Molino de papel / Ojo de «pasquinero»

Por Walter Pimienta J.
Por Walter Pimienta J.

Después del primer  pasquín, eso no  lo  para nadie…

Por Walter Pimienta J.

Tenía un solo  ojo y era un  ojo  de  pasquinero. Un  extraordinario  ojo  de  pasquinero.  Era  un ojo  verde,  pero  como  de  vaca .

Cierto día que me  lo  encontré en  la  calle,   me lo quedé mirando. Se sintió  descubierto  y bajó  la cabeza…Ahora  ya  sé  que  el  de los pasquines  es él… Y le  dije:

-«Tú eres.

No contestó nada,  pero su  ojo  de  vaca lo vendía.

…Y más que caminar,  huyó  de mi  vista esa vez.

No tenía  una sola  evidencia,  pero su  ojo de  vaca lo  decía todo.

Sabe  muchas cosas- me  dije-  unas son verdades, otras no  tanto…A veces  los escribe  con cierto  humor: “Fito es  ladrón,  le  robó  una gallina a  José…El  alcalde,  no  sé…”.

Tiene  que ser él…

-“Ginisberta,  la  mujer  de Artemio Moreno, se  acostó  con Vidal,  el dentista, a  cambio  de  que este  le pusiera un  diente  de oro”- apareció  unas  mañanas.  ¿Será él? Creo  que “El  ojo de  vaca”,  es. Dice,  una  verdad y  dos mentiras…clásico  pasquinero…Y  el  ojo  de su  calavera,  dice mucho,  mucho…

Lo seguí   con  la vista y  me  continué diciendo: Algunos lo tienen por hombre de  bien.  Le descuentan  lo  del  ojo y  tiene  uno  que otro amigo.  A veces  bebe en  la cantina de “la Niña Sara”,  pero  solo. Lo  de  la  tragedia  de  su ojo, no  la tengo  clara…que una  rama  en  el  monte, que una pelea…Que  se  lo  picó  un  gallo  de  pelea en  la  gallera. El hombre  tiene  su  secreto.

“Acisclo, esto  es  contigo:  un hombre que  mata perros,  no  tiene  alma”- apareció  también por los  lados  de la  Calle  del  Repaso. Y  al  lado  otro diciendo: “Arrepiéntanse. El  CIVID va  a repetir”-,  me  sonó a despiste.

Pero se aterró  al  verme.  Se acobardó. Sintió  miedo…¿Por  qué sería?  Su  ojo  verde de vaca parecía aún  más de  vaca y  más verde… Claro que, el que pusieron en  la  esquina de  José de  los Santos,   hace ocho  días,  me  deja sin  pista alguna: -“Soy el  periódico  del  pueblo,  el  que no  calla  lo que otros  sí,  la  voz de los silentes. Soy  la  otra verdad”.

Esto  me  aleja de  considerar que sea “El   ojo de  vaca”…pero…

Muchos,  en  el  pueblo, no sabíamos qué quería  decir “silente”. Lo aprendimos gracias a “el  Ojo  de vaca”.  Ya lo  sé. El  diccionario  dice: “Silente: guardar  silencio. Que se  mantiene en silencio. Que no  alborota”.-  lo  leí en un  viejo Larousse de 1855,  de 448 páginas  y  de 90  mil palabras,  que me  prestó  el  profesor Bartolo.

“El ojo  de vaca”,  llevaba   ese día unos  papeles en  la mano. Me  miró  con  resentimiento con  el  único  ojo  que tiene, el  de vaca, pero  que  le es suficiente  para  verlo  todo…¿Será que  prejuzgo? Me  habían  dicho que no  sabía leer  ni  escribir…¿Será que otro  los hace y  él  los pega?

…Pero  sí sabe…Una  vez  lo  vio  leyendo  el periódico  sentado  en  una  de las bancas del parque…Y es que con  un  solo ojo,  también  se lee…

“No me  cogerán nunca.  Cada  vez, ustedes  mismos, multiplican más mi  voz”…- Fue el primero. Era  de letra  trabajosa,  de distintos  colores.

Quise decirle:

—¡Oiga, venga acá! Pero  su  inesperada presencia, me dejó  con  las orejas  claras.

“El médico del  pueblo,  practica abortos”.- fue el segundo.

La verdad es  que las memorias pasquineras  del pasquinero del  pueblo,  las lee todo el mundo.

Hace unas noches,  me  puse en  la caza del pasquinero.  Vi  salir del  del cementerio a  un  hombre. Yo me  le escondí.  Él otro no  me  vio. El cementerio  no  tiene  celador. El  tipo,  en  la  sombras,  de bulto,  se  parecía a “el  Ojo  de vaca”: pedro  no  puedo  asegurarlo.

Quise decirle: ¡Te descubrí!

Pero pensé que me  diría envalentonado:

-Ya lo sé – y  que  agregaría amenazante : no  me  busques  más o no  respondo por  lo  que  te haga,

Y  entonces vacilé y  me  fui  en busca  de mi  hamaca…en  tanto  el  tipo, envuelto  en la oscuridad,  se perdió  silbando en  tono menor  una ranchera de  Antonio  Aguilar.

Al  día  siguiente, a solo tres cuadras  del  cementerio,   a  dos  del  comando  de  la  policía y a doscientos pasos  de la  alcalde,  habían   puesto  otro  pasquín … Y  qué burla… Lo escribieron en   inglés legítimo. Nadie  lo  tenía  pronosticado. Lo  copiaron  con  letras  violentas de pintura azul en  todo  el  centro del  cartel.

“Martina’s house, Juan’s fire” .  “La casa de Martina, la  incendió Juan”.-  decía en  forma acusativa.

Hubo que traer, una semana  después,  con  los  gastos  pagos,  a un   profesor  de  Barranquilla, medio gringo él,   para que lo  tradujera.

Definitivo.  El  pueblo  está  sumido en  un  diluvio  de  pasquines- me  dije-   y ni  a quien  sentar  en  el  banquillo.

Me  acordé del  tipo saliendo  del cementerio…¿Sería  él? ¿Sería “el  Ojo  de vaca? Me  guardé el  secreto.

No tenía  una sola  evidencia, para culparlo  pero su  ojo de pasquinero,  parecía decirlo  todo.

Martina había  muerto,  en  un  abril , hacía   9  años,  en medio  de  las llamas  insofocables de  su  propia casa de  bareque y barro… y entonces, algo enfadado. concluí:

¡Qué  vaina…En los pasquines hasta  los muertos hablan¡