El ayuno de Pedro María

Walter Pimienta.

Con  el  perdón de  las religiones, lo bueno  del ayuno  es  el hambre  que da.

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De  pronto,  Pedro  María de la  Santísima  Trinidad Arredondo   Mercado y  Cervantes, se volvió de  otra fe  religiosa a la  suya donde empezaron a llamarlo “hermano” sin  él  ser  hermano  de  quienes  le  llamaban  hermano…Estas  cosas  funcionan  así…o  por  lo  menos así…

La  “cosa” era algo  dura,  dura  para Pedro  María, ya que  debía  enseñarse en  la escuela del  ayuno bajo  esta filosofía: Los hermanos  entre los  hermanos,  deben ser  varones  de  ayunos y propietarios de  un estómago sin  apetito en  lo  que los mismos hermanos  llaman “ la  tenencia de un  estomago  educado  para  el ayuno prolongado,  saludable y voluntario”,  capaz de resistirse o  de  acerca sin “gula alguna ” ni  ganas  a una colorida y   servida  mesa vegetariana, cero  en  carnes  rojas y blancas, en lácteos  y similares; cero en   arepas, bollos, tortillas y, de  punta a punta del mantel,  solo llena,  si  acaso,   de ensalada rusa…

Era tremendo el  programa de ayuno al  que “los  hermanos de  los hermanos”,  tenían  sometido a Pedro  Manuel,  forzado en  la  obstinación sin  límite de  que empezara  por  una semana,  rompiendo  con las exquisitas   viandas de su  costumbre pues,  esto le  dijeron:  “El  ayuno,  Pedro,   es  el  alimento  del espíritu.  Ayuda a desprendernos de  lo material y nos acerca a  Dios. Vence defectos y  pecados.  Nos  hace  humildes y  menos  egoístas. Controla los apetitos y  las bajas  pasiones. Permite  recibir las  bendiciones de  Dios, amén de  que  ayuda a servir  a los demás”… -Y así quién no- se dijo Pedro- oyendo aquello y   viéndolo  todo del  lado  bueno.

¿Pero estaría Pedro María en  capacidad  de  sobrevivir a sus  propios  ayunos con  lo  hartón  que era ? Su  resolución  espiritual  y  emocionante,  sin embargo, sorprendía a  quienes  le  conocen y  le  veían  muy , muy  abnegado  en esto.

La verdad,  nadie sabía  hasta qué momento o  día resultaría  progresivo el  ayuno  de Pedro  María….Al  parecer  sí  porque se le  empezaba a  notar  algo  más flaco… Y  entre  amigos  que los  sábados  por  las  tardes fueron  de cervezas en el “Estadero  Museo Pueblito Viejo”, no  faltaban los que  decían  que comenzaba  a tener  flacura  de  pastor  de rebaños y  que  les  parecía imposible hubiese   dejado  de  lado el  guisado  de  chivo (de  cuatro  patas) a que se  tenía  acostumbrado los  sábados en  suculenta  salsa  de  ciruelas  de Campeche o  dando  buena  cuenta de una  pierna  de  carnero al  enebro y  al  ají.

La  verdad,  de  verdad,  era que Pedro  María,  había   bajado  de  peso ostensiblemente   desde  que  andaba en  estas hasta el  punto de que  tuvo   que  abrirle  tres  nuevos  orificios a  la  correa para  que  no  se  le cayeran   los  pantalones… porque,  al  parecer,  en  esto  de ayunar,   el hábito  como  que  si  hace el  monje o  lo vuelve  parecido ya se nota… pues,  siendo  el  caso de él,   solo  pasaba  agua, “caldito knor”,  un  té de  papeleta a las tres  de la  tarde  y   pan  de  sal de los  de  tienda  de  barrio…

-Verán…va   a quedá como  un  hilo  de  flaco-  decía  la gente  de Sabanalarga al  verlo  tan  transformado,  dándose  diplomacias  digestivas aptas pasando  el  día resolviendo  crucigramas con  la  tal sopita tomada sorbo  por  sorbo entre  oraciones  de remordimiento.

Pero todo tiene  un pero,  y ocurrió que empezó   a correr  entre  las gentes  del  pueblo que la  tal devoción ayunante  de Pedro  María de  la  Santísima  Trinidad Arredonde Mercado y Cervantes,  en esto  de ser  artista del  hambre, no  le  iba parta  nada,  como quiera que estuvo  a punto  de  ser paseado  en una gayola  por  las calles expuesto públicamente  con  la única intención de mostrarle  al mundo su  asombroso fervor piadoso y su   suficiencia  de  pervivir  sin  alimentarse, solo por estar en abierto e irreconciliable  divorcio con la naturaleza racional del hombre y  del  hambre,  cuando en  verdad,  de vedad, el  ayuno de  Pedro María,    tragaldabas de los que comía sin  avergonzarse y  sin  rendir  tributos  a melindres indignos, estaba  en  entredicho malicioso ya  que con  lo opíparo que  siempre ha  sido, era otra  cosa inimaginable  reventando a escondidas y   de lo  lindo, en las fondas del mercado  público,  banquetes de  barraquetes y  de postas de ponche  ahumado  que le eran  una dicha.

…Y,  saben, ombe ¿qué ocurrió? Que la  vaina  fue  cierta, muy  cierta… Pedro María,  sincero  consigo mismo,  por  encima de  todas las religiones, siendo  humano  y  normal,  al  impulso desatado  de “su  hambre  vieja”,  espontáneo  en  el  hecho, esta mañana,  sentado en  la mesa de  la  fonda de  Pacha  Berdugo, en  el ejercicio  público de  su antigua  voracidad fisiológica,  tan  necesaria como  las otras que se acostumbran a  hacer  en  el  baño,  con  saludable  diversión,  “le  reventó  la  pechera” a tres  platos de sopa  de  mondongo, a dos bocachicos  fritos, a una  espeguetada alsaciana,   un arroz de  camarón, una docena de   chicharrones;  a un rosario de  12 butifarras,  a  cuatro  caribañolas con  carne  molida, a medio  pollo asado,  una  Coca  Cola  litro para  eructar y  a   seis  cocas  de  coco para  pasar  el  labor  de boca… Acción en  la  que,  “infraganti”, sin  buscarlo,  le  sorprendió  su  sobrino  Antonio  Cervantes, quien viéndole “desvalijar” la  cocina de Pacha,  poniéndole con  sigilo  y descuidadamente  una  mano  en  el  hombro, burlón y  con  media risa  contenida,  le  dijo:

-¡Jueee tío, hermano Pedro… ayunando abnegado, no?! ¡Arrecueste! ¡Y  que  el  que  venga  atrás que  jarreee!

-Así  es sobrino. No  pare  bola.  Hambre es hambre…Además, usted sabe, sobrino, todo  sea  por  la  salud y ,como  puede verlo, mis   ayunos, por  fe  son  medicados, dietético y ricos en  calorías.

Le  contestó.