La ciudad de Barranquilla, otrora conocida por ser un «remanso de paz» y considerada en aquel entonces como uno de los mejores vivideros del mundo, hoy dista mucho y parece estar sumida en un abismo de violencia y caos que crece sin cesar sin un «Polo» positivo.
Por Juana de Arco
El mes de marzo apunta a ser otro mes sombrío para el departamento del Atlántico, con estadísticas que estiman un aumento de homicidios respecto al año anterior. En el primer trimestre del año, ya se habla de 74 homicidios, superando los 65 del mismo mes en 2024. La inquietud crece:

¿Es posible que esta ola de criminalidad continúe su escalada sin una respuesta eficaz por parte de las autoridades?
¿O nos resignamos a vivir bajo el yugo de las bandas delincuenciales que ahora manejan las calles?
Uno de los puntos más críticos sigue siendo la localidad del Sur Oriente, que lucha ferozmente por el primer puesto en la sombría lista de homicidios, compitiendo con las zonas de sur occidente y la metropolitana. La pregunta que surge, y que cada vez resuena con mayor fuerza en la ciudadanía, es: ¿qué ha cambiado realmente con las estrategias de seguridad implementadas hasta ahora?

A lo largo de los años, hemos escuchado hablar del Block Amarillo, una estrategia presentada como la solución para combatir la creciente ola criminal. Sin embargo, a pesar de la experiencia del abogado Guillermo Polo Carbonell, quien ha ocupado varios cargos clave en la administración pública, como el de Secretario de Gobierno de Barranquilla y Consejero de Seguridad, los resultados siguen siendo frustrantes. Los ciudadanos se preguntan si la falta de resultados en la lucha contra la criminalidad es culpa de la ineficacia de las medidas o si, tal vez, el verdadero problema radica en la falta de una estructura coherente y firme para combatir la delincuencia.
Lo cierto, es que Guillermo Polo Carbonell pese a contar con un ejemplar currirulum, esto poco o nada significa para mejorar recuperar la tranquilidad de la ciudad, como también el área metropolitana, o será que, se debe conformar una especie de «Súper Amigos» que se reunan u operen desde una especie de Salón de la Justicia para combatir la injusticia, delincuencia, crímines, robos, taquillazos, microtráfico y demás, para recuperar la paz y volver a ser lo que hace décadas fue Barranquilla “un remanso de paz” conocido en alguna época lejana como el mejor vividero del mundo que pasó a ser practicamente dominada por las bandas delincuenciales.

A esta situación se le suma un dato alarmante: la decisión judicial que hace varias semanas se conoció en la que se obligó al Área Metropolitana de Barranquilla – AMB a revelar que no existe un Plan Integral de Seguridad y Convivencia. En su lugar, el alcalde Alejandro Char y el Gobernador Eduardo Verano de la Rosa se comprometieron en destinar más de 1 billón de pesos a un plan de seguridad que aún está por definirse y peor aún, ejecutarse y ver resultados a favor.



¿Se están utilizando estos recursos de manera eficiente?
¿O será que los esfuerzos siguen diluyéndose sin generar un verdadero impacto en las comunidades más afectadas?
Mientras tanto, los robos de motos siguen disparados, especialmente afectando a los domiciliarios que arriesgan sus vidas hasta altas horas de la noche para llevar a cabo su labor. Los testimonios de víctimas que han sido encañonadas, golpeadas y despojadas de sus motocicletas son desgarradores. En barrios como Los Olivos 2, los motociclistas se han convertido en blancos fáciles de delincuentes armados, que, tras el robo, alimentan un mercado negro de repuestos y falsificación. Y las autoridades, simplemente, siguen sin ofrecer respuestas.
Lo más inquietante es que ni siquiera los agentes del CTI se libran de la delincuencia. En un caso reciente, un miembro de esta institución fue atracado y despojado de su arma mientras transitaba por el sector de la Olímpica de la calle 68. No hay distinción: en Barranquilla, la violencia está al acecho, dispuesta a atacar a quien sea, sin importar su profesión o estatus.

Otro caso que ha llamado la atención, fue el del día viernes en el CAI del barrio La Alboraya, ubicado en la calle 41B con carrera 8A, donde un particular con arma blanco ingresó y atacó al uniformado dejandolo gravemente herido y huyendo a pies sin mayor esfuerzo.
En ese hecho delictivo, el patrullero Justo Rafael Rodríguez Gutiérrez, próximo a llegar a los 60 años de edad, con 37 años de servicio en la institución, fue blanco de la delincuecia que reina y azota a la ciudad. Es así como se pregunta la comunidad, ¿Quién podrá ayudarnos?

En lo que va corrido del mes de marzo a cierre del día 22, van 27 homicidios en Barranquilla.
La pregunta es clara:
¿Hasta cuándo Barranquilla permitirá que la inseguridad siga dominando sus calles y destruyendo la calidad de vida de sus ciudadanos?
La ciudad necesita, con urgencia, un giro en la estrategia de seguridad y un compromiso real de sus líderes para que los barranquilleros puedan recuperar la tranquilidad y la confianza en sus autoridades. De lo contrario, el futuro de la ciudad estará cada vez más marcado por la violencia, el crimen y la desconfianza.
«Mientras tanto, la ciudad sigue esperando que su quinto complemento se estrene por fin»
El promulgado blog amarillo de Guillermo Polo hasta el momento no se estrenado y su paso por el cargo solo ha sonado sin dejar huella alguna de seguridad»