POR: REYNALDO MORA MORA
Esta educadora del Caribe colombiano fallecida el día 31 de octubre de 2024, siempre supo buscar lo suyo: Dios y la educación, como aquello que le permitió progresar como un generoso ser humano, comprometido con su quehacer, con su familia y con sus amistades. Ella estuvo pensada en el querer del Altísimo como educadora, por lo que supo escoger la profesión de Licenciatura en Ciencias Sociales y Económicas en la gran Universidad Simón Bolívar, profesión, en la que supo encontrarse realmente. Recuerdo todavía con cierta emoción las veces que platicábamos, cuando por algún hecho singular en su rol de educadora en El Piñón, Magdalena, anotaba, “lo que está pasando aquí es demasiado importante: tenemos que dejar constancia de ello”. Así nació una amistad profunda que ella mantenía con sus colegas. En Myriam Reales Palmera, MRP, la amistad y la familia aliadas con su labor como docente intachable se erigen como principios articuladores de lo que fue su vida. Fue un maravilloso ser humano abierto, generoso y constituyente en la fe y confianza en el Altísimo Dios, lo que se presenciaba en sus interacciones y significaciones de cómo ella se presentaba ante los demás.
De ahí, que podamos señalar que su vida fue posible por este conjunto de posiciones que fueron fuente de constatación de su paso por este mundo. MRP nos proporciona el ejemplo del discurso pedagógico del buen maestro, el cual, además de ser medio para haberse mantenido activa en el magisterio, produjo la exaltación de buena hija, buena hermana y buena amiga. Esto es fundamental para comprender su trayectoria académica como interacción con la cultura de su tierra natal, donde laboró como docente de primaria que fue por muchos años, lo que dio estabilidad a su vida como principio de amor a su terruño, como ejemplo de virtud identitaria. Una mirada profunda a su alma, que está ahora en el Santo Cielo nos da cuenta de que para ella la verdadera profundidad tiene siempre lugar en un momento de doble sentido: supo sumergirse en lo profundo de su vida, y gracias a ello, ascendió siempre según sus emociones, quereres e intereses.
Haber sostenido conversaciones con MRP representaba una experiencia maravillosa, porque en el momento de este compartir estábamos clasificando su experiencia generosa y humana, porque identificábamos aspectos importantes de su trasegar, caracterizándola, entendiéndola y ahora recordándola con la estima de siempre. Tenía el don de hacer la pregunta acertada, lo que para mí siempre representó la crucial importancia de que ella estaba imbuida de una iluminación creativa que la llevaba a plantear los desafíos apropiados. Tenerla a ella como amiga era tener un aliado poderoso en el campo de la amistad que nos supo dar como regalo. Recorriendo su vida, nos atrevemos a una interesante revisión del conocimiento de su profesionalidad como docente, como un referente para la Historia de la Educación del Caribe colombiano, ya que en su vida como educadora cobra importancia su entrega, haciéndola merecedora de un sitial en el Diccionario de Educadores del Caribe colombiano, que estamos construyendo
Aquí, tratamos de presentar un texto corto, de orden biográfico-narrativo, porque Myriam Reales Palmera representa un crisol educativo-cultural y familiar, que supo amoldar su vida, a las formas de relaciones, lo que nos lleva a considerarla como una gran educadora que proporcionó enseñanzas a los niños piñoneros. Entonces, el motivo principal de este Inmemoriam es resaltar su paso por este mundo, MRP fue es y es educación; por tal razón, la consideramos una educadora formadora en valores compartidos con sus estudiantes para impactar sus vidas y sus familias. Fue su método de comunicar su trabajo. En su vida tuvo cabida el discurso de amor, amistad y educación. En tal sentido, fue una maestra que generaba ilusiones formativas con sus educandos, y fue precisamente, porque ella, en su esfuerzo por construir su propio estilo de enseñanza en sus grados donde ejercía su quehacer pedagógico-curricular, supo restaurar los eslabones de formar niños comprometidos con sus familias y con el pueblo. Por ello, desde luego, fue uno de los pilares de la educación en El Piñón, una luchadora actuante al lado favorable de los niños.
Fue una mujer de tono amable, casi protector y alentador, con una tonalidad pedagógica, desde la cual se vislumbraba la relevancia de lo que nos deseaba decir o resaltar, como también lo hacía, felicitando a sus estudiantes, acompañando la expresión verbal con una gestualidad en la que daba sus actitudes de aprecio y estima. Lo esbozado, como cualquier vida, con sus problemas y grandezas, que son más evidencias por si solas, tiene la necesidad que existía en mi al enterarme tardíamente de su fallecimiento: es la construcción de este texto como muestra del robustecimiento y crecimiento personal en todas sus dimensiones, que representó en vida Myriam Reales Palmera, como un viaje personal como trayectoria ascendente, como persona inigualable y como docente procuradora. Ahora ella se convierte para nosotros en una reliquia, como un indicador de una gran vida en la vida de quienes la tratamos.
Ahora es un ser divino, que está en el Cielo, lo que le da un sentido diferente a nuestro existir en esta preparación a la que todos acudimos, ahora su vida es eterna. Positivamente, Myriam Reales Palmera fue bienvenida en los claustros escolares por su modo de razonar en la lógica pedagógica del enseñar. Fue el sentido inmediato de su existencia. Fue un ser humano calmado, razonable, plácido, moderado en su firme sentimiento con la realidad socioeducativa piñonera con su lucida disciplinada enseñanza que hace la valoremos como una legítima educadora. Este es nuestro admirativo reconocimiento por esta inmensa perdida para la educación caribeña. Su enseñar fue, esencialmente una manera de hablar: elocuente, espontánea, fluida, propensa a dejar huellas en sus educandos. Fue una maestra observadora social dotada de este talento maravilloso. Tuvo una mente aguda, fácilmente apacible y una capacidad para cautivar lo que enseñaba, cualidades que combinan y refuerzan el sentido de su amistad y su familiaridad.
Fue una mujer de refinamiento y sensibilidad en su presentación, poseedora de una energía intelectual, fue una ferviente mujer de fe: se vio a sí misma como una hija de Dios. Fue su médula: la ética, la religión y la moral. Estos dones los percibimos quienes la tratamos y conocimos. Es nuestro criterio a modo de homenaje, donde hemos procurado descubrir y describir su extraordinario sentido por lo familiar, la amistad y la educación, como el deleite en estos tres factores de su vida. Myriam Reales Palmeras fue espíritu firme y clima calmado que caracterizó su accionar educativo escolar, familiar y de amistad. La familia fue su destino fijado, el fruto elevado de su vida desde su fe en Dios. Mujer de trato refinado y sencillo, y elegante, según la consideración de quienes la percibimos como tal.
Siempre fue una educadora que supo hundirse en su responsabilidad. En su trayectoria de vida asumía las pruebas, desplegando capacidades académicas y administrativas en su ejercicio y llegó a ser una docente oficial muy competente, entusiasta, ayudando al prójimo, como el don divino, que el Altísimo depositó en ella. Su vida fue el resultado de una dedicación genuina en la inspiración al Dios Todopoderoso. Siempre estuvo inspirada en este estar. Sus palabras reflejaban el conocimiento de la vida. Ahora ella emprendió el viaje al estar eterno. Por ello, con inmensa fe en sus propias convicciones y ardientes deseos, su vida refleja la actitud de un gran ser humano que tuvo como norte, ser y hacer algo en el mundo al servicio de los demás. En tal sentido, fue una maestra histórica y pedagógica de su saber en los grados donde se desempeñó, siempre muy comprometida. Fue una mujer de nobles sentimientos, esto es, los puso en contacto con lo que los otros necesitaban, poniéndolos en el vehemente torrente de su propia experiencia. Myriam Reales Palmera fue una mujer generosa: puso su propia vida en servir, por su debida profunda y perenne creencia en Dios y el valor absoluto por la Dignidad Humana, supo entender a los otros. Fue su cálida y profunda amistad que profesaba, lo que a todos nos deja tristes. Es la vida descrita que hoy queremos dejar como un testimonio vivo.