Por: Deivis Javier Pacheco Muñoz
El texto proferido por el profesor Reynaldo Mora Mora acerca de los procesos curriculares, publicado en el diario La Libertad, ofrece una reflexión profunda sobre el currículo y su papel en la educación, destacando la importancia de un enfoque contextualizado y pertinente en contraposición al modelo estandarizado e instrumentalista. Es interesante cómo se plantea el currículo no solo como un conjunto de contenidos, sino como un espacio de disputa ideológica y social. Se rescata la necesidad de integrar las problemáticas sociales en la enseñanza, promoviendo ciudadanos críticos y comprometidos con su contexto. En definitiva, es una invitación a repensar la educación desde una mirada más humana y transformadora.
En la tribuna se plantea una discusión profunda y necesaria sobre el currículo en la educación, un tema que a menudo queda atrapado en discursos técnicos y burocráticos, alejados de su verdadera razón de ser: la formación de ciudadanos críticos y comprometidos con su realidad. A lo largo de la argumentación, se percibe una postura clara en contra del modelo estandarizado y positivista, que reduce la enseñanza a una serie de competencias descontextualizadas, alejadas de las problemáticas reales que enfrenta la sociedad. En su lugar, se propone un enfoque mucho más dinámico y transformador, donde el currículo no sea una simple estructura rígida, sino un espacio de reflexión, análisis y construcción de conocimiento pertinente.
Es interesante cómo se resalta la contradicción entre un currículo oficial que pretende ser universal, pero que en realidad se convierte en un mecanismo de homogenización que ignora las diferencias sociales y culturales de los estudiantes. En contraposición, el Currículo Contextualizado y Pertinente (CCP) se presenta como una alternativa que busca comprender y responder a las necesidades del entorno, promoviendo una enseñanza que no solo transmita conocimientos, sino que también fomente el pensamiento crítico y la creatividad. A través de referencias concretas, el texto evidencia cómo la educación, lejos de ser un espacio neutral, es un campo de disputa ideológica en el que se juegan las prioridades de una sociedad. Se enfatiza la importancia de una enseñanza que no solo forme individuos con habilidades técnicas, sino ciudadanos capaces de cuestionar, proponer y transformar su realidad. En ese sentido, el currículo deja de ser un simple documento técnico para convertirse en un motor de cambio social.
Uno de los aspectos más llamativos es la crítica al instrumentalismo educativo, que se refleja en prácticas como la estandarización de las evaluaciones o la imposición de un currículo rígido que no dialoga con la realidad de los estudiantes. Este enfoque, según el texto, debilita la capacidad de la escuela para ser un espacio de resistencia y transformación, convirtiéndola en un mero engranaje del sistema productivo. Frente a esto, la propuesta del CCP es clara: una educación que no solo se adapte a los contextos, sino que los cuestione y los transforme.
En última instancia, el texto es una invitación a los educadores a asumir un rol más crítico y propositivo dentro del sistema educativo. Más que aceptar pasivamente las directrices oficiales, se les insta a ser agentes de cambio, a problematizar lo establecido y a construir, junto con sus estudiantes, un currículo que realmente responda a las necesidades del presente. Es, en esencia, un llamado a la educación como un acto político y ético, donde la enseñanza no sea solo una transmisión de conocimientos, sino una herramienta para construir una sociedad más justa y consciente de sus propias problemáticas. Este ejercicio hace parte de los Talleres de Lectura y Escritura en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad del Atlántico, en el Programa de Licenciatura en Ciencias Sociales (I-2025).