Por Álvaro Cotes Córdoba
En el año 1979, se produjo el primer asesinato de un hombre en toda la puerta del cementerio San Miguel de Santa Marta. La víctima acababa de asistir a un sepelio y cuando salió del camposanto, a dos metros de la puerta principal, lo asesinaron. Recuerdo que tenía unas botas marrones texanas y las cuales se las robaron después cuando exhalaba su último aliento.
Otro día, de una semana y un mes, se formó una balacera. Dos tipos apostados detrás de un kiosko en el parque con el mismo nombre del cementerio, empezaron a disparar en contra de la casa de los Cárdenas a unos 100 metros.
Esos dos atentados fueron los únicos que ocurrieron al frente del cementerio San Miguel en la década de los 70, durante la guerra entre Cárdenas y Valdeblánquez.
Y pese a que en ese tiempo por el sector se libraba esa vendetta, nunca hubo un tiroteo dentro del cementerio, como ocurrió hoy, cuando asesinaron a un joven pariente de otro joven asesinado el lunes pasado en el barrio El Pradito de Santa Marta.
Con este episodio se evidencia un retroceso con la violencia en Santa Marta. Yo lo sé y lo digo, porque lo viví en carne propia en ambas décadas. Lo más aproximado a lo que ocurrió hoy fue la vez en que se formó una balacera durante un sepelio con saldo de cuatro muertos, pero sucedió a tres cuadras del cementerio San Miguel.
Pero un atentado a bala dentro del cementerio San Miguel, nunca jamás, durante mi existencia por ese sector donde nací y crecí, había ocurrido. ¿Será que volvimos al pasado?