Kierkegaard, han abordado la cuestión de la fe en relación con la existencia y la subjetividad. La fe es individual, es subjetiva como la poesía volátil, cáustica, como meandros de vapor. Según Kierkegaard, la fe es una forma de salto que se basa en la incertidumbre y la paradoja.
En nuestros tiempos actuales, la fe es vaga, es cambiante, es efímera coincidencia. Para los creyentes, sigue siendo la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve. Hoy, muchas personas llevarán una rama, un pámpano, palmito o frondas en señal de su fe y regresarán a casa convencidos de que ese ramo, al sacudirlo en medio de una tempestad, podría detenerla y mandar lejos a otros lugares, rayos y centellas. La fe, sin lugar a dudas, nos impulsa a un nivel de subjetividad increíble. La fe es subreal, como la ilusión del amor, para el que cree y profetiza mentalmente un deseo.