Por: Carmelo Valle Mora
En el corazón del Caribe colombiano, donde la brisa marina se funde con el susurro de los bosques, se alza «Sierra Alta», un territorio que late con la fuerza de sus raíces ancestrales y el sudor laborioso de sus guardianes. Hoy, al celebrar un año más de su existencia como reserva natural sostenible y espacio etnoagroecoturístico, esta tierra jurisdicción rural de Puerto Colombia, Atlántico, nos recuerda que la verdadera riqueza está en la diversidad que la habita: indígenas, campesinos, mestizos, afrodescendientes y otras etnias, tejiendo juntos un futuro donde la cultura y la naturaleza son pilares indivisibles.
Los Ette Ennaka: «Gente Verdadera», Guardianes de la Memoria
Entre los hilos de esta historia resuena la voz del pueblo «Ette Ennaka» —indígenas CHIMILA—, cuyo nombre significa «gente propia» en su lengua ancestral, el «ette taara». Por siglos, resistieron la colonización española, defendiendo sus tierras desde las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta hasta Mompox. Hoy, aunque reducidos en número, preservan una cosmología única: sueños que son ventanas al cosmos, ciclos de destrucción y renacimiento, y una lucha incansable por recuperar su identidad, amenazada por la expansión de la minería extractiva, y la pérdida de su lengua, hoy hablada solo por ancianos, qué hacen ingentes esfuerzos por preservarla.
Sierra Alta: Donde los Saberes se Abrazan
Este territorio no es solo un paisaje, es un proyecto de vida. Durante cuatro décadas, comunidades diversas han transformado Sierra Alta en un modelo de «sostenibilidad étnica y ambiental». La Asociación Pro Desarrollo Agrario, Veredal y Ancestral de Puerto Colombia ha sido eje de esta transformación, promoviendo agroecología, turismo comunitario y rescate cultural. Aquí, las mochilas tejidas por manos indígenas conviven con cultivos orgánicos; los relatos de los abuelos chimilas se mezclan con los cantos de los campesinos; y senderos ecoturísticos revelan una exuberante biodiversidad.
El Reto: Reconocer para Proteger
Sin embargo, Sierra Alta enfrenta sombras, presiones extractivas, olvido estatal, sed de agua y la urgencia de revitalizar lenguas como el «ette taara». Por eso, su aniversario no es solo celebración, sino un llamado a la acción. Reconocer este territorio como patrimonio etnocultural y natural no es un acto simbólico, sino un compromiso con un futuro donde la economía no explote, sino que dialogue con la tierra; donde las nuevas generaciones Chimilas aprendan su lengua sin miedo; y donde el turismo sea una herramienta de empoderamiento, no de folclorización.
Hacia un Amanecer Compartido
Sierra Alta nos enseña que la sostenibilidad no se decreta, se construye con manos diversas, saberes antiguos y miradas esperanzadoras. En su cumpleaños, honramos a los Ette Ennaka, que nos recuerdan que cada sueño colectivo es semilla de un mundo nuevo. Que esta tierra sea faro para Colombia: un país que, en medio de sus conflictos, puede florecer cuando escucha a sus «gentes verdaderas».
¡Que Sierra Alta siga siendo raíz y fruto, memoria y porvenir!
Este editorial es un homenaje a las comunidades que, desde la resistencia silenciosa, escriben lecciones de resiliencia. Apoyar su lucha es defender el alma de nuestro territorio.