Con el perdón de las religiones, lo bueno del ayuno es el hambre que da.
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De pronto, Pedro María de la Santísima Trinidad Arredondo Mercado y Cervantes, se volvió de otra fe religiosa a la suya donde empezaron a llamarlo “hermano” sin él ser hermano de quienes le llamaban hermano…Estas cosas funcionan así…o por lo menos así…
La “cosa” era algo dura, dura para Pedro María, ya que debía enseñarse en la escuela del ayuno bajo esta filosofía: Los hermanos entre los hermanos, deben ser varones de ayunos y propietarios de un estómago sin apetito en lo que los mismos hermanos llaman “ la tenencia de un estomago educado para el ayuno prolongado, saludable y voluntario”, capaz de resistirse o de acerca sin “gula alguna ” ni ganas a una colorida y servida mesa vegetariana, cero en carnes rojas y blancas, en lácteos y similares; cero en arepas, bollos, tortillas y, de punta a punta del mantel, solo llena, si acaso, de ensalada rusa…
Era tremendo el programa de ayuno al que “los hermanos de los hermanos”, tenían sometido a Pedro Manuel, forzado en la obstinación sin límite de que empezara por una semana, rompiendo con las exquisitas viandas de su costumbre pues, esto le dijeron: “El ayuno, Pedro, es el alimento del espíritu. Ayuda a desprendernos de lo material y nos acerca a Dios. Vence defectos y pecados. Nos hace humildes y menos egoístas. Controla los apetitos y las bajas pasiones. Permite recibir las bendiciones de Dios, amén de que ayuda a servir a los demás”… -Y así quién no- se dijo Pedro- oyendo aquello y viéndolo todo del lado bueno.
¿Pero estaría Pedro María en capacidad de sobrevivir a sus propios ayunos con lo hartón que era ? Su resolución espiritual y emocionante, sin embargo, sorprendía a quienes le conocen y le veían muy , muy abnegado en esto.
La verdad, nadie sabía hasta qué momento o día resultaría progresivo el ayuno de Pedro María….Al parecer sí porque se le empezaba a notar algo más flaco… Y entre amigos que los sábados por las tardes fueron de cervezas en el “Estadero Museo Pueblito Viejo”, no faltaban los que decían que comenzaba a tener flacura de pastor de rebaños y que les parecía imposible hubiese dejado de lado el guisado de chivo (de cuatro patas) a que se tenía acostumbrado los sábados en suculenta salsa de ciruelas de Campeche o dando buena cuenta de una pierna de carnero al enebro y al ají.
La verdad, de verdad, era que Pedro María, había bajado de peso ostensiblemente desde que andaba en estas hasta el punto de que tuvo que abrirle tres nuevos orificios a la correa para que no se le cayeran los pantalones… porque, al parecer, en esto de ayunar, el hábito como que si hace el monje o lo vuelve parecido ya se nota… pues, siendo el caso de él, solo pasaba agua, “caldito knor”, un té de papeleta a las tres de la tarde y pan de sal de los de tienda de barrio…
-Verán…va a quedá como un hilo de flaco- decía la gente de Sabanalarga al verlo tan transformado, dándose diplomacias digestivas aptas pasando el día resolviendo crucigramas con la tal sopita tomada sorbo por sorbo entre oraciones de remordimiento.
Pero todo tiene un pero, y ocurrió que empezó a correr entre las gentes del pueblo que la tal devoción ayunante de Pedro María de la Santísima Trinidad Arredonde Mercado y Cervantes, en esto de ser artista del hambre, no le iba parta nada, como quiera que estuvo a punto de ser paseado en una gayola por las calles expuesto públicamente con la única intención de mostrarle al mundo su asombroso fervor piadoso y su suficiencia de pervivir sin alimentarse, solo por estar en abierto e irreconciliable divorcio con la naturaleza racional del hombre y del hambre, cuando en verdad, de vedad, el ayuno de Pedro María, tragaldabas de los que comía sin avergonzarse y sin rendir tributos a melindres indignos, estaba en entredicho malicioso ya que con lo opíparo que siempre ha sido, era otra cosa inimaginable reventando a escondidas y de lo lindo, en las fondas del mercado público, banquetes de barraquetes y de postas de ponche ahumado que le eran una dicha.
…Y, saben, ombe ¿qué ocurrió? Que la vaina fue cierta, muy cierta… Pedro María, sincero consigo mismo, por encima de todas las religiones, siendo humano y normal, al impulso desatado de “su hambre vieja”, espontáneo en el hecho, esta mañana, sentado en la mesa de la fonda de Pacha Berdugo, en el ejercicio público de su antigua voracidad fisiológica, tan necesaria como las otras que se acostumbran a hacer en el baño, con saludable diversión, “le reventó la pechera” a tres platos de sopa de mondongo, a dos bocachicos fritos, a una espeguetada alsaciana, un arroz de camarón, una docena de chicharrones; a un rosario de 12 butifarras, a cuatro caribañolas con carne molida, a medio pollo asado, una Coca Cola litro para eructar y a seis cocas de coco para pasar el labor de boca… Acción en la que, “infraganti”, sin buscarlo, le sorprendió su sobrino Antonio Cervantes, quien viéndole “desvalijar” la cocina de Pacha, poniéndole con sigilo y descuidadamente una mano en el hombro, burlón y con media risa contenida, le dijo:
-¡Jueee tío, hermano Pedro… ayunando abnegado, no?! ¡Arrecueste! ¡Y que el que venga atrás que jarreee!
-Así es sobrino. No pare bola. Hambre es hambre…Además, usted sabe, sobrino, todo sea por la salud y ,como puede verlo, mis ayunos, por fe son medicados, dietético y ricos en calorías.
Le contestó.