Negocio de los medicamentos en Colombia bajo control de la familia Char. Intermediación y sobrecostos

Este esquema de intermediarios ha generado un debate sobre la eficiencia de la asignación de los recursos del Estado. ¿Es realmente necesario que el gobierno, que tiene los mecanismos para comprar de manera directa, decida externalizar un proceso tan esencial? La respuesta parece estar más en los intereses económicos de quienes están detrás de las empresas involucradas que en el bienestar de los colombianos.

Firmado el 22 de junio de 2022, apenas 16 días antes de que Gustavo Petro asumiera la presidencia, este acuerdo adjudicó el monopolio de los suministros farmacéuticos del Estado a empresas vinculadas al influyente clan Char (Éticos Serrano). Con una cifra descomunal de 1,8 billones de pesos en ventas en tan solo dos años, este negocio ha suscitado un torrente de preguntas que aún no encuentran respuestas claras.

Es decir, Colombia Compra Eficiente seleccionó a un grupo específico de proveedores para suministrar medicamentos a las entidades públicas hasta 2025, lo que obligó a hospitales, la Policía y el Ejército a adquirir productos únicamente de tres empresas: Éticos Serrano, UT Audidrogas (compuesta por Audifarma y Drogas S.A.) y Productos Hospitalarios. La exclusión de Cruz Verde, debido a la omisión del porcentaje de intermediación, suscitó serias dudas sobre la transparencia del proceso y generó sospechas de favoritismo y falta de equidad en la selección de los proveedores.

La rapidez con la que se cerró este contrato y los actores políticos involucrados despiertan suspicacias, y a través de ellos surgen interrogantes profundos sobre la transparencia, la ética y la justicia del proceso.

El principal cuestionamiento gira en torno a la forma en que se llevó a cabo la adjudicación. Un contrato millonario de esta envergadura debería haber pasado por una revisión meticulosa, pero las circunstancias no fueron las ideales. La cercanía con la salida del gobierno de Duque, la opacidad en el proceso y la elección de empresas estrechamente ligadas a los Char, un clan con un poder político considerable, elevan las alarmas.

Los hermanos Char han sido actores clave en la política de la Costa Caribe, y el hecho de que una de sus empresas, Éticos Serrano, haya sido la mayor beneficiaria de este contrato, no deja de ser sospechoso. La adjudicación favoreció a este grupo familiar en detrimento de otras compañías, algunas de las cuales tienen décadas de experiencia y un historial comprobado en el sector.

Un aspecto crítico del acuerdo es la presencia de intermediarios entre los laboratorios farmacéuticos y los hospitales públicos. En lugar de realizar compras directas, el gobierno delegó esta responsabilidad a empresas privadas, lo que incrementó el precio de los medicamentos para las instituciones públicas y, por ende, para los ciudadanos.

La rapidez con la que se llevó a cabo la licitación y el hecho de que las empresas beneficiarias estuvieran relacionadas con figuras políticas cercanas al gobierno saliente ha abierto la puerta a especulaciones sobre posibles actos de corrupción. El término «abuso de poder» no es exagerado cuando se considera que estas decisiones afectan a millones de colombianos.

Estas preguntas se vuelven cada vez más relevantes a medida que el tiempo pasa y el gobierno de Petro comienza a investigar los pormenores del acuerdo. La relación entre las empresas adjudicatarias y las autoridades políticas del país sigue siendo un terreno turbio que necesita ser esclarecido.

La salud es un derecho fundamental, y las decisiones que se tomen en torno a ella deben estar libres de intereses privados o políticos. Sin embargo, lo que estamos viendo con este contrato es una injerencia directa de grupos empresariales con intereses particulares, lo cual podría generar consecuencias nefastas para el sistema de salud a largo plazo.

Más allá de las implicaciones económicas, la salud pública de Colombia podría estar en juego. La falta de transparencia en los precios de los medicamentos y el control de su distribución es una bomba de tiempo que podría estallar en cualquier momento, afectando a las personas más vulnerables del país.

El papel de las instituciones encargadas de fiscalizar los contratos públicos, como la Procuraduría, la Contraloría y la Superintendencia de Salud, ha sido cuestionado. ¿Por qué no se pronunció ninguna de estas entidades sobre un contrato de tan alto perfil, cuando ya se habían identificado sospechas de irregularidades en su adjudicación? La falta de acción de las «Ias» gubernamentales alimenta la sensación de impunidad y desconfianza.

El famoso Acuerdo Marco de Precios, que fue la base para la adjudicación de este contrato, ha sido objeto de críticas. Según expertos, este mecanismo busca una agregación de demanda, lo que significa que los proveedores seleccionados por Colombia Compra Eficiente tienen el derecho exclusivo de vender a las entidades públicas, como hospitales, policía y ejército. La exclusión de competidores como Cruz Verde y la elección de ciertos proveedores con poca experiencia en el sector sanitario solo aumentan la desconfianza.

A través de este acuerdo, Éticos Serrano, una empresa vinculada a los Char, se ha beneficiado enormemente, obteniendo contratos millonarios con entidades como la Dirección General de Sanidad Militar (DGSM). La relación entre esta empresa y el clan Char es clara, pero la pregunta persiste:

El expresidente Iván Duque defendió la legalidad del contrato, argumentando que fue una decisión tomada conforme a los procedimientos establecidos y que el gobierno entrante estaba al tanto del proceso. Sin embargo, la oposición, liderada por el presidente Gustavo Petro, no ha tardado en levantar la voz. Petro solicitó a las autoridades competentes investigar los precios y la transparencia de los contratos firmados durante el gobierno de Duque, señalando que el contrato podría tener implicaciones de corrupción.

La respuesta de Petro parece estar dirigida a desmantelar lo que considera un sistema corrupto que ha beneficiado a unas pocas élites en detrimento de la salud de la mayoría de los colombianos. Si las reformas no pasan, ¿se entenderá esto como una resistencia a cambiar un sistema que ha sido forjado por años de corrupción?

A medida que la controversia sobre este contrato sigue avanzando, surgen más preguntas que respuestas. Los colombianos merecen saber la verdad detrás de estos acuerdos millonarios, y las autoridades deben garantizar que las decisiones en el sector público se tomen con total transparencia y al servicio de la ciudadanía. Las dudas sobre el contrato con los Char y las empresas involucradas no solo están relacionadas con el abuso de poder, sino también con la capacidad del Estado para mantener la integridad en la contratación pública.

La historia de este contrato aún tiene muchos capítulos por escribir, pero lo que está claro es que los colombianos merecen respuestas.